Antes del amanecer
Matías Duville y Nicolás Mastracchio exhiben obras recientes en el Centro Cultural Recoleta
Se llama Arena Parking, pero podría llamarse "el momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer". Es la obra de Matías Duville (Quilmes, 1974), y consiste en un gran derrame de asfalto sobre el espacio central de la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. En un rectángulo de bordes netos que ocupa todo el predio hay topografías de colinas y túneles; es el mismo asfalto que pisa todo ser urbano, pero su carácter esencialmente plano, funcionalmente liso para que los vehículos circulen sin problemas, es reconvertido en un paisaje de médanos arenosos como los de cualquier playa. El título provoca una síntesis de sentido entre el asfalto de un estacionamiento y montículos de arena, pero hay mucho más que esto.
El uso del material es bastante inédito. Ya se sabe que algunos artistas tratan de encontrar materiales "nuevos", en un espectro que va desde la bosta de elefante (el británico de ascendencia nigeriana Chris Offili) hasta perejil fresco (la argentina Ana Gallardo). Se suma una dimensión olfativa, ya que todo el recinto está invadido por un intenso olor a brea que evoca una escena urbana cotidiana: obreros trabajando en la calle, rellenando baches y apisonando el asfalto. También está presente la tradición del rectángulo minimalista, inaugurada por el estadounidense Carl André cuando colocó una serie de baldosas de metal con la intención de crear una escultura tan llana como un espejo de agua. A ese intento de "grado cero" escultórico siguieron varias citas, como el rectángulo de caramelos del cubano Félix González-Torres, o el cuadrado amarillo de polen del alemán Wolfgang Laib. El rectángulo de brea de Duville tiene accidentes topográficos que abren senderos a la imaginación: hay quien ve el territorio de un planeta oscuro e inexplorado y hay quien intuye una ciudad sepultada por un cataclismo, entre otras libres interpretaciones. El color de la brea refiere a la tradición de pinturas negras del minimalista Ad Reinhardt pero más todavía de Frank Stella, pues allí hay tenues líneas de blanco (la tela no pintada). La instalación de Duville no es de un negro rotundo; hay pequeños accidentes luminosos propios del material, incluso algún anillo metálico de una lata de bebida, que empalman muy bien con el corto que acompaña esta obra, un paisaje marítimo nocturno, con algunos destellos relampagueantes; en ambos soportes, asfalto y video, hay negro con insinuaciones de luz, como si el alba diera señales de avanzar sobre la noche.
En la Sala Prometeus, Nicolás Mastracchio (Buenos Aires, 1983) expone sus últimas obras. Este joven aborda la fotografía desde un lugar de documentación de una realidad muy poco figurativa. Parecen composiciones abstractas logradas digitalmente pero no hay postproducción. Si lo cotidiano se vuelve mágico en manos del poeta, la cámara de Mastracchio hace que lo cotidiano -un tornillo, una banda elástica, un pedazo de alambre- se vuelva forma y color.