Alta Fidelidad. Babasónicos en el museo: detrás de todo cuadro se esconde un videoclip
En la era de YouTube presentar un video en un museo parece un gesto desafiante: es lo que hizo Babasónicos, que tomó por asalto el Moderno para exhibir su nuevo corte, “Tajada”, con una obra de arte contemporáneo
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Víctimas y victimarios de la cultura del homenaje no podemos dejar de invadir el presente con aniversarios que hasta contradicen las intenciones originales de algunas obras. Cuando Simon Reynolds hablaba en Retromanía de la obsesión de la cultura pop con su pasado refería a un campo específico en el que esta industria del refrito encontraba su contradicción más fuerte. Si algo había caracterizado a la cultura pop hasta mitad de los ‘90 era su neofilia, un insaciable y hasta destructivo apetito por lo novedoso. Pero el “mañana es mejor” de Spinetta en Artaud es reconvertido a fuerza de homenajes en “ayer fue mejor” y el gesto under de Charly García en la tapa de Clics Modernos (discos desafiantes que encontraron en 2023 su annus mirabilis de celebración) borrado en una esquina gentrificada y aporteñada de Manhattan. Y esto acaso tenga que ver con cierta muerte del pop al menos como lo conocimos- “su gracia radicaba en no saber si era tonto o subversivo”- tal como lo radiografía Damián Tabarovsky en una nota al pie de su ensayo Lo que sobra (2023). En su hipótesis bonsai son las redes sociales y el complejo Internet el que acabó con el pop en una particular línea de tiempo que va de Mahler a Warhol y su inabarcable descendencia.
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Juan José Saer, al margen del hecho pop al punto de abjurar hasta de Manuel Puig, decía que los mejores objetos de la cultura son aquellos que no pueden ser instrumentables. Sobreexigencia propia de un intelectual apocalíptico (en el sentido de Umberto Eco) sin roce con los mass media y que encontraría todavía más abominable el ecosistema digital y su sociabilidad instantánea. Pero hay algo que no encaja en los términos tan bien definidos por Tabarovsky para el pop cuando la bienificación es instantánea y un avezado productor-artista como Bzrp tiene sessions hasta para un desodorante.
Tampoco encaja Andrei 3000, una de las más luminosas estrellas del hip hop con el dúo Outkast, pero por las buenas razones. Su segundo álbum solista New Blue Sun (editado hace una semana) es tan inadecuado como la mítica tapa original de Artaud y alienante para los rappers como “Estoy verde” lo fue para quienes le pedían más y más peperina a García en los ‘80. No es solo un disco instrumental ambient salvaje (oximoron) guiado por el sonido de su flauta de madera, sino que se vuelve intraducible en el streaming donde los títulos de los tracks se abrevian.
El primero es elocuente: “I swear, I Really Wanted To Make A ‘Rap’ Album But This Is Literally The Way The Wind Blew Me This Time” (Lo juro, realmente quise hacer un álbum de ‘Rap’ pero esta es literalmente la manera en la que el viento me llevó esta vez). Y así sigue. No hay breakbeats, ni samples, ni rap ni nada que no sea acaso un eco contemporáneo de la jazzista Alice Coltrane. En 2003, veinte años que no están en la agenda de nadie, Outkast mostraba la ficción de una beatlemanía negra con el hit y el video de “Hey Ya”, obra maestra del black power. Esta obra bien podría ser su lado B.
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En la era de YouTube presentar un video en un museo es otro gesto inadecuado y desafiante. El martes 28 de noviembre, coincidiendo con la salida de New Blue Sun, Babasónicos tomó por asalto el Museo de Arte Moderno para exhibir por un rato su nuevo corte y video llamado “Tajada”. Con el auditorio vaciado y fundido a negro había que avanzar a oscuras hasta el centro donde se colgaba (en el aire, en el espacio) un objeto doble faz. De un lado, una obra del artista Matías Duville llamada “Tajada” y, del otro, una pantalla plana dispuesta como contracuadro donde se veía el video de “Tajada”, la canción, dirigido por Juan Cabral. Blanco y negro, una puesta de teatro-danza donde la fotografía de Anne Marie Heinrich pareciera ser puesta al servicio de David Lynch. Entre las imágenes se revelan tomas fugaces, como contempladas bajo el efecto de un sedante, de la obra de Duville.
Afuera, en el pasillo que lleva a las salas, un elenco vestido como para aislar una pequeña Chernobyl desplegaba cordones que impedían el paso con la frase “sin motivos aparentes” que se escucha al comienzo de la canción. “Sombras invisibles incrustadas de negrura”, canta Adrián Dárgelos encarnando al “Hombre Peyote” y podría estar hablando del nuevo disco de André 3000. De estrategias, al fin, para evitar la momificación del homenaje y la instrumentalización inmediata de la cultura pop o lo que de ella queda.
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