Ana Longoni: “El museo debe desplazarse del paradigma de la contemplación”
La investigadora argentina busca aportar vida y diversidad al masivo museo español Reina Sofía, donde dirige las actividades públicas
Apocos metros de su oficina se encuentra el Guernica, de Pablo Picasso; a sus espaldas, la estación de Atocha; tres plantas abajo, el hall que recibió el año pasado cuatro millones de visitantes; en un lateral, la biblioteca donde algunos estudiantes aguardan ingresar a una sala ya completa. Anochece temprano durante el invierno madrileño y la argentina Ana Longoni camina veloz por los pasillos oscuros del Reina Sofía, un edificio de tres cuerpos, de tres estilos diferentes, conectados por ascensores y niveles desiguales, construido sobre la estructura de un antiguo hospital. En ese laberinto, la directora de Actividades Públicas –una de las cuatro inmensas esferas de acción del museo– se mueve como pez en el agua, con una energía que salpica.
Longoni asumió hace un año el cargo en el Reina Sofía, uno de los museos más famosos y concurridos del planeta. Tuvo unas breves vacaciones que hizo coincidir con la muestra curada por ella dedicada a Oscar Masotta, un "verdadero héroe modernizador", que se exhibe hasta el mes próximo en el Parque de la Memoria de Buenos Aires tras haberse presentado en Barcelona y en México.
Bromeaba cuando ingresó en el Reina Sofía sobre cómo iba a "sudaquear" la institución, a dejar una huella con su origen y a plasmar su conocimiento sobre arte latinoamericano. Pero no solo es cierto, sino que además dejará una presencia argentina. Planea trabajar con el archivo de Alberto Greco para una exposición en el museo, donde también se exhibirá otra de Malena Jitrik. Además, ya está abocada con entusiasmo a la muestra itinerante que en 2020 rendirá homenaje al centenario del nacimiento de León Ferrari; será recibida en el Reina Sofía; en el Pompidou, en París, y en Holanda.
Fundadora y líder de la red Conceptualismos del Sur (que alertó hace unos días sobre la venta del archivo de Juan Carlos Romero a un coleccionista privado), Longoni mantiene un fluido contacto artístico desde hace una década con Manuel Borja, actual director del museo nacional con sede en Madrid. "Hay una larga historia de vínculo, de complicidad, de amistad. Excede mi presencia, no es que ahora se inaugura una etapa latinoamericana, sino que se refuerza", explica Longoni, que había participado de la muestra de Roberto Jacoby en 2011 y de la exhibición "Perder la forma humana", en 2012.
"Este es un museo muy masivo –observa–, no solo a nivel de flujo de visitantes, sino también de apuesta que busca un nuevo modo de institucionalidad del museo público y de articulación con el sur, en el sentido de vínculo con América Latina, África y Medio Oriente. Es decir, cómo se piensa ese vínculo desgajándose de una mirada eurocéntrica".
La enorme área de Actividades Públicas que dirige Longoni está compuesta por diferentes departamentos. La investigadora del Conicet y profesora universitaria toma lápiz y papel para trazar un diagrama que explique todas las funciones a su cargo. Primero, la biblioteca y el centro de documentación; segundo, la programación cultural con cine, teoría, seminarios y artes en vivo (danza, música, performance); tercero, programas educativos, y cuarto, el centro de estudios, que cuenta con dos maestrías y una carrera de grado de formación de arte. Aquí hay dos cátedras con impronta latinoamericana: una dirigida por Rita Segato, llamada "Aníbal Quijano", en honor al pensador decolonial peruano; otra, nómade, en conjunto con la Universidad Autónoma de México, que tendrá su primer evento en febrero.
Hay además dos proyectos nucleares en los que Longoni deposita su atención. El primero busca que el Reina Sofía, ubicado en el sur de la ciudad, se integre al barrio para ser "interlocutor de otros públicos". "El museo está emplazado en un barrio con muchísimas colectividades migrantes, con presencia africana y latinoamericana. Me llamó mucho la atención la desconexión total entre el museo y Lavapiés. Uno de los déficits más grandes del barrio es que no tiene espacios verdes y no se sabe que el jardín del museo se puede utilizar como plaza". El segundo proyecto procura que el museo se articule con soltura con otros agentes, como universidades, colectivos y museos de Europa.
El mayor flujo de visitantes del Reina Sofía, señala Longoni, se produce en los horarios y días en los cuales el acceso es gratuito. "Es un dato interesante, porque no es solo un lugar al que el turismo acude para hacer una visita precisa y corta, sino que es un museo que genera una cantidad enorme de composiciones temporales y que modifica y muta constantemente su colección", señala Longoni.
¿Cuál es el modelo de museo para el que trabaja? La investigadora explica que, en afinidad con la gestión de Borja, busca que la colección deje de ser estática para "construir un archivo del común, es decir, que esté disponible para todos y no haya una concepción de lo exclusivo. La idea es desplazarse del paradigma de la contemplación a lugares más activos, interpeladores, críticos".
Por ejemplo, cuenta que se discute en estos días el recorrido feminista del museo y que, como institución, además de atender a las obras de artistas mujeres que posee también debe analizar los vacíos que hay. "¿Qué significa que no haya más obras o determinadas obras? Esos puntos flacos o déficits también son significativos a la hora de ver cómo se han ido componiendo los relatos hegemónicos", observa.
Lejos de toda solemnidad, Longoni deja en el Reina Sofía su impronta latinoamericana, así como una brisa diferente. Da cuatro ejemplos de instituciones pequeñas y potentes que en la actualidad proponen experiencias alternativas dignas de estudio y de aplausos: el Museo del Puerto de Ingeniero White; el Museo Travesti, en Perú; el Museo Salinas, en México, y el Museo del Barro, de Asunción. Lo interesante de estos casos, señala, es que el concepto de museo es un formato atravesado por una voluntad política y poética de conmover.
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