Amalia Amoedo, “embajadora” del arte argentino, recibió el Premio arteba al Coleccionismo
Artista y mecenas con fundación propia, la nieta de Amalita Fortabat recibió hoy la distinción en la feria que continúa hasta el domingo en Centro Costa Salguero; el mes pasado fue declarada personalidad destacada de la Cultura por la Legislatura porteña
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En esa época trabajaba en las radios Horizonte y El Mundo: hacía efemérides, traducciones al español, ordenaba discos, atendía el teléfono y, cada tanto, le acercaba un café a Juan Alberto Mateyko. Amalia Amoedo tenía 19 años y acababa de perder a su padre cuando su hermano mayor, Alejandro Bengolea, le regaló su primera obra: una pintura de Gachi Hasper que aún conserva. Y que definiría su destino como artista, coleccionista, mecenas y “embajadora” del arte argentino.
“Me empezó a invitar a algunas muestras porque yo estaba triste. Me sentí muy cómoda en el mundo del arte, tanto en los talleres como en las inauguraciones, hablando con curadores, con artistas… Dije: ‘Es por acá’”, recuerda en diálogo con LA NACION casi tres décadas después, cuando los reconocimientos confirman que no se equivocó al elegir ese camino.
Semanas después de haber sido declarada personalidad destacada de la Cultura por la Legislatura porteña fue distinguida hoy con el Premio arteba al Coleccionismo, en el marco de la feria que continúa hasta el domingo en Centro Costa Salguero. Organizada por la fundación que ella presidió entre 2019 y 2020 -fue la primera mujer en ocupar ese cargo, y al hacerlo “marcó un hito”, según recordó en el acto de entrega en la feria Facundo Gómez Minujín-, y con la cual sigue colaborando como integrante de su Círculo de Presidentes y su Comité Internacional.
Desde la propia fundación que lleva su nombre impulsa a los artistas de la región -a muchos de los cuales beca y aloja en Casa Neptuna, una residencia diseñada por Edgardo Giménez en Uruguay- y colaboró con la actual edición de la Bienal de Venecia. Integra además los boards consultivos de prestigiosas instituciones como Americas Society, el Pompidou y el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Forma parte además del Consejo de dirección de Colección Amalita, el museo inaugurado por en 2008 en Puerto Madero por su abuela: Amalia Lacroze de Fortabat, una de las coleccionistas de arte más importantes que haya tenido la Argentina.
Allí se exhibe desde la semana pasada Vivir sus vidas, imperdible muestra de Chiachio & Giannone que confirma el enorme talento de los artistas argentinos. Ese dúo creativo de fama global también está representado en esta edición de arteba y en la colección de Amoedo, curada por Laura Hakel y enfocada principalmente en arte contemporáneo argentino y latinoamericano, que abarca unas 650 obras.
Entre ellas Sin título (Ruleta), 1993 / 2018, obra de Omar Schiliro de 1993 reconstruida en 2018 para su primera retrospectiva, Ahora voy a brillar, también en Colección Amalita. Ahora ilumina el living de su casa, donde convive con otras de amigos artistas como Edgardo Giménez, Delia Cancela y Marcelo Pombo. Allí, la pieza lumínica e interactiva aguarda que los invitados aprieten un botón: el resultado de lo que arroja esa ruleta siempre es luminoso y positivo: “amigos buenitos”, “suerte buena” o “viajecito placentero”. “Me tiene que llegar al alma”, dice sobre su criterio a la hora de elegirlas. A continuación, destaca algunas.
- Graciela Hasper, Sin título, 1994
Esta obra de Graciela Hasper es muy especial para mí, es la primera de mi colección. Me la regaló mi hermano, Alejandro Bengolea, cuando tenía 19 años y aún la atesoro. Con los años he adquirido otras obras de esta artista, cuya carrera sigo de cerca.
- Fernanda Laguna, Rayos, 1995
Me enorgullece ser una gran coleccionista de la obra de Fernanda Laguna. Creo que su aporte a nuestra escena, tanto desde su obra como desde los proyectos sociales que impulsa como Belleza Fiorito, es fundamental. Para mí, proyectos así comprueban el poder transformador del arte. Rayos (1995) es una obra muy temprana, llena de emoción, que formó parte de una muestra emblemática de la época titulada El Tao del Arte.
- Marcelo Pombo, Mantel, 1990
Mantel es una obra única, Marcelo la realizó en honor a su madre, utilizando el mantel de su casa, en torno al cual circulaban las actividades de su rutina doméstica. Es un mantel familiar enaltecido, transformado en una festiva obra de arte.
- Marta Minujín, Sin título, de la serie Frozen Sex, 1973-1974
En 2023-2024 tuve el orgullo de prestar esta obra llena de erotismo a la primera retrospectiva de Marta realizada en los Estados Unidos organizada por el Museo Judío de Nueva York. La realizó en Washington D.C. a principios de los años 70. Se encerró seis meses en un estudio en esa ciudad para realizar toda la serie que expuso al año siguiente. Luego, durante varias décadas, las obras no fueron exhibidas. Sin duda merecen un lugar especial en el fantástico cuerpo de obra de Marta.
- Edgardo Giménez, Mueble de la piedra, 1967
Edgardo Giménez suele decir que “el arte te salva”. Yo creo lo mismo. Esta obra es una de varias del artista que existen en mi colección, convivo con ella diariamente y es muy querida por toda mi familia. Es como un tótem que nos protege. El año pasado formó parte de su retrospectiva en el Malba, junto con la maqueta de Casa Neptuna (2022), el modelo a escala de la casa que le comisioné para alojar la residencia de artistas de la Fundación Ama Amoedo en Uruguay.
- Delia Cancela, Corazón y moño, 1964-2018
Con Delia Cancela nos unen dos pasiones: el arte y la moda. Admiro su trabajo enormemente, ha marcado un camino en la vanguardia desde los años 60 llevando sus obras de arte y sus diseños, junto con Pablo Mesejean, a todo el mundo.
- Elda Cerrato, Maternidad, 1971
Esta obra de Elda Cerrato se encuentra actualmente colgada en la exposición Extranjeros en todas partes de la Bienal de Venecia. Su curador, Adriano Pedrosa, estuvo el año pasado recorriendo mi colección en Buenos Aires y la seleccionó personalmente. Como coleccionista es un gran honor poder compartir con el mundo el talento de esta artista, docente e investigadora tan importante en nuestra historia, pero aún no tan conocida como debiera serlo. Es una obra muy especial, que reflexiona sobre la maternidad de una forma abstracta y universal. Con sus dorados, tiene algo divino.
- Santiago Garcia Sáenz. Adoración del niño Dios, 1997
Santiago García Sáenz fue un gran artista y, en lo personal, un gran amigo. Siempre admiré su pintura evocativa y vaporosa, tratando temas vinculados a las pasiones de la humanidad. En esta obra traspuso la escena bíblica de la Adoración a la Ciudad de Buenos Aires. Para mí, está llena de esperanza. En 2021 fue expuesta en su retrospectiva en Colección Amalita, titulada Quiero ser luz y quedarme.
Paola Vega. Sin título, 2018
La obra de Paola Vega me transporta directamente al universo de la pintura, un espacio que amo y que, como artista, también comparto. Esta pintura monumental se encuentra instalada en uno de los techos de mi casa, como si fuese el cielorraso de un ambiente barroco. Me enamoré cuando la vi. Un dato divertido es que muchas veces me preguntan si la comisioné especialmente para mi casa... ¡y al contrario! Cuando la diseñamos, adaptamos el techo a la pintura.
- Marcia Schvartz, Canto Trentesimosecondo - Oí que me decían: “Pisa con tiempo”, 2018
Admiro mucho a Marcia Schvartz. Creo que es una de las grandes pintoras argentinas y tuve el lujo de formarme en su taller. Esta obra inspirada en la Divina Comedia de Dante Alighieri tiene un potencial impactante.
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