Alta fidelidad. Ángel amateur, Dios cebollita: cuando el arte popular une
“Yo ya no puedo cumplir, hazañas que prometí”. Carlos Solari abona el dolor anticipado de sus fans extremando el abismo entre la hermética de su poesía y la hermeneútica que esta precipitó entre sus seguidores desde los tiempos míticos de Patricio Rey hasta este espectro virtual que pareciera estar diciendo adiós en una escenografía digna de sus pesadillas de sci-fi lunfardo (Ultimo Bondi a Finisterre, Momo Sampler, Porco Rex). Quizás Solari, gigante y remoto, cantando en un concierto “A los pájaros” lejos de su público y de sus músicos esté hablando de otra cosa. Pero al pueblo (también virtual) lo sacuden unos versos desnudos, de una claridad que hubieran preferido no tener que apreciar en él. “La traición duele hacia atrás (No sabes cuando comienza)/Un ángel sonso amateur me condenó al paraíso/Solo me falta saber la fecha y el lugar y allí ire cantanto”, canta en “Encuentro con un ángel amateur”. Es como si dejara caer al fin esos lentes que lo separan del mundo (su intransferible casquete de Daft Punk) sobre el que ha construído ese halo de misterio que nunca necesitó decirse popular (a diferencia de sus clones mediocres) para ser el culto de masas más inexplicable de la cultura argentina.
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La hermenéutica ricotera crea además de significados que traducen las letras complejas de Solari (Gelman Metal) un repertorio de imágenes que construyen una iconografía que siguiendo la estética rocambolesca (en ambos sentidos: acerca de lo exagerado y de lo que imita el estilo del maesse Ricardo Mono Cohen) alimenta un arte popular multisoporte. A la imagen cyborg del poeta-líder desencriptado le siguen en espejo montajes que acaso siquiera pudo imaginar. Los artistas populares-digitales que esperan señales del Yul Brynner de la vieja contracultura interpretaron que detrás del estreno de “Encuentro con un ángel amateur” había un mensaje del líder para el ícono absoluto de la cultura popular: Maradona. Así es como @cabeprodan
posteó en twitter un montaje de la melancólica nueva canción de Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado con escenas de la despedida al mejor jugador de fútbol del siglo XX. Tal como si Solari lo hubiera guionado como un himno funébre para una estrella deportiva de la que sus canciones nunca se ocuparon ni por asomo. Así a los versos “Empiezo por el final, terminaré en el principio” con los que el Indio larga su supuesta despedida (¿de los escenarios? ¿de la vida?) le corresponden imágenes de una pelota Tango número 5 acercándose al altar popular (no pop) que se levantó en la calle Boyacá en La Paternal, autopercibida tierra de Dios. A la sugestiva frase “Un ángel sonso amateur” le corresponde un Diego preadolescente, cebollita, traspolado de una vieja filmación blanco y negro que a esta altura es el equivalente visual a un verso del Martín Fierro. Angel amateur: Dios cebollita parece ser la ecuación iconográfica de esta auténtica pieza de arte popular con más de 100 mil reproducciones para la medianoche del jueves. Otra obra popular-digital aparece en la cuenta de @siempreagosto que hace
que cada frase de la canción crepuscular de Solari se corresponda con un fotograma de la película que fue la vida del 10. La frase “Más de una vez me escuché decir que en la resistencia está todo el hidalgo valor de la vida” equivale así a un martirio (categoría del arte clásico) de Maradona golpeado por los rústicos centrocampistas de Corea del Sur en México 86. Ambos trabajos se ocupan del vacío que deja un arte contemporáneo que pierde de vista la cultura popular para justificar toda su praxis en la legitimidad de la agenda de género. Un aplauso seguro en un circuito cerrado de apreciación que no emite señal alguna fuera de su monoambiente. ¿Cómo es que ninguna obra de arte contemporáneo haya trabajado la iconografía de Maradona y los residuos de su devocional despedida? Hay que ir hasta el retrato del grupo Mondongo (2005) para encontrar un cruce entre el arte contemporáneo y el rostro más reproducido desde Gardel. Quince años ya. Quienes están conectados con la sensibilidad popular (lo que antes hicieron Berni o Minujin) no aparecen en el Barrio Joven de ArteBA sino que son estos artistas anónimos y efímeros (como quería Patricio Rey: “Esto es efímero/ahora efímero”) que los curadores harían bien en rescatar en lugar de sobrecargar el ciberespacio de conversatorios.
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“El Mondongo” es un barrio en el extremo este de La Plata que nada tiene que ver con el dúo que forman en la vida y el arte Juliana Laffite y Manuel Mendanha pero donde todo esto confluye. El Maradona tardío que arrastraba los pies como DT en el banco de suplentes de Gimnasia y Esgrima con el temprano Solari que asumía el rol de cantante en una troupe que hacia mitad de los 70 era clandestina (real) y con Virus, también de La Plata, que incluyó el nombre del astro del fútbol por primera vez en una canción pop. Sí, fue el elegante y gay Federico Moura, siguiendo una letra escrita por el ex Di Tella Roberto Jacoby, quien puso la palabra “Maradona” en el rock new wave sin tener que forzar la voz como si fuera un macho alfa barrabrava sacado. “En esta zona lo tememo’ a Maradona/y mina mona para ir a bailar” cantaba en “Me fascina la parrilla” una parodia ácida sobre los mitos argentinos grabada en Recrudece (1982) el disco maldito del grupo que inventó los 80. Es una paradoja notable: Virus lo nombró antes que nadie (antes de que el cuartetero Rodrigo diera con la música perfecta para el mito) pero a nadie se le ocurriría usar esa canción para crear una pieza de arte popular sobre la muerte del 10. En cambio, a las imágenes de su despedida le corresponden ahora las palabras del hermético Solari que nunca se ocupó de él. Porque la hermenéutica ricotera hace, desde siempre, lo que quiere. (A Patricio Rey le gusta esto).
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