Alta Fidelidad: Messi, el último día de Marcel Duchamp y una novela inglesa para la pulga argentina
En mi biblioteca he despejado un lugar especial para ediciones olvidadas, esas a las que muchas veces llego por las ilustraciones pulp de sus tapas o algo en el título que resuena con mi historia o alguna circunstancia del presente. Muchos de ellas (una misión: salvar ejemplares de la colección Salvat) tienen cualidad de objet trouvé. No se los compra con la ansiedad de zambullirse en la lectura sino porque está bien que estén ahí, con los que llegaron antes, y en ninguna otra parte. En tiempos mundialistas, al pasar distraído por una librería de usados de la avenida Boyacá que deja sus saldos al calor Qatar de la calle, la panorámica del ojo capta una ilustración propia del cine de los años 40 que se destaca de libros más bien grises (Austria: su industria en números, cosas así). Hay un interior del estilo de Hopper, una escena de un beso romántico y un rostro enigmático del que cuelga una pipa. Pero lo que termina por rescatarlo de ese destino de indiferencia absoluta es el título: La canción de la Pulga (The song of the flea, 1948). No sé nada de Gerald Kersh, su autor, pero la asociación con Messi es inevitable.
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Vía Mansalva, se editó la primer traducción al español de El último día de Duchamp. Como advierte el artista-escritor Fabio Kacero en el postfacio del libro se trata de un subgénero de la biografía. “Ni infancia, ni juventud, ni madurez, ni vejez del relato de una vida, solo su fin, su desenlace, su último día: este es el reducido objeto biográfico que escoge Donald Shambroom para escribir sobre Marcel Duchamp”. Shambroom (que vive en Massachusetts) comparte con Kacero el recurso multidisciplinario, pero su breve ensayo es tan importante como la detallada investigación desplegada por el autor con un apellido digno del surrealismo: ¡La escoba impostora! Al punto que si hubiera una antología del paratexto argentino tendría su lugar asegurado. El gran logro de Shambroom reside al fin en publicar por primera vez la foto post-mortem que Man Ray tomó de su amigo dadaísta apenas unas horas después de su muerte, tranquila, infraleve, en el baño de su casa en París en la madrugada del 2 de octubre de 1968. Marcel Duchamp en su lecho de muerte (1968) está firmada por Man Ray pero nunca fue mencionada en su corpus de obra y Shambroom la rescató como documento del archivo del Getty Research Institute en 2011. Para el autor es todo un misterio (uno más en el inventario de enigmas duchampianos) saber si hubo un acuerdo entre los artistas para ejecutar esta obra en colaboración póstuma. Y le toma todo un capítulo reflexionar sobre la distinción entre obra y documento. Kacero va al punto: la foto es el último ready made de Duchamp, entre vivo y muerto. En ese último día, obra de arte o partida de ajedrez que había empezado con una visita a la librería Vuibert en el boulevard Saint Germain.
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El género “reducido objeto biográfico” reaparece esta semana el Salón Nacional de Artes Visuales donde el primer premio de pintura no adquisición fue para Rodolfo Santiago Marqués con, atenti, Panorámica simétrica del último día de Rodolfo Walsh (2020). Una pintura-objeto donde se entreveran una marquetería barroca con una tempera sobre cartón que alude desde el sinsentido del surrealismo (o el pop al estilo de Tom Wesselmann) al asesinato y desaparición del autor de la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. En su libro Shambroom dice que lo que distingue a la obra de un documento es que “el arte se muestra, quiere que se vea”. Así es que esta sorprendente pieza de Marqués captó mi ojo en un posteo de W, su galería. Lo mismo creí siempre de la carta que Walsh fue dejando en buzones, menos documento que parte de su narrativa (crónica o ficción) tensada al extremo de lo real.
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“A mí me gustan mucho los escritores ingleses de entreguerras. A Gerald Kersh se lo puede ubicar en ese conjunto. Tiene una obra muy extensa y lo único que leí de él hace tiempo es justo esta obra. Historias de personajes excéntricos, alcoholismo, criminalidad y bohemia. Junto a Julian Maclaren-Ross, Patrick Hamilton y Alexander Baron forman el grupo (lo de grupo es entre comillas) de escritores del Soho o Fitzrovia, en contraposición al grupo de Bloomsbury. Resumiendo mal y pronto sería como una suerte de nuestra Florida y Boedo”, responde a mi posteo en IG el voraz lector @esbitesnik del Museo de la Lengua. Apenas advertido por el rabillo del ojo el libro de Kersh había subido una foto de su tapa jugando con la posibilidad de que, por su título, fuera un posible “reducido objeto biográfico” escrito 72 años atrás para, como la obra cómplice entre Duchamp y Man Ray, activarse mucho después. Ahora mismo cuando necesitamos que las defensas rivales bailen la canción de la pulga o el Messi ready made.
(Esta columna fue escrita y enviada con total incertidumbre en la previa de Argentina-Holanda)
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