Alta Fidelidad. Guerra al realismo: el regreso del Libertador de la ficción
Dirigido por Leopoldo Torre Nilsson, “El santo de la espada”, el film basado en el libro de Ricardo Rojas de 1933 se puede ver por YouTube: para ir del cine a la historia ida y vuelta
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Con Güemes de testigo, Belgrano (Alfredo Iglesias) le dice a San Martín (Alfredo Alcón) una frase que resuena en el siglo XXI antes como lengua perdida que arcaísmo. “¿Qué dirán en Buenos Aires de esta manera tan plebeya de parar a los godos?”. ¿Godos? Solo el recuerdo de la magnífica entrevista de María Esther Gillio a Borges para el semanario uruguayo Marcha, compilada por Ediciones de la Flor (Personas y personajes, 1974), hace que la ironía de Belgrano me sea comprensible.
En dos visitas Gillio había conseguido llegar muy lejos en los sentimientos y la memoria del escritor que respondía, o a veces ni siquiera, con su madre como testigo. Es en un ida y vuelta sobre sus ancestros que Borges le refiere a Gillio sobre el disgusto que le causaban a su abuela “criolla” los españoles. Le dice que los llamaba con desprecio “los godos”, tal cual lo hace Belgrano a San Martín en esa escena de El santo de la espada (1970), en la que se recrea la posta de Yatasto y la decisión de encomendarle a Güemes el escuadrón que pasaría a la historia como “La guerra gaucha”.
Dirigido por Leopoldo Torre Nilsson, el film basado en el libro de Ricardo Rojas de 1933 fue subido otra vez a YouTube hace una semana tomado de una emisión del canal del INCAA. Es interesante el momento en el que este drama histórico vuelve a estar online: entre la aparición del retrato consagrado del Libertador en el tanque Oppenheimer y el revisionismo libertario ensañado con su memoria. Para ir del cine a la historia ida y vuelta: del hongo atómico a Texas Chainsaw Massacre (1974) remixada por la lengua popular como “El loco de la motosierra”.
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Como bien documenta la historiadora Laura Malosetti Costa en Retratos Públicos (FCE, 2022) el retrato en el que San Martín se parece más a Rodolfo Bebán que a Alfredo Alcón permanece en el anonimato. El cameo que tiene en la tensa reunión entre Oppenheimer y el presidente Truman tras la criminal operación atómica sobre Japón vuelve a instalarlo como su forma definitiva. Aquella, siguiendo la investigación de Malosetti Costa, con la que su familia quiso que fuera recordado en un sistema de negociación entre los acervos familiares y el Estado. Fechado entre 1827 y 1829 en Bruselas apenas si puede determinarse que le fue encomendado a la maestra de dibujo de Merceditas siguiendo la iconografía napoleónica (“Napoleón en el puente de Arcole”, Jean Antoine Gros, 1801). Malosetti arriesga la hipótesis de que el óleo conocido como “De la bandera” pudo ser ejecutado por la misma Merceditas que eligió depositar la autoría en esa maestra belga sin nombre. Y deja la incógnita abierta a futuros estudios técnicos que comparen este retrato con una copia que Merceditas entregó al Club del Progreso. Acaso así aparecería la firma de una imagen que Hollywood puso en rotación global en 2023.
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La pregnancia iconográfica del retrato “De la Bandera” es tal que hasta fue atravesada por el lenguaje visual de la publicidad y el pop art, tanto como la imagen del Che de Korda. Aunque la película haya mantenido un riguroso sesgo de epopeya histórica (en un elenco tan patrio que hasta la tenemos a Mercedes Sosa cantando) es en el afiche donde la obra de la maestra belga (¿O Merceditas?) es reelaborada.
Encargado de la imagen promocional, el diseñador gráfico Guillermo González Ruiz dio con la clave de la inmortalidad del héroe de nuestra independencia. Siguiendo la línea de Warhol hizo del personaje de Alfredo Alcón un ícono technicolor super-pop que llega al siglo XXI con mayor potencia estética que la película. Como si el diseño de González Ruiz (que constela con el que Oscar Smöje hizo para la edición argentina de Pomelo de Yoko Ono) hubiera dejado su función de comunicar para sumarse a la galería de retratos de San Martín. ¿Pero quien está ahí no es el General sino un actor? Y sí. Que mejor que la ficción para derrotar a las fuerzas del realismo. Godos go home.
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