Alta Fidelidad. Susana, Wanda y los Talking Heads: ¿la vanguardia es así?
Del reestreno en cine de “Stop Making Sense”, el concierto de Talking Heads que Jonathan Demme filmó en 1984, al paso de Wanda Nara por el living televisivo local más famoso
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“(…) Y me fui al cine a ver una de terror”, cantaba como despeinado y subido a una Siambretta Pipo Látex o Cipollati en 1982 y en 2024 le toca a Dillom (el diamante noir de su generación) repetir esas palabras en una versión junto a Santiago Motorizado sobre la que se volverá (a favor del spoiler, siempre) en la próxima columna.
El martes, como el personaje del rockito de Los Twist, me fui al cine a ver una de vanguardia. Bajo un sol tremendo, me encerré por una hora y media con desconocidos a ver el reestreno (estreno absoluto en mi caso que solo la había consumido en cientos de horas de VHS y video-bares) de Stop Making Sense, el concierto de los Talking Heads que Jonathan Demme (director de Philadelphia, para que le tomen el peso) filmó en 1984, la cifra orwelliana. Entre las 18 y las 19.40, como con las mejores películas, no había otra realidad posible que eso que pasaba en la pantalla y la acción hiperkinética y las “canciones sobre edificios y comida” del joven David Byrne volvían para reclamar un lugar muy alto en el olimpo de la cultura pop que les es negado por el pecado ominoso de ser una banda arty. ¿Y qué?
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Hace cuarenta años había una banda de rock new wave como esta que convertía el funk de James Brown en el zumbido más penetrante de toda Manhattan y que, sí, usaba las armas del arte, para intercambiar las funciones de la mente y los pies. Si Brown era “El reverendo” o Il Padrone del soul, Byrne, en ese traje oversize que no para de crecer, se veía entonces -y ahora, en el cine- como un testigo de Mc Luhan vendiendo el evangelio de la telecomunicación y la aldea electrónica puerta por puerta.
El éxtasis no impide el concepto es el mantra por detrás de toda la obra de Talking Heads. Y hace cuarenta años, este grupo spoileaba su propio concierto. Nada de telones o luces apagadas. Nada. El escenario pelado, los plomos trabajando como actores (todo como en las puestas hiperrealistas de Mariana Tirantte), la estrella llegando antes y presentándose como si fuera a probar suerte en un casting con un grabador doble casetera y una guitarra acústica. Spoileo pero no tanto: canta la versión unplugged (antes de que MTV hiciera del fogón un sub género de la televisión) de “Psycho Killer” (1977).
Cuarenta años después, el espectáculo (ir al cine) incluye un aviso en el que en un español neutro de GPS se nos pide que mantengamos el celular apagado y que, por favor, no vayamos a spoilear la película. En medio de la estética de la expectativa (shorts, trailers, micropublicidad viral en IG o Tik Tok más esmerados que la obra), Talking Heads vuelve con este show filmado como ninguno nunca jamás en el que toda esa energía se disipaba e invertía.
La oscuridad solo llegaría al final con ese gesto con el que Byrne anticipó la distopia de Truman Show de Peter Weir (bueno, los Heads tenían su propio Weir: Alex, un guitarrista afro cuyo rasguido funk sacachispas estremece). Canta él eso de “Stop making sense” (la traducción “deja de tener sentido” se revela insuficiente), se lo hace cantar al público y luego se vuelve contra la cámara y nos apunta, nos intima, a cantar por dentro también eso. Lo que Charly/Say No More tradujo como “la entrada es gratis; la salida…vemos”. Con esos neones en el estilo del minimalista Dan Flavin como toda luz de emergencia sobre el escenario.
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Pero esta película de Talking Heads ya la había visto el domingo. Por la noche, mamá mira el programa de preguntas y respuestas y después a la diva de su generación que debutó en Tiro de Gracia, una película de culto de 1969, cuya ideología (desmontar el espectáculo) está más cerca de Stop Making Sense que de su eterno y resonante living. Esta noche toca Wanda con Mauro, Elián (una forma de hacer más elegante o susano a L-Gante), la China y toda la banda. Y en medio del monólogo de la celebritie …¡zas! La vieja y oscura vanguardia hace su trabajo. Animada por un ventrílocuo inmiscuido en la proyección inabarcable del chisme, Susana le dirá a Wanda: “No mires la tele”. (Y no hay remate posible ante semejante desliz conceptual).
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