Antología del cuento israelí
LENGUA DE TIERRA Por varios autores-(Adriana Hidalgo)-Selec, traduc. y prólogos.: Henie Hajdenberg-195 páginas-($ 20)
Esta Antología del cuento israelí , tal el subtítulo del libro, cumple con la función de abrir la puerta hacia una literatura poco conocida aquí, y dentro de ella, a un género poco difundido. Hajdenberg, argentina perfeccionada en la Universidad de Tel Aviv, escogió diez cuentos de otros tantos autores, los tradujo y escribió sendos prólogos individuales y uno general, en el que sintetiza la historia de las letras y la del idioma hebreo que, circunscrito por siglos casi exclusivamente a lo religioso, renació a la literatura a partir de la Ilustración, y como lengua cotidiana, desde la migración sionista que llevó a la creación del Estado de Israel.
De los autores seleccionados, cinco provenían de Europa oriental, tres nacieron en la Palestina del Mandato Británico y los últimos dos en el Israel ya independiente. La superposición de lo antiguo y lo moderno en la lengua facilita ecos bíblicos, oportunamente anotados por la traductora. "Partículas", de Dvora Barón (1887-1950), transcurre en una típica aldea de Europa oriental y, al modo decimonónico, resume con pinceladas precisas toda una vida desgraciada, que encuentra el mayor calor "humano", irónicamente, en una vaca. El Premio Nobel 1966 S. Agnon (1888-1970), parte de cuya obra ha sido traducida al castellano, nació en la Galitzia austrohúngara y exhibe cierto eco vienés en "Las otras caras", cuento que narra la larga jornada de un matrimonio que acaba de divorciarse y cuyo diálogo es sólo la intermitente afloración del flujo mental. "En el camino a Jericó" de S. Yizhar (1916), el más veterano de los nativos del futuro territorio israelí, tiene un dejo de relato de ruta al estilo de Hemingway. Con la Guerra de los Seis Días como trasfondo, se asiste a pequeñas grandes tragedias de uno y otro bando.
En "Horizonte", B. Tammuz (1919-1989) narra, con toques de extraño lirismo, dos días en la vida de un niño más adaptado al entorno natural que al humano, durante el Mandato Británico. "El llanto", de A. Megued (1920), transcurre en un kibbutz después de la independencia; en este caso, los "inadaptados" son dos: el padre y el hijo, a cuyo llanto alude el título. A. Appelfeld (1932), fugado de un campo de concentración, explora sutilmente en "Berta" -relato alucinante, al borde de lo fantástico- las huellas del tormento nazi en los sobrevivientes. En "La gallina de tres patas", de Y. Kenaz (1937), la construcción se vuelve más compleja; el protagonista es un niño y el escenario, un kibbutz durante el Mandato Británico. De Amós Oz (1939), el escritor israelí más conocido y traducido en el mundo hispano, se incluye "Las tierras del chacal", cuento que da título a su primer libro, aún no traducido a nuestra lengua.En él, Oz se muestra ya en pleno dominio de recursos que con el tiempo puliría: metáfora lírica y metáfora narrativa, elipsis, yuxtaposición de episodios. Con las voces de los chacales nocturnos como inquietante música de fondo, una joven visita la trampa que le tiende el más animalesco miembro de su kibbutz y se encuentra con una revelación inesperada. David Grossman (1954), traducido al castellano en los últimos años, bucea en "Días de a dos" por los magmas de un séptimo aniversario de bodas, donde flotan amenazas de desempleo, recuerdos, engaños, conflictos. Con "Hasta que pase toda la guardia" de Leah Aini, la más joven (1962), la creciente riqueza estilística cede terreno a cierto efectismo, sin llegar al golpe bajo. Hija de un sobreviviente emigrado de Salónica, Aini narra la irrupción de rastros ominosos en una situación aparentemente trivial.
El conjunto de los cuentos reunidos en Lengua de tierra , con sus parentescos y diversidades, conforma una breve historia de una literatura relativamente joven, contada por la literatura misma.