Alta Fidelidad. El tango visual de Piazzolla: misterios del archivo en el verano porteño
“Astor y Dede pasaron su noche de bodas en el City Hotel, pero no sé nada de ese evento”, contesta vía Whatsapp María Susana Azzi, coautora junto a Simon Collier del ineludible Ástor Piazzolla: su vida y su música. El evento al que se refiere la biógrafa del compositor argentino más tocado en el mundo es todo un misterio. Sucedió las noches del 8 y 9 de agosto de 1964 en el City Hotel de la calle Bolívar 160 con el auspicio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (dirigido entonces por Hugo Parpagnoli) y acaso sea eso lo que lo rescata del olvido en el segundo subsuelo del museo una tarde de verano casi sesenta años después.
En la voluminosa carpeta donde quedaron archivados catálogos, invitaciones, recortes de prensa y comunicaciones internas de ese año se hace lugar, de pronto, como una curiosidad en medio de la materialidad frágil de la historia del arte argentino en años de aceleración, este modesto desplegable. Es el programa de mano del así llamado Recital Audiovisual 64 que presenta a Ástor Piazzola (quinteto), Osvaldo Romberg (imágenes proyectadas) y Bud Shank (su cuarteto). Ni la voluminosa biografía de Piazzolla ni el sitio web de Romberg (1938-2019) dan cuenta de estos recitales en el City Hotel compartidos con Shank, uno de los jazzman estadounidenses con los que Ástor supo entreverarse. Pero si el vínculo con el jazz no es nada nuevo (una entrada de Flickr registra el encuentro con Shank en flauta traversa) sí resulta toda una sorpresa esta colaboración con el arte joven de los 60.
****
“La experiencia vital contemporánea está alimentada (más que en ninguna otra época) por la inseguridad diaria (…) La improvisación tiene un papel preponderante puesto que en cada instante ignoramos el futuro y debemos intuirlo. De esta manera la sensación se acrecienta y el público se ve envuelto en una atmósfera que en cierta medida lo representa. Mi intención es crear diferentes secuencias visuales para que los solistas se vean influenciados; a su vez el ritmo y las variaciones de mis imágenes se verán modificadas por lo que la música me provoque”, escribió Romberg en el programa del Recital Audiovisual. Por entonces tenía 25 años había estudiado arquitectura en la UBA y servido como reservista en el ejército israelí. Es imposible saber qué es lo que proyectó esas noches (se supone que en diapositivas) pero en cualquier caso la experiencia resultaba tan novedosa que solo sería nombrada como “light show” a partir de 1966 a medida que la psicodelia avanzaba sobre la cultura pop.
Leer lo que dice Ástor de Romberg abisma el misterio: “(…) El ejecutar en base a imágenes visuales que no conozco y que además cambiarán de acuerdo a mi música será para mí una nueva sensación”. Si Jackson Pollock se dejaba ir en sus salpicones siguiendo el algoritmo de Charlie Parker acá el bandoneón de Piazzolla se alteraba con el sensor de un nuevo pintor que terminaría consagrado como conceptualista y como el primer artista vivo invitado a exponer en el archivo de la Bauhaus en Berlín. Es muy poco lo que se muestra de Romberg antes de sus años conceptuales, pero se sabe que no entró en el vértigo de los 60 por el informalismo sino por el camino del arte geométrico. Por la foto que da testimonio del cruce entre el Quinteto y el grupo de Shank las imágenes fueron acaso proyectadas contra el público en una sala pequeña del hotel. Quién sabe. Lo cierto es que Romberg le dedicó a Piazzolla una serie de ocho pinturas de 40 x 35 en 2011. Todas se llaman Ástor Piazzolla y tienen un mismo patrón con ligeras alteraciones. ¿Y si acaso estuviera en estas pinturas la evocación de la experiencia del City Hotel en 1964? Tango, rebelión y vanguardia habría que decir parafraseando el título del ensayo impar de Noemí Ulla.
*****
Ahora, con este antecedente, se entiende mejor aquella hoja mecanografiada que había aparecido en la carpeta de “Proyectos” del CEA (Centro de Experimentación Audiovisual), parte del archivo del Di Tella alojado en la UTDT en el otro extremo de la ciudad. “Siempre Buenos Aires”, firmado por Piazzolla, el guionista Carlos del Peral y el cineasta Rodolfo Kuhn se vende en ese texto (¿lo habrá tipeado él?) como una obra total en la que Ástor presentaría ocho tangos nuevos. Es igual de misterioso saber si quedaron en la nada o son algunos de los que compuso hacia 1968 cuando se puede inferir que esta hoja llegó al escritorio de Pussy, la secretaria de Roberto Villanueva. Poco tiempo después, el 17 de agosto de 1972, su Conjunto 9 llegaría al Colón en una noche memorable salvada por el archivo sonoro del teatro y desde diciembre disponible en las plataformas digitales. Se espera que en lo que resta de 2024 sea editado en lo que el siglo XXI llama “formato físico”. Pronta entrega por favor.
Temas
Otras noticias de Arte y Cultura
- 1
El director del Museo de Bellas Artes actúa en “Queer”, la adaptación de la novela del ícono contracultural William Burroughs
- 2
Murió Beatriz Sarlo a los 82 años
- 3
“Blackwater”: la saga matriarcal de terror gótico que es un fenómeno global
- 4
El legado de Beatriz Sarlo se define entre el exmarido y los discípulos de la intelectual