Alta Fidelidad. De Charly García a los primeros pintores salvajes de Nueva York
"Era un pibe alto y flaco. Andaba siempre con unos jeans y borcegos. Un punk. No se veía gente así, me lo acuerdo perfectamente", dice en la galería Cosmocosa el artista Diego Fontanet, una especie de pen drive viviente del underground de los 80. Fontanet, el memorioso habla de David Wojnarowicz (1954-1992), artista que hoy ocupa las salas principales del Whitney Museum de New York con una muestra retrospectiva: History keeps me awake at night (La Historia me mantiene despierto por la noche). Haciéndose eco de esa muestra y de otras donde es protagonista, el 23 de julio el diario inglés The Guardian lo definió como "uno de los artistas más audaces". Se les escapó la exposición David Wojnarowicz & Luis Frangella en Argentina, que está inaugurando ahora y en la que Fontanet vuelve atrás en el tiempo frente a un póster callejero. Dice que se acuerda como si fuera hoy. Era 1984 y el Centro de Arte y Comunicación de la calle Viamonte tenía una puerta hexagonal y las obras de Wojnarowicz eran salvajes y magnéticas. Esta es la primera vez, desde entonces, que los trabajos que hizo el artista en Buenos Aires junto al pintor argentino Luis Frangella (1944-1990) se cuelgan en una muestra. Ambos trajeron a la ciudad el estilo del East Village cuyas estrellas Basquiat y Keith Harring sacaron la pintura a la calle y la pusieron en primer plano después de la larga noche conceptual. Frangella, que se había ido del país hacia 1975, metió el underground de Nueva York en el underground de Buenos Aires. Pintó en vivo en el Einstein en el 82 y apenas abierto Cemento, en 1985, empapeló la discoteca con una obra de ocho metros hecha en papel de escenografía. Fontanet recuerda que se veían unas ratas con gorras militares haciendo un asado. Había que espantar al burgués, sí.
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Charly García nunca tocó en Cemento no es el nombre de una nouvelle posmoderna sino la imposible coincidencia entra la estrella más radiante del rock argentino y el templo del under. Para ser moderno, que era la palabra clave de los 80, en 1983 García tuvo que mudarse por un rato a Nueva York. Se instaló en un loft en el Greenwich Village, cerca del estudio Electric Lady donde junto al ingeniero de sonido y productor Joe Blaney dio forma al álbum Clic Modernos, centro de una trilogía fantástica junto a los discos Yendo de la cama al living y Piano Bar. Es el García del emulator y las cajas de ritmo; el que reescribió la melancolía del tango con la sublime "No soy un extraño"; el que alienaba a sus fans setentistas con hits de inspiración new wave como "Nos siguen pegando abajo" o "Estoy verde". El que deambuló entre esa tierra de nadie entre el Village y el Bowery hasta que Uberto Sagramoso vio la foto perfecta para la tapa del disco en una pared ruinosa. García enciende un faso para despistar en el extremo inferior izquierdo, empequeñecido por un grafitti negro como el petróleo. La frase "Modern Clix" y una criatura, una sombra casi, un Gasparín de la Manhattan pos punk. "Modern Clix" era el nombre de una banda reggae punk que apenas si dejó rastro y la figura se contaba entre muchas otras en las paredes del Lower East Manhattan. Era uno de los "Shadowman" del canadiense Richard Hambleton (1952-2017), pionero del street art que alistaba en la brigada neo expresionista del East Village junto a Basquiat, Harring y, sí, Frangella y Wojnarowicz. Sin querer, García fue más under que todos poniendo en tapa al salvaje under neoyorquino. Ya había llegado a Cemento a su maldita manera.
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Amparo Díscoli, la joven directora de Cosmocosa, apunta una foto de Nan Goldin en el catálogo de la muestra del Whitney. Se lo ve a Wojnarowicz joven y bello en su estudio y de fondo un enorme collage donde se distinguen rastros de Buenos Aires. El logo y la sigla de la U.C.R entre capas de papel superpuestas. Una de las obras de la retrospectiva está hecha sobre un aviso de caña Legui y se llama Una pintura para reemplazar el monumento a los ingleses en Buenos Aires. Nada más impactante, por cierto, que este objeto que ocupa el centro de la galería. Una osamenta de caballo surcada por un alambre de púa estampada de pesos argentinos que un año después se transformarían en australes. La obra de Wojnarowicz que hoy aclama el mundo del arte no fue la misma tras su estadía junto a Frangella en Buenos Aires y un viaje relámpago a las cataratas del Iguazú. Los dos murieron de SIDA en Nueva York. Y Richard Hambleton nunca se enteró de que su obra callejera está en la tapa de uno de los mejores discos de Charly García que sí, sigue vivo en Buenos Aires.
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