Alta Fidelidad: la pasión según Madonna y la subasta de las fotos de Sex
Con el paso del tiempo, la función del erotismo en su vida también se ha trastocado: la recaudación del remate de las famosas imágenes explícitas de Steven Meisel será a beneficio de Raising Malawi
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Según se pudo observar en los últimos Grammy, el tiempo dejó una marca impiadosa en Madonna, cuyo trabajo de mantenimiento sobre un cuerpo de Afrodita parecía interminable. El esplendor de su atractivo sexual y de su agencia provocativa ha pasado entonces de los dominios de la cultura pop al mundo bastante más exclusivo de las subastas de arte.
Una semana atrás, la diva posteaba en su cuenta oficial de Instagram una de las fotos que Steven Meisel le hizo para Sex, el coffee table book más vendido de la historia editorial. Era para anunciar la subasta del 6 de octubre en Christie’s Nueva York de 40 de las imágenes que calificaban como arte erótico, pero eran parte del lanzamiento de Maverick, sello y nodo de entretenimiento de la estrella, junto con el álbum Erótica.
Pero la vida digital se revela tan pudorosa como las librerías donde a Sex había que ir a pedirlo como algo al borde de lo prohibido. No lo exhibían y cuando lo traían, a cambio de 500 dólares se recibía un objeto sellado en celofán. La foto que Madonna eligió para dar la noticia de la subasta, que se repite en el comunicado de Christie’s, es apenas un atisbo, una sugerencia de una futura escena de sexo sadomasoquista. Debe ser de lo menos erótico del complejo Sex-Erotica, con cuya música dance-pop insinuante y videos que acercaban MTV al canal Venus, Madonna llevo más lejos que nadie (hombre o mujer) los límites de la música pop como sublimación del sexo. Es el tipo de imagen que Instagram le permite postear a riesgo de ser bajada por la plataforma como pasaría con cualquier usuario que publicase un desnudo. En ese sentido, las redes cumplen con aquello que Warhol decía sobre la esencia democrática de la Coca Cola: no había una más cara o distinta ni siquiera para Liz Taylor.
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“Hace treinta años publiqué un libro llamado Sex que incluía fotos de hombres besando a otros hombres, mujeres besando a mujeres y yo misma besando a todo el mundo. En el también escribía sobre mis fantasías sexuales y compartí mi punto de vista sobre la sexualidad de forma irónica”, había escrito Madonna, coleccionista consumada de arte moderno y contemporáneo, cuando inició esta fase con una muestra de las fotos de Meisel en Art Basel Miami de 2022. Con razón, la chica material que abrió las puertas del pansexualismo y se convirtió en madrina de todas las diversidades reclama haberse adelantado a un tiempo en el que Cardi B, Miley Cyrus o influencers como Kim Kardashian hacen de su sexualidad un símbolo de empoderamiento. Para Sex, Madonna actuaba el personaje de Dita, en abierto homenaje a la actriz alemana Dita Parlo que había brillado sobre todo en el film L’atalante (1934) de Jean Vigo. Así se establecía una genealogía que iba de los principios del cine a la estética posmoderna del videoclip. En el medio se pierde un eslabón criollo.
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En 1972, el editor Jorge Álvarez y el productor discográfico Billy Bond (La Pesada) hicieron un disco a pedido para la vedette Jorgelina Aranda. A diferencia de Madonna, la chica no podía cantar, pero tanto como ella susurrar, gemir y seducir desde un micrófono. Bond entonces imaginó una suerte de álbum soft porno, en el que Jorgelina se comunicaba por teléfono (los de disco, claro, con su propia sonoridad) con un amante (el que ponía el LP). Se oía una tormenta, ruidos de hielo en un vaso de scotch, la chispa de un encendedor prendiendo un cigarrillo y, de fondo, músicos de jazz improvisando algo cool, suave, relajado. El disco, hoy inhallable, nunca fue reeditado y se llamo Erótica. Tal como el nombre que Madonna (que, por supuesto, nunca supo de Álvarez, Bond o Aranda) pensó para su provocativo quinto álbum veinte años después. Felina, Jorgelina Aranda sobresalía en la televisión blanco y negro como la secretaria más sexy de Roberto Galán en un programa destinado al futuro del consumo irónico: ¿Yo me quiero casar y usted? Lo que Madonna tampoco nunca pudo saber es que el latiguillo del conductor (un personaje de antiguo varieté) se parecía bastante a esa descripción suya de “y yo besando a todo el mundo”. En tiempos violentos, y no porque fuera un hippie ni mucho menos, Galán pedía a su audiencia: “Hay que besarse más”.
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Con Madonna ya no hay escándalo posible (excepto el paso del tiempo) y está bien que así sea. Si en 1992 escenificó el fetichismo y el morbo que alimentan la pulsión sexual ahora deja que el coleccionismo fetichice aquellas imágenes como mercancía de lujo: arte. La función del erotismo en su vida también se ha trastocado. Todo lo que se recaude en esta subasta estará destinado a su fundación Raising Malawi que asiste a la infancia de uno de los países más pobres del mundo en el corazón de África. “Like a Virgin” podría ser ahora, en esta nueva fase de la estrella, un canto a la piedad.
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