Alta Fidelidad. Trumpamérica: Beatles y Tik Tok afuera
En 2020, el mundo resignificó la ergonometría fabulosa de Auguste Rodin de la peor manera posible. En los partidos de la Premier League inglesa, antes de que el árbitro de la pitada inicial, hemos visto a los 22 jugadores flexionar su cuerpo apoyando una rodilla en el suelo para contraer la cabeza en un gesto que podría pasar por meditativo pero no. Es la posición fatal (el otro extremo de fetal) de George Floyd, el hombre negro asesinado brutalmente por la policía de Minneapolis el 25 de mayo al que se le escuchó suplicar: "I can’t breathe" (no puedo respirar). El brutal e injustificable ensañamiento de un policía blanco contra un hombre negro desató un vendaval de protestas callejeras que derivaron en una furia inonoclasta contra monumentos y estatuas a lo largo de los Estados Unidos y Europa. En su raid destructivo la furia se llevó puesta hasta las figuras de Cristobal Colón, en una suerte de revisión del descubrimiento mismo de América. La crónica de la destrucción sirvió para iluminar a Kehinde Wiley, un joven artista que supo retratar a Obama, que con su escultura "Rumores de guerra" reemplazó en 2019 las imágenes ecuestres de 1800 militares confederados por un joven afro de dreadlocks montado a caballo. Si #Blacklivesmatter va a tener una manifestación artística representativa que sea esta pues.
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Pero la fiebre iconoclasta no se detuvo en los monumentos que reflejaban un relato colonial de Occidente sino que llegó hasta la historia más reciente, la de la cultura pop. Así, en la actualización 2020 de los 500 mejores discos de la historia según la revista Rolling Stone fueron descabezados del primer puesto Los Beatles con Sargeant Pepper (1967), número uno en la encuesta original de 1987 y en las subsiguientes de 2003 y 2012.
"Pepper" puede no haber sido el mejor disco de Los Beatles pero fue más: la cristalización del pop como vehículo conceptual para traficar influencias que podían suturar distancias entre la cultura alta y la popular. Una foto eterna de la revolución cultural de los 60. Como los militares confederados, Colón y hasta ¡Cervantes! en los Estados Unidos de Trump, donde se fomenta el odio desde el Despacho Oval, Los Beatles fueron finalmente descabezados. La encuesta (donde votan músicos, críticos, productores y demás actores de la industria) hizo retroceder al icónico Sargeant Pepper (cuya tapa se resignifica e interviene tanto como las imágenes del arte clásico) al puesto 24. ¿De veras hay 23 discos que hayan sido capaces de captar mejor un momento del mundo? "Pepper" lo sigue haciendo solo que ahora no por sus virtudes estéticas sino por este descabezamiento a tono con el presente. Y así como Kehinde Wiley puso por primera vez a un joven negro a caballo en un pedestal (apropiándose de un género pensado por y desde el poder imperial) el primer lugar de la lista quedó en 2020 para "What’s Goin’ on" el magnífico opus de Marvin Gaye con el que el soul (el pop negro) ensanchó su horizonte artístico y temático. Editado en 1971, pareciera escrito para hoy en su ruego por detener el odio entre hermanos y la devastación de la tierra o más bien como si a pesar de haber vendido millones desde su lanzamiento (fue el primer álbum de un solista en colocar tres canciones en el top ten) nadie lo hubiera escuchado en serio. Su encumbramiento no puede pensarse fuera de los Estados Unidos de 2020 desde el momento en que "What’s goin’ on" sobre la que pivotea todo el disco (tan conceptual como "Pepper") fue compuesta por Renaldo Benson tras presenciar una escena de abuso policial en mayo de 1969 durante una manifestación anti-Vietnam (guerra en la que peleaba uno de los hermanos de Marvin Gaye). "Cuando miro el mundo alrededor siento una enorme pena, los niños de hoy serán los que sufran mañana" lo escuchamos cantar ahora mismo en Buenos Aires, Argentina, donde el índice de pobreza ha trepado a niveles obscenos y las postales de sierras en llamas no son la amenaza sino la realidad del destrato a la tierra. Quizás sea cierto, entonces, que What’s goin’ on, un disco soul afroamericano, esté hablando mejor sobre el presente que "Pepper". No solo por el caso Floyd que es el síntoma de una fractura interna en los Estados Unidos cuya profundidad apenas divisamos sino también por nosotros, los del patio trasero que, como Gaye, rogamos por más "Mercy" ("misericordia").
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El descabezamiento de "Pepper" de la lista de los 500 discos de Rolling Stone es insignificante para los centennials, para quienes la música ya no ocupa el centro de la cultura joven como lo fue en las cuatro décadas previas. Aún cuando una mayor proporción de artistas contemporáneos de hip hop en esta actualización se acerque a ellos, es en la evolución de la tecnología digital (la idea de "herramientas" ya no es pertinente) donde se está larvando el sucedáneo de la cultura pop tal como la conocimos. La guerra comercial entre Estados Unidos y China dejó, en ese sentido, un hito cultural con la amenaza de Trump de prohibir la descarga de TikTok, la app china que se propagó por todo el mundo tal como el rock & roll norteamericano lo hizo entre fines de los 50 y principios de los 60. Sesenta y cinco años después parece la imagen invertida de la historia. El rock & roll era entonces la "distracción capitalista" que el bloque comunista censuraba y ahora los roles se invirtieron. Por las razones que fueran, Trump (si logra imponerse a la justicia) estaría impidiendo que 18 millones de estadounidenses usaran la app: más de la mitad de ellos ni siquiera llegan a los 15 años. La edad promedio de los fans del rock & roll y Los Beatles en sus días originales. En China, el rock tardó más de treinta años en ser aceptado y su cultura tiene el nombre de yaoung pero pareciera más acertado decir que la versión definitiva es esta: la de una app que el presidente en ejercicio de Estados Unidos considera una amenaza para la seguridad de su país. TikTok, ¿rock alrededor del reloj?
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