Alta Fidelidad. Gente que no, Yente que sí: el arte de quemar toda su obra hasta convertirla en cenizas
De Marta Minujín a una joven Ornella Ruíz Díaz que parece salida del Di Tella, la saga de mujeres artistas que destruyeron con fuego su trabajo es digna de un repaso histórico
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Observemos la escena. La artista es joven, tiene menos de 30 años. Con ese corte garcôn expandido, el vestido estilo courreges y los aros no desentonaría en aquella tapa de la revista Primera Plana que consagró al grupo pop en agosto de 1966. Sí, se llama Ornella Ruíz Díaz (entre el Festival de San Remo y Catupecu Machu) y podría ocupar el lugar que en aquella foto que simulaba un trencito carioca tuvieron Delia Cancela, Dalila Puzzovio y Susana Salgado. Pero la imagen es de hace apenas una semana, abril de 2022, en un callejón perdido de La Paternal que fue cerrado para que Ornella llevara a cabo su Burn Art Show, como lo estuvo promocionando en Instagram los días previos. El anglicismo en realidad es un argentinismo arty: mujeres artistas que destruyen y queman sus obras. Ornella hizo cerrar la breve calle Balboa para montar sus obras circulares de abstracción pop y con una varilla embebida en fuego (lo que 60 mil personas le vieron hacer a Gene Simmons en el último show de Kiss el sábado 23) quemarlas hasta convertirlas en cenizas. Sí, ella es una modette que parece habitar el futurista 66, pero vive en el retrofuturista 2022 donde mudó su producción al incierto mundo del criptoarte. Sus cuadros quemados en La Paternal son ahora NFT.
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Si hay una artista que merecía ser visibilizada en este zeitgest feminista esa es Eugenia Crenovich, una hija de inmigrantes rusos conocida como Yente cuya obra se desarrolló a la sombra de su pareja, el más expuesto Juan Del Prete. La muestra Vida Venturosa (Malba), que se propone mostrarlos en la genealogía de Cancela-Mesejean y Mondongo es, sobre todo, una revaloración de Yente como dispositivo mutante y con un impacto estético que en muchos pasajes de la historia de la pareja (y del recorrido de la muestra) está unos centímetros por encima de él. Un dato la trae al presente rabioso: en los años 40, Yente destruyó (no sabemos si acudió al fuego purificador) toda su obra previa: tabula rasa y un libro de artista llamado Circo que no merece otro calificativo que prodigioso. Las ilustraciones de formato pequeño pueden ser de 1941 o de principios de los 90 en la galería del Rojas o, después, en Belleza y Felicidad: timeless. Pero ese gesto de artista mujer destruyendo toda su producción causa el efecto inverso sobre la modette centennial: Ornella podría estar en 2022 tanto como en 1940.
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Claro que entre la destrucción de Yente y la de Ornella está la vera “Destrucción”: el happenning en el que una joven Marta Minujín quemó toda su producción pictórica en el Impasse Roussin de París. Su Burn Art Show de junio del 63 dejó un álbum de fotos en donde lo estrafalario roza el ritual satánico. Ese primer plano de Minujín riendo ensimismada con las llamas de fondo es la venganza de Juana de Arco y un anticipo de la estética gótica de Black Sabbath siete años después. “Y llegó el gran día, cité a todo el mundo en el Impasse. Ya en galerías y museos había puesto anuncios del happening y gran cantidad de gente se mostró interesada y vino a la destrucción. Seguidamente tomé una garrafa con nafta y unas antorchas y rocié las obras mientras el verdugo proseguía a los hachazos y mis amigos se alejaban, acto seguido solté los 500 pájaros al aire y largué los 100 conejos entre la audiencia y con la antorcha encendida prendí fuego las obras, una a una”, había escrito Marta. Sin animales, esta vez, la joven Ornella que se viste como una chica Di Tella repitió el gesto extremo de Minujín casi como si se tratara de una disciplina más de las Bellas Artes: la destrucción. Y más atrás aparece Yente. Otra que sí, que se atrevió a la autodestrucción, con tanta gente que no.
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