Andrea Calamari: “El viaje es la madre de todos los relatos”
La autora bosqueja una historia literaria del viaje que va de Marco Polo a Lucio V. Mansilla, y de Homero a Julio Verne; “Partida, recorrido y regreso son lo mismo que introducción, nudo y desenlace”, dice
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Todos los viajes originan relatos y todos somos viajeros, afirma la docente, investigadora y editora Andrea Calamari (Santa Isabel, 1968) en el ensayo Volver para contarlo. Una historia literaria del viaje. De Ulises y Marco Polo a la carrera espacial (Paidós), suerte de atlas de las travesías literarias y sus héroes. “El viaje es la madre de todos los relatos”, dice a LA NACION la autora que recorrió bibliotecas hasta llegar a destino: la publicación de un “libro de libros”.
Con la Odisea, Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y Una excursión a los indios ranqueles, entre muchos otros títulos, la autora compone una historia caleidoscópica, no lineal y “caprichosa” de los viajes. “La forma de este libro es el etcétera”, advierte.
“El libro surgió de un documento de Drive, literalmente -revela la autora, oriunda de la pampa santafesina-. Se podría decir que lo que vengo haciendo con mayor continuidad desde hace años es leer y tomar nota. Los relatos de viajes aparecieron primero como una pregunta, ¿cómo están hechos?, y esa es una pregunta sobre la literatura. Y los libros se fueron acumulando. Acumulé libros, anotaciones, personajes y aparecieron algunos motivos recurrentes: resulta que todos vuelven a Ulises como arquetipo del aventurero, que los exploradores científicos están tan interesados en recolectar plantas, plumas y piedras como en contarlo, que Apocalypse Now no es más que una reversión de El corazón de las tinieblas y el libro de Conrad una reversión del viaje de Dante por el infierno. Fui encontrando coincidencias felices y asociaciones imprevistas como la peregrinación del Camino de Santiago con el diario de una monja del siglo IV y la poesía de Anne Carson. En la lectura, las exploraciones en el África se cruzaron con el safari de Hemingway y las crónicas de Kapuściński y todo eso fue engrosando un documento de Drive que, afortunadamente, se topó con un taller de edición de libros dictado por Matías Bauso”. El escritor y editor firma el prólogo de Volver para contarlo.
Es el primer libro de la autora, doctora en Comunicación y editora de la revista cultural Jot Down. “Es lindo ver editado, con esa forma tan universal y reconocible a la que llamamos libro, algo que uno tenía en su pantalla -dice-. Seguiré escribiendo cosas con otras formas y ahí andará el libro, haciendo su vida. Cualquier libro, independientemente de su calidad literaria, es una apuesta hacia adelante, algo que sobrepasa a su época y a quien lo haya escrito. Lo mejor que podemos esperar de un libro es que quede ahí, uno entre millones de sedimentos que se van acumulando y serán testimonio de una época”.
Parafraseando a Calamari, los viajes no se completan cuando terminan sino cuando por fin se relatan. “Contar está en la naturaleza de nuestra especie, una naturaleza cultural moldeada con una estructura narrativa -sostiene-. Los humanos encadenamos hechos con la lógica de causa y efecto, ordenamos el tiempo secuencialmente, tenemos una idea de pasado y futuro más allá del puro presente y todo eso lo hacemos sin darnos cuenta porque tenemos un pensamiento narrativo. Estamos compelidos a contar historias. Y el viaje es la madre de todos los relatos: partida, recorrido y regreso son lo mismo que introducción, nudo y desenlace. Aquel primer aventurero que salió a ver cómo está hecho el mundo no pudo resistirse a volver para contarlo y así seguimos haciéndolo hoy en las redes sociales, solo que no hace falta esperar a la vuelta y en tiempo real subimos nuestra foto con la Torre Eiffel detrás. Los nostálgicos dirán ‘qué barbaridad, hubo tiempos mejores, aunque las de Instagram se llamen historias esas no son historias’, y otros nos preguntaremos qué pervive de aquellas viejas formas en las actuales”.
En Volver para contarlo se cultivan el arte de listar y un estilo claro, enciclopédico y divertido. “Ser pirata o corsario son actividades muy parecidas, unos por cuenta propia, otros bajo las órdenes de un gobierno”, puntualiza la autora.
“Intenté listar los imprescindibles en este libro y me encontré con algo parecido al infinito -grafica-. Sobre el final hay una lista abierta, que por supuesto termina con un etcétera, de todos los que quedaron por fuera. Cada lector podrá hacer la suya, pero, si tengo que elegir puedo nombrar la Odisea porque es un delirio hermoso en el que podemos reconocer toda la literatura que vino después, los de Joseph Conrad o Mark Twain por la calidad de su pluma; El peor viaje del mundo, de Apsley Cherry-Garrard, porque te mete de lleno en la experiencia antártica; El mundo de ayer de Stefan Zweig porque es un viaje en el tiempo, los paseos de Baudelaire por París, obviamente los de Julio Verne porque exploran toda la fantasía humana y la imaginación técnica, Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla porque sigue siendo la mejor crónica que se escribió por estos lados”.
¿Qué pueden encontrar los lectores en los libros de viajes? “Hay aventura, épica, transformaciones, choque cultural, asimilaciones y rechazos, aprendizaje, desafíos, descubrimiento de uno mismo -responde Calamari-. También hay ciencia, exploraciones, anécdotas, personajes memorables, momentos increíbles que marcaron un antes y un después. ¿Podemos imaginar acaso lo que pudieron haber sentido Magallanes y sus hombres, peleados entre sí, con traiciones, muertes y motines en las espaldas, cuando atravesaron el estrecho? En los libros de viajes hay historias épicas y otras microscópicas, hay detalles, listas de cosas para llevar en el equipaje o de alimentos para ingerir, hay relevamientos, mapas, datos, pero también ilusiones, fantasmas y delirios”.
“Excepto el turismo, que llegó muchísimo después y lo copó todo, la religión, el comercio, la guerra y la conquista han sido motivo de los viajes desde el inicio -señala-. Muchas veces conquista y comercio van de la mano. La religión también ha producido grandes viajes y grandes relatos: desde el más antiguo como La epopeya de Gilgamesh que salió a buscar la inmortalidad hasta el Éxodo”. Para la autora, la Biblia es la primera guía turística de la humanidad.
“El turismo produce relatos pobres y desangelados; eso sí, ha cambiado radicalmente las formas del viaje y ahora se puede conseguir un itinerario presupuestado a la medida de cualquier necesidad: experiencias inmersivas en la jungla, un crucero con científicos a la Antártida o un viaje radiactivo en Chernobyl”, informa. En las páginas de Volver para contarlo, aparecen recuadros donde se reversionan célebres viajes literarios, como los de Alejandro Magno, Marco Polo o Charles Baudelaire, con la lengua universal de la promoción turística.
Aunque muchos relatos de viajes no fueron ideados como literatura -los diarios de Cristóbal Colón, las denuncias de Bartolomé de las Casas, las bitacóras de Fitz Roy- se leen literariamente. “No hay otra manera de hacerlo -asegura Calamari-. Todo lo que se escribe tiene el destino de ser leído, más tarde o más temprano, como literatura. ¿Qué importan las intenciones del autor? ¿Qué importan los géneros? ¿A dónde van a parar los límites entre verdad y mentira cuando aparece la palabra? No dudamos de que el diario que llevó Colón a bordo, el que llevaron Darwin o Sarmiento en sus viajes fueron escritos con cierta convicción de estar apegados a los hechos pero también sabemos lo que el tiempo hace con nuestras convicciones y que lo que hoy parece verdadero no lo será en el futuro. En La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa dice algo así como que la vida es caótica, no tiene principio ni fin, pero sí lo tienen los relatos y eso es algo que hace la literatura”. Como la posibilidad de viajar con un vehículo único: el libro.
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