Antonio Di Benedetto y la espera
A cincuenta años de la publicación de Zama, una de las novelas más importantes de la literatura latinoamericana contemporánea, la figura de su autor cobra la estatura de un clásico
"Escribí Zama en menos de un mes, durante un período de licencia de mi trabajo, en el que me encerré en una casa vacía. Los dieciocho días de licencia pasaron demasiado pronto y concluí la novela ya reincorporado a mi tarea habitual. La prisa me impuso un estilo urgente (breve, de frases cortas, muy condensado) aunque afortunadamente (y contra mis temores) adecuado al vértigo de las peripecias de don Diego", confesaba el escritor Antonio Di Benedetto en una entrevista de 1971. La inquietud que despierta esta afirmación referida a la escritura de Zama , la novela que ha sido considerada como una de las mejores novelas argentinas y latinoamericanas del siglo XX, radica en su capacidad de erosionar uno de los mitos de la literatura moderna: el que sostiene que el valor de una escritura se mide por el trabajo que cuesta producirla. Como un escritor-artesano, Di Benedetto se encierra en una casa vacía para pulir sus frases, pero los tiempos de su escritura lejos están de la placidez que otorgaría una torre de marfil: como Roberto Arlt, Di Benedetto escribe su novela en los tiempos robados al periodismo, en el que se desempeñaba como subdirector del diario Los Andes , de Mendoza, y como corresponsal del diario La Prensa , de Buenos Aires. Como Roberto Arlt, Di Benedetto escribe con la celeridad y la angustia de quien carece de tiempo para escribir; pero a diferencia de Arlt -y en contra de lo que el mismo Di Benedetto señala en la entrevista-, Zama carece de las marcas de urgencia que signan el discurso periodístico. Por el contrario, Di Benedetto hace del tema de la novela -la historia de quien espera sin esperanza- su estilo, un estilo que conjuga la morosidad de la trama con la precisión de la palabra justa, la reflexión existencialista sobre el devenir humano con el estudio de la identidad americana.
En 1956, y en la soledad de una casa vacía, este joven y desconocido escritor mendocino, de sólo treinta y tres años, escribe su primera y más célebre novela. Como sostiene Jimena Néspolo en su notable ensayo Ejercicios de pudor , es en el momento inicial de su carrera cuando Di Benedetto llega al pico de máxima tensión y complejidad estética de toda su narrativa. Porque en más de un sentido, Zama es una novela excepcional; excepcional por su originalidad formal y la invención de una lengua literaria; excepcional por la incorporación del existencialismo en el ámbito latinoamericano y por el modo en que desarticula los procedimientos de la novela histórica; excepcional por el momento de su advenimiento.
En efecto, la publicación de Zama en Ediciones Doble P, de Buenos Aires, a mediados de la década del cincuenta, anticipa la intensa renovación narrativa que, desde el punto de vista editorial y de público, dio origen al denominado boom de la literatura latinoamericana. Estrictamente contemporánea a la literatura de Juan Rulfo ( El llano en llamas se publica en 1953 y Pedro Páramo dos años después), la novela de Di Benedetto escribe, en un mismo gesto, el acta de defunción del regionalismo en la historia de la literatura argentina, y la partida de nacimiento del "regionalismo no regionalista" -en términos de Beatriz Sarlo-, que encontrará en las narrativas de Héctor Tizón y Juan José Saer sus exponentes más fuertes. Porque con Zama se inicia la profunda reformulación de la ficción regionalista de los años sesenta que, en su rechazo por el pintoresquismo y el color local, y en la incorporación de temas y formas narrativas de carácter universal, retoma, de alguna manera, lo enunciado por Jorge Luis Borges en "El escritor argentino y la tradición", cuando pide para la literatura argentina -como literatura secundaria y marginal- la enorme libertad de "manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas".
"Ahí estábamos, por irnos y no"
Dedicada a "las víctimas de la espera", Zama narra, precisamente, la agónica espera de Diego de Zama, un funcionario americano del imperio colonial español en la Asunción del Paraguay de finales del siglo XVIII. Suspendido en esa ciudad, en la que fue designado por corto tiempo, Diego de Zama aguarda el momento de incorporarse a una sede de mayor prestigio dentro de la administración colonial ya sea en Buenos Aires, Lima, Santiago de Chile o en la codiciada Madrid. A lo largo de la novela, Zama espera: espera un barco con noticias de su familia, que dejó en Buenos Aires, espera su traslado a tierras más promisorias, espera las monedas de un sueldo siempre demorado, espera una recomendación, espera ser el protagonista de un acto heroico que lo redima.
Diego de Zama espera y el padecimiento de esa espera lo consume hasta diluir su yo en la pura autodestrucción: "Le he dicho quién era Zama -dice Zama de sí mismo-: el enérgico, el ejecutivo, el pacificador de indios, el que hizo justicia sin emplear la espada, [ ] ese corregidor: un hombre de Derecho, un juez; un hombre sin miedo". Zama puede decir quién fue porque en el largo presente del relato, que abarca nueve años, ya no puede decir quién es . En el presente, Zama es sólo un hombre que espera y que continuará esperando, al igual que los protagonistas de su contemporánea Esperando a Godot de Samuel Beckett, de 1952: "me pregunté, no por qué vivía, sino por qué había vivido -reflexiona Zama poco antes de la agonía final-. Supuse que por la espera y quise saber si aún esperaba algo. Me pareció que sí. Siempre se espera más". Sin embargo, cada una de las tres secciones del libro (1790, 1794 y 1799) va mostrando los diferentes aspectos de la frustración que genera esa espera: el desengaño sexual, la miseria económica, la derrota final en su intento de "revalidar sus títulos merced a una hazaña" a través de la captura del bandido Vicuña Porto.
A su vez, si como sostiene Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso , hacer esperar es la prerrogativa constante de todo poder, Zama es, también, una larga metáfora sobre los vínculos entre los centros económicos, políticos, culturales y sus zonas de dominación. Porque Diego de Zama, como muchos intelectuales latinoamericanos, es un americano que se piensa europeo y que desestima el legado indígena y criollo para soñar un destino que se encuentra cruzando el Atlántico. En este sentido, Noé Jitrik, en un pionero estudio de 1959, sostenía que Di Benedetto encarna en Zama una actitud más contemporánea que la de su personaje: la de los americanos que, por imaginarse en Europa, realizan mal la vida en América y desdeñan formular el proyecto americano que define toda relación posible con una América en construcción.
El pasado perdido
Dicen los críticos que Di Benedetto leyó libros y más libros de historia y de geografía antes de escribir Zama . Que cotejó mapas, ciudades y distancias; que miró grabados y pinturas de época; que supo de los usos y las costumbres de españoles, criollos e indígenas en las ciudades coloniales. Puede ser cierto -y seguramente, lo es-; sin embargo, no hay marcas de esas lecturas en su novela. Di Benedetto elige olvidar o extraviar sus apuntes de lectura a través del borramiento del dato histórico o del lugar geográfico preciso. De hecho, se deduce que la acción transcurre en Asunción del Paraguay por las referencias naturales y por las menciones de etnias indígenas, bosques, selvas y ríos; sin embargo, el nombre de la ciudad nunca se dice. De este modo, Zama renuncia a ser una novela histórica pues no tiene el afán de verosimilitud propio del género ni busca interpretar el pasado a través de una reconstrucción histórica. Precisamente, es Juan José Saer, uno de los más devotos lectores de la obra de Di Benedetto, quien impugna con mayor énfasis la hipótesis de Zama como novela histórica. Y lo hace sosteniendo que en esta novela no hay ninguna clase de reconstrucción lingüística sino que la lengua en que está escrita no corresponde a ninguna época determinada: "si por momentos despierta algún eco histórico, es decir el de una lengua fechada, esa lengua no es de ningún modo contemporánea a los años en que supuestamente transcurre la acción, sino anterior en casi dos siglos: es la lengua clásica del Siglo de Oro". En efecto, el uso desviado de la metáfora y una adjetivación que se aleja deliberadamente de la norma del español clásico, sumados al recurso de la elipsis y la reducción de la frase a su mínima expresión hacen de Zama el punto máximo de condensación de la poética de Di Benedetto.
A cincuenta años de su publicación, Zama mantiene la actualidad de un clásico. Un clásico que, de acuerdo con la acertada aseveración de Italo Calvino, nunca termina de decir lo que tiene que decir porque se trata de un texto que tiene sentidos múltiples, en los cuales cada nuevo lector descubre cosas nuevas. Considerada novela histórica, novela existencialista, novela experimental o novela poética, Zama se resiste, todavía hoy, a las clasificaciones porque tiene esa dimensión vital compartida con todo texto clásico que se recrea en cada lectura como un inagotable ejercicio de la imaginación.
Homenaje
En ocasión de cumplirse los veinte años del fallecimiento de Antonio Di Benedetto (1922-1986) y medio siglo de la publicación de su novela Zama , la Casa de Mendoza en Buenos Aires y la Biblioteca Nacional han organizado un homenaje al escritor, que se desarrollará desde mañana hasta el viernes.
En la próxima semana, en el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, se realizarán distintas conferencias sobre la obra de Di Benedetto, se proyectarán fragmentos del film Los suicidas , de Juan Villegas y los cortometrajes Absurdos y Reducido sobre la vida y la producción del escritor. También se presentará la conferencia teatralizada "Di Benedetto, sus días, sus noches, sus siestas. Y sus fantasmas", de Rodolfo Braceli, con la actuación de Juan Leyrado. Además, habrá una muestra de pinturas inspiradas en Zama . El programa de actividades se puede consultar en www.mendoza.gov.ar y en www.bibnal.edu.ar
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