Annie Ernaux y su autobiografía impersonal
En “Los años”, libro clave de la flamante ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022, la escritora francesa sigue los hilos de las épocas que le tocó atravesar
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La francesa Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) tal vez sea quien mejor haya entendido entre los escritores contemporáneos -mucho mejor que los autobiógrafos al uso- hasta qué punto estamos compuestos por la suma de los destellos de un instante. “Todas las imágenes desaparecerán”, dice la primera línea de Les années (Los años, de 2008), uno de sus libros más formidables (hay edición en castellano de Cabaret Voltaire, aunque nunca llegó a la Argentina), dando por hecho que eso es lo que nos llevaremos definitivamente con nosotros.
"Las imágenes que vamos almacenando a lo largo de una vida son, para Ernaux, nuestra verdadera y definitiva intimidad"
En sus muchos libros, Ernaux construyó una literatura que tiene como objeto central su propia persona, aunque sin proponer el relato convencional de una vida. Una autobiografía impersonal, la llama. Su yo aparece difuminado, al punto que en Los años sigue el hilo de las épocas que le tocó atravesar, desde la posguerra hasta ya entrado este siglo, en tercera persona, con el asombro de quien se las ve con una desconocida de la que sabe todo, o casi. Ernaux, siguiendo la línea de Georges Perec, el autor de Me acuerdo, sintética enumeración de recuerdos infraordinarios, va un poco más allá que él: son las imágenes que vamos almacenando a lo largo de una vida nuestra verdadera y definitiva intimidad.
No todas las imágenes son cien por ciento personales. Annie Ernaux, que proviene de un medio pobre, campesino, por completo diferente a la clase intelectual de la que después pasó a formar parte, no solo arrastra con ella imágenes de su propia experiencia, sino también muchas de las que circulaban en su grupo familiar. Esa correa de transmisión entre generaciones produce un efecto singular: hay imágenes que se recuerdan sin haber sido acuñadas por la autora que las recapitula.
¿Adónde irá a parar esa colección de imágenes intransmisibles? La respuesta se da en la primera línea de Los años, su libro más secreto y capital, pero Ernaux se lo toma más con estoicismo que con melancolía. También nosotros somos para los otros imágenes. Cuando ya no estemos, dice, por mucho que la actual saturación de estampas digitales parezca resucitarnos por adelantado, “la lengua seguirá poniendo el mundo en palabras y en las conversaciones alrededor de una mesa de fiesta uno no será más que un nombre, que de a poco va perdiendo el rostro, hasta desaparecer en la masa anónima de una lejana generación”. Así es como fluyen y fluyen, desde siempre, los años.