Alta fidelidad. Así se pinta el tango: el baile secreto de Berni y Piazzolla
Desde el martes 3, la galería Roldán exhibe las obras que saldrán a la venta en su primer subasta pública del año. Coinciden entre las pinturas clásicas, modernas y contemporáneas dos piezas que definen un momento muy específico de Buenos Aires en el último estertor de su despliegue modernista. Tienen una cualidad que el crítico y activista cultural francés Pierre Restany, enamorado de la ciudad, llamó en 1965 “Pop lunfardo” como definición de un folclore urbano en el que la vanguardia internacional era utilizada para recrear el humus sentimental porteño. Aquí están juntas, como si el destino hubiera desarrollado expertise curatorial, Chiquilín de Bachín (Antonio Berni, 1964) y Colectivo 45 (Nicolás García Uriburu, 1966) distinguiéndose del resto por este rasgo de trabajo radical sobre la cultura popular que la posguerra convirtió en una forma global siguiendo la ruta del Pop Art anglo y los Nuevos Realismos europeos. Berni y García Uriburu eran de generaciones distintas pero estaban coincidiendo entonces en un lenguaje contemporáneo que era capaz de interpelar el ojo común como pasó con La Menesunda cuyo nombre deriva directamente del dialecto marginal del early tango. La pintura-collage de Berni montada en madera (óleo povera) está entreverada con sus series de Juanito y Ramona. A su Astroboy del Bajo Flores lo ha vuelto tanguero, de funghi, un alias Gardelito como escribió Bernardo Kordon y filmó Lautaro Murúa. Mientras que la de García Uriburu estiró los límites del arte popular del fileteado hasta hacerlo coincidir con las líneas sinuosas de la psicodelia: un tango lisérgico. Un fuelle arcoiris sonando en el “Magic bus” de los Who o la “Magical Mystery Tour” de Los Beatles.
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Chiquilín de Bachín apenas si salió del taller de Berni. Cuando murió el 13 de octubre de1981, el óleo-collage pasó a la colección de la familia; fue vendido por la galerista Ruth Benzacar y se mostró por primera vez en público en la retrospectiva masiva que Jorge Glusberg armó en Bellas Artes en 1997. Luego reapareció en el stand de la galería uruguaya Sur en la edición 2004 de ArteBA donde se vendió otra vez y volvió a perderse hasta ahora que se exhibe en Roldán (aunque ya estaría vendido en 100 mil dólares) hasta que baje el martillo el 13 de marzo. En los fragmentos de material ensamblado pueden verse las marcas geográficas de este Juanito raro. Los ojos están compuestos con materiales de un taller de ebanistería que Berni visitaba en una zona cerca de su atelier en París. La chapa del sombrero es made in Almagro, de la metalmecánica que después fue IMPA. Es argentino y es francés, como el origen borroso de Gardel. Y lleva el nombre del tango-canción de Piazzolla y Ferrer que estrenó Amelita Baltar en 1970 y que nadie cantó nunca jamás como Goyeneche después. Lo que resulta un enigma es como una obra de 1964 ya llevaba ese nombre, el de un joven vendedor de flores que había llamado la atención del poeta uruguayo Horacio Ferrer.
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“Por las noches, carasucia, de angelito con blujeans/vende rosas en las mesas del boliche de Bachín/si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín” ¿El Juanito tanguero de Berni inspiró la letra de Ferrer y la música de Piazzolla entonces? No tanto, sino más bien que el óleo-collage y el tango-canción son pedazos de la misma atmósfera. Esas palabras que Goyeneche se roba para su arte de la dicción contorsionada nombran a un Juanito que no estaba en las paredes del arte sino en los bordes de la noche porteña. En el dorso de la obra que ahora exhibe Roldán se lee “Chiquilín de Bachín 70” escrito en una letra que no parece la de Berni lo que podría hacer suponer que fue renombrado cuando pasó a la venta. Sin embargo, en la documentación de la división de obras entre sus hijos Lily y José Antonio la obra ya aparece catalogada como “Chiquilín de Bachín, collage sobre madera” con la misma fecha de origen: 1964. Ni Berni, ni Piazzolla ni Ferrer, el último en partir, pueden contar ahora la historia pero lo más probable es que el pintor haya encontrado en la letra del tango-canción una correspondencia absoluta con su idea previa y la haya renombrado como una cita a la misma cultura popular de la que se nutría todo el tiempo. Esta ahí ahora, como una forma visual del tango y de ese “Pop lunfardo” que marcó un momento único de Buenos Aires.