Amena erudición
AURELIA VELEZ Por Araceli Bellota (Planeta)
ESCRIBIO Sarmiento: "Una mujer es madre o amante, nunca amiga; aunque ella lo desee, si puede amar, se abandona como un don o un holocausto. Si no puede, física o moralmente, protege, vigila, cría, alienta, guía". El motivo femenino de semejante reflexión fue Aurelia Vélez, la primera hija, nacida el 8 de junio de 1836, de Dalmacio Vélez Sarsfield y Manuela Velázquez Piñero.
Sarmiento sabía de qué hablaba, naturalmente. Se había casado con Benita Martínez Pastoriza, viuda de Castro y Calvo, un señor cuatro décadas mayor que ella. Todo indica que en 1845, como fruto de las relaciones extramatrimoniales que mantuvieron Sarmiento y Benita (Castro y Calvo, que aún vivía, además era su tío) nació Dominguito, que figuraba como hijo adoptivo de Sarmiento.
Aurelia se había casado cuando contaba diecisiete años, a comienzos de 1813, con su primo Pedro Ortiz Vélez, un médico y político brillante, pero casi cuarentón. El matrimonio duró poco. La noche del 18 de noviembre de 1853, Pedro Ortiz Vélez descubrió a su mujer en situación comprometida con un secretario, el señor Cayetano Echenique, que optó por refugiarse en un ropero. No fue una idea feliz. El diputado Pedro Ortiz Vélez acribilló el mueble y al que estaba adentro. La Sala de Representantes lo declaró demente, viajó al exilio y desapareció del escenario social. Si la causa por homicidio hubiera prosperado, posiblemente Aurelia hubiera sido encarcelada por adúltera. Pero ella regresó a la casa de su padre.
Aurelia Vélez, la amante de Sarmiento es presentado como "una biografía amorosa". Su autora, Araceli Bellotta, logra retratar con amena erudición un romance que arrancó en 1860, superó las amenazas de una amistad imposible (por lo pretenciosa, quizá por lo prematura) y duró tres decadas. Al principio, Sarmiento intentó poner término a esa historia sentimental. Cuando propuso desplazar sus amores al plano amistoso, escribió una carta conmovedora en la cual aseguraba: "Desde hoy, soy viejo".
Las cartas de Aurelia, por su parte, planteaban otra perspectiva: "Te amo con todas las timideces de una niña -le escribió- y con toda la pasión de que es capaz una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creí que era posible amar. He aceptado tu amor, porque estoy segura de merecerlo".
En 1862, al tiempo que Sarmiento era elegido gobernador de San Juan, estalló el escándalo por su adulterio con Aurelia. Entonces decidió separarse de Benita para no "vivir los pocos años de vida que me quedan -escribió a Mitre- envilecido ante mis propos ojos". En 1864, fue designado embajador en los Estados Unidos. Pero la distancia, lejos de debilitarlo, pareció fortalecer el vínculo con Aurelia. Ella colaboró con su padre, que estaba redactando el Código Civil, y se convirtió en una de las principales promotoras de la candidatura de Sarmiento a la presidencia de la Nación.
Bellota aborda con delicado equilibrio las diversas instancias de esta relación atípica para la época, no tanto por su irregularidad, sino por la calidad de sus animadores. Hasta la muerte de Sarmiento, el 11 de septiembre de 1888, a la edad setenta y siete años, Aurelia fue su compañera. Poco después, ella se instaló en Europa. Tenía cincuenta y dos años y era una mujer adinerada. Regresó a Buenos Aires sólo en 1910, cuando un fracaso matrimonial estrepitoso y los amores con un presidente del siglo anterior ya no despertaban interés alguno. Y en ese merecido anonimato, finalmente, habría de vivir, todavía, hasta cumplir ochenta y ocho años.
El libro de Araceli Bellotta es un valioso aporte, no sólo para conocer la biografía de una mujer audaz, inteligente y culta, sino también aspectos íntimos de varios personajes trascendentes del pasado argentino. En sus páginas está el aliento de una época, desde la gobernación de Rosas en Buenos Aires hasta el ascenso del radicalismo yrigoyenista. Y también está la minuciosa evocación de los trabajos y los días de una mujer apasionada. (239 páginas.)
Jorge Landaburu
(c)
La Nación
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