Alta Fidelidad: ahí va el capitán Diego por el espacio
Mientras el arte contemporáneo intenta colonizar La Boca, Futbolitis, una galería de Palermo especializada en la estética del fútbol, realizó la operación contraria: meter a La Boca en el arte contemporáneo. Y lo hizo a través de la obra de Emiliano Miliyo, hincha de Boca y “maradoniano”
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Hace tres años, confinados todavía en la renovación automática de la ASPO (¿cómo resonará esta sigla en el futuro de los niños de la pandemia?), el planeta se detuvo todavía un poco más. Cualquiera que esté leyendo esto ahora puede recordar con claridad de cristal qué es lo que estaba haciendo cuando empezó a circular lo inimaginable: el corazón de Diego Maradona, ya inmortal antes de morir, había dejado de latir. Castigado y sobreexpuesto, el músculo motor del capitán de la Selección Argentina campeona en México 86 y subcampeona en Italia 90 se había ofrecido acaso demasiado al punto de ser devorado.
Inmóvil ya, bajo un sol tremendo, Maradona hizo que fueran todos los demás los que se movieran por él desafiando los cuidados sanitarios, la vida en barbijo, las caricias perfumadas de alcohol en gel. El último partido lo jugó parado, como se diría de un veterano sabio en el mediocampo, con todos los tifossi corriendo para llegar a verlo en su última y velada aparición pública. De ahí en más solo quedaría el agujero de la melancolía y el archivo para llenarlo. Salvo que se viviera en el presente del chisme policial o la plusvalía de la biopic, la inmortalidad vía streaming ahora.
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Mientras el arte contemporáneo intenta colonizar La Boca, Futbolitis, una galería de Palermo especializada en la estética del fútbol, realizó la operación contraria: meter a La Boca en el arte contemporáneo. Y lo hizo a través de la obra de Emiliano Miliyo, quien hasta hace pocos días trabajó sobre la iconografía y los sonidos boquenses haciendo foco en un poster de Maradona a los 20 años cuando era el 10 de Boca Juniors. Ese Diego omnipresente en los ‘80 se le cruzó a Miliyo en un kiosco de la calle Florida en el amanecer del nuevo siglo cuando buscaba descifrar la forma en que la cultura de masas y la educación artística lo habían moldeado. Miliyo se llevó varios Maradonas y puso esa foto de Carlos Acuña en tensión con otras imágenes pregnantes del siglo XX.
Invirtiendo las nociones de autor y producto en serie, Miliyo trasladó los tajos que distinguieron la obra de Lucio Fontana entre los años ‘50 y ‘60 del lienzo al póster como “marca registrada”. El ojo de elite y el popular colisionan en este Diego Spaziale, que el artista nunca había exhibido y que se vendió en el transcurso de la muestra Xeneize Spaziale, en alusión clara al “concepto espacial” con el que Fontana procesó el paso de la carrera espacial por la pintura moderna.
Miliyo es hincha de Boca y maradoniano pero su trabajo sobre la imagen del 10 joven y bello dista del homenaje que le tributa el street art al borde del realismo socialista. El tajo sobre la imagen reproducida en serie de Maradona lo convirtió en un objeto aurático que se despega tanto del tributo como del acto vandálico. Como quería Fontana con la pintura, aquí es un poster popular el que permite adentrarse en el vacío. Lo que hay en el fondo del tajo es tan infinito como se suele fechar al 10: 1960-∞.
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Futbolitis abrirá una sede en Miami y otras dos intervenciones de Miliyo sobre este póster tan popular serán vistas en la semana que rodea a la feria Art Basel en Estados Unidos. En Triple Maradona (2002), el artista cita a Warhol sin fisuras, pero también establece un paralelo entre lo que fue Elvis para el rock and roll y Maradona para el fútbol. Y en Díptico 6 (2004) al poner cara a cara a Luis XIV con el muchacho recién mudado de Villa Fiorito a Paternal hay una transferencia de los atributos divinos que la pintura otorgaba a la realeza hacia nuestro D10s plebeyo. Cuya inmortalidad se dirime también en el arte contemporáneo.
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