Anatole Saderman: un extraño en el espejo
Decenas de los más importantes artistas del país le pagaron al célebre fotógrafo con autorretratos que hoy acompañan sus trabajos en el Centro Cultural Recoleta
Ll egaban por la avenida Callao hasta el Jimmy's Bar, entre Charcas y Santa Fe, y subían al estudio del joven inmigrante ruso para obtener lo que pocos ofrecían en Buenos Aires. Lino Enea Spilimbergo, Demetrio Urruchúa, Juan Carlos Castagnino, Raúl Soldi, Antonio Berni y Benito Quinquela Martín, entre otros artistas, sellaron allí desde la década de 1930 una serie de trueques de valor incalculable para la historia del arte argentino.
"A este muchacho hay que darle algo por todas estas fotos", sugirió un día Eugenio Daneri en referencia a los retratos tomados por Anatole Saderman, uno de los fundadores de la fotografía moderna argentina. Y le regaló una naturaleza muerta que iniciaría una colección digna de museo. El gesto de Daneri fue imitado por decenas de pintores y escultores que ofrecieron sus obras como forma de pago a cambio de los retratos de Saderman.
El acopio se expandió con velocidad hasta que el fotógrafo impuso un límite: sólo aceptaría autorretratos de los artistas. Reunió más de un centenar, muchos de los cuales pueden verse hasta el 12 en el Centro Cultural Recoleta acompañados por los retratos de sus autores, con el inconfundible sello del fotógrafo fallecido veinte años atrás: marcados contrastes, una resistencia a embellecer los rostros, la obsesiva búsqueda del espíritu de los retratados.
"Para Anatole", dice la dedicatoria de Carlos Alonso firmada en 1966, debajo de un dibujo que esboza su rostro en pocas líneas y colores, exhibido junto a su retrato en blanco y negro. El ritmo que logra este juego de espejos se detiene en forma abrupta al llegar a grandes maestros como Berni, Soldi y Spilimbergo, ya que la familia no pudo conservar sus autorretratos: algunos se vendieron, otros se arruinaron.
"Dudo de que haya existido una colección semejante en otro país. Pero en conservarla lamentablemente no se interesó ningún museo, ninguna institución, y ésta fue menguando", explica Alejandro Saderman, hijo del fotógrafo, en el impecable libro-catálogo editado por la Fundación Alon. Su presidente, Jacobo Fiterman, impulsó este proyecto para rescatar el patrimonio del olvido y rendir homenaje a grandes artistas de la década de 1960 como Macció, Noé, Gorriarena, Dermirjián. "Eran pocos y estaban vinculados con la bohemia... Era otra época", recuerda con nostalgia. El curador Alberto Giudici coincide al definir esta producción como "el retrato de toda una época, casi heroica, de nuestra evolución artística. Con otros códigos que quizás hoy se extrañan".