Alfredo Arias: "El barbijo viene a ser el profiláctico del coronavirus"
PARIS.– Esta entrevista tenía que hacerse en Francia. Pero apenas terminó el confinamiento, Alfredo Arias tomó la decisión de desafiar al coronavirus y, negándose a interrumpir su intensa actividad artística y creativa, lo primero que hizo fue tomarse un avión e instalarse en Buenos Aires para concluir los proyectos que lo esperaban allí.
El célebre autor y director teatral, que llegó a París hace más de 50 años, durante los cuales deleitó a varias generaciones de franceses con su proverbial capacidad creativa, será jurado en el Premio Estímulo a la Escritura, lanzado por LA NACION, la Fundación Proa y la Fundación Bunge y Born. Inspiradas por la pandemia, las tres instituciones decidieron convocar a escritores, dramaturgos, guionistas e ilustradores de entre 20 y 40 años para que relaten sus experiencias en estos tiempos "excepcionales". Arias aceptó con entusiasmo la invitación.
"Es una gran expectativa para mí. Tengo excelentes lazos con Proa. Estuve ahí con una exposición y después con Hello Andy. Pero además mi vida está íntimamente relacionada con la escritura pues de alguna manera, en ese difícil proceso de perder mis propias raíces y ganar otras, tuve que ponerme en contacto con otra cultura. Allí aparecieron cantidad de escritores que participaron en mi creatividad. Franceses en su gran mayoría. Y últimamente autores argentinos que cuentan mucho para mí. De modo que esta idea de indagar qué es lo que creó este shock, qué pasó en estos meses en los cuales todo el mundo se encontró con mucho tiempo para pensar, reflexionar, escribir, aburrirse o estar desesperado, me parece excelente. De qué manera ese tiempo intervino en la escritura, qué es lo que provocó y qué dio como resultado. Lo interesante en este concurso será ver las variedades de reacciones que eventualmente nos mostrarán los participantes", explicó durante una conversación por WhatsApp.
–¿Qué hace en Buenos Aires? ¿Se escapó de París?
–(Risas). ¡Nooo! Tenía muchas cosas que hacer acá. Estamos haciendo un trabajo de laboratorio visual con uno de mis espectáculos que presentamos el año pasado en el Teatro San Martín, cuyos responsables tuvieron la buena iniciativa de abrir un espacio experimental para ver cómo se puede traducir el teatro en imágenes fílmicas o videográficas. Porque lo que nos planteó esta pandemia es qué queda del teatro cuando no se puede ir al teatro.
Mis raíces culturales, pensadas, reflexionadas y aprendidas están en Francia, pero las raíces profundas están en la Argentina.
–¿Y qué queda?
–Quedan registros que son técnicos o que pueden servir para reproducir una puesta en escena, pero no se pueden mostrar, porque hay muchos aspectos mecánicos pero una falta total de creatividad. De modo que estamos trabajando en una especie piloto de unos 20 minutos, en los cuales incorporé a Ignacio Masllorens, un director cinematográfico que ha trabajado conmigo, una directora de fotografía, un trabajo de camarógrafos más cercanos al cine y un editor. Por otro lado, estoy terminando el montaje de sonido de la película que también realicé con Ignacio sobre Fanny Navarro, destinada al canal Encuentro. Tenía que dirigir a todos los actores en el doblaje y las voces off, y eso desgraciadamente no se puede hacer desde París.
–Usted debe estar feliz puesto que siempre dice que en su vida quedó atrapado por el teatro y que hubiera preferido hacer otras cosas en el terreno de la creación.
–Por supuesto. Yo digo que soy como un niño que quedó atrapado en la caja oscura del teatro y lo que me encantaría sería poder reflejar mis ideas en la pantalla brillante del cine.
–Bueno, eso también lo hizo…
–Lo que pasa es que siempre hago la diferencia entre hacer cine con raíces y hacer cine sin raíces. Me parece que el cine es un lenguaje que tiene que estar totalmente relacionado con las raíces. La mayoría de los grandes realizadores no se ha movido mucho del lugar en el que vivieron.
–En su caso, después de haber vivido en Francia desde 1969, ¿dónde están sus raíces?
–Mis raíces están en Argentina. Mis raíces culturales, pensadas, reflexionadas y aprendidas están en Francia. Pero las profundas están en Argentina.
–¿Y cuál es la diferencia entre una creación y otra?
–La cuestión es que hoy no encontraría el sentido de filmar en Francia. Estoy más en la búsqueda de tratar de volverme a relacionar con mis raíces acá. Por eso la película que hicimos sobre Fanny Navarro es una forma de recrear mi relación con Buenos Aires. La verdad es que tuve la sensación de sumergirme en algo verdaderamente esencial para mi que era esta ciudad. No es una cuestión de valorización. Yo agradezco profundamente a la cultura francesa que me dio mi identidad argentina. Porque siento que de alguna manera me protegieron. Respetaron que yo pudiera seguir siendo argentino, allá. No se si ahora con los nuevos sistemas de lenguaje político y social eso es muy deseable por la cultura francesa. En mi época, sí.
–Según su biografía, usted no tuvo una infancia y una juventud demasiado felices en Argentina y por eso decidió partir. Y ese viaje a Francia parece haber sido una liberación. De modo que ese deseo profundo de recuperar sus raíces argentinas es inesperado.
–La pérdida de las raíces, tener que retranscribirse en otra cultura, fuera del éxito que uno pueda tener, es un camino muy violento. Porque entran en juego partes muy íntimas del lenguaje y de la identificación del lenguaje en el otro. Yo digo que los escritos de Borges y Bioy Casares no existirían sin sus paseos por las mismas calles, las mismas cuadras y los mismos paisajes una y otra vez. Cuando uno está afuera, ese anclaje en la identidad lo tiene que reconstruir de otra manera, inventarse una vida.
–Hablemos de la pandemia. ¿Cómo hace para trabajar en medio del confinamiento?
–La mía es una visión muy personal que no quiero imponer a nadie porque comporta sus riesgos. Cuando llegó la pandemia y nos dijeron "inmovilícense", me pregunté de inmediato cómo podía hacer para moverme. Entonces comencé a crear una relación diferente con el virus. Es decir, respetando las reglas sanitarias que nos aconsejan, y que son extremadamente precarias frente a un monstruo para el cual no hay medicamento ni vacuna, lo único que nos queda es la posibilidad de hallar una salida al laberinto. De modo que decidí moverme. Pero no se lo aconsejo a nadie, porque sé que hay mucha gente que siente pánico y es así como lo está viviendo. Por eso cuando llegué a Argentina hice la cuarentena. Pero desde entonces me muevo.
Cuando llegó la pandemia y nos dijeron 'inmovilícense', me pregunté de inmediato cómo podía hacer para moverme.
–¿O sea que va al teatro y la gente que está con usted usa barbijo, se lava las manos y respeta la distancia interpersonal?
–Sí. Todos respetamos el protocolo al pie de la letra. En Francia, apenas se flexibilizaron las reglas viajé a Normandía y a Grecia, que fue una recompensa increíble a los meses de encierro, después a Madrid y por fin a Buenos Aires. Dicen que cuando uno está en un barco que se mueve mucho hay que mirar el horizonte para no marearse. Yo trato de hacer eso. Mirar un poco más lejos.
Para mí el sida fue algo mucho más real que esta pandemia, que parece estar mucho más presente a través de los medios. Tomo esto como lo que es: una ruleta rusa.
–De todos modos, usted está acostumbrado a crear en épocas de pandemia. Recuerde los años 80, en plena crisis del sida. ¿Hay mucha diferencia entre ambas épocas?
–Para mí el sida fue algo mucho más real que esta pandemia, que parece estar mucho más presente a través de los medios. El sida fue algo mucho más real, porque de pronto empezó a morir gente mucho más cercana. Para el sida encontraron una solución de urgencia, pero la vacuna nunca apareció. Pero, para decirlo en pocas palabras, el barbijo viene a ser el profiláctico del coronavirus.
–¿Tiene miedo?
–No. Yo creo que estoy inmunizado, que probablemente tuve una forma leve de coronavirus porque estuve bastante expuesto. Además tomo esto como lo que es: una ruleta rusa.
–¿Cuales son sus proyectos inmediatos?
–Un espectáculo videográfico que presenté justamente en Proa. Se titula Hello Andy y estará del 25 al 29 noviembre en el Palais de Tokyo de París. Se trata de una conversación imaginaria de dos mundos estéticos norteamericanos, un espectáculo de mixmedia que realicé junto a Ignacio Masllorens, Juan Gatti y con la participación de Alejandra Radano.