Los textos no se pueden comprender si no se conoce su contexto. Esto vale tanto para la más simple de las frases como para el más complejo de los tratados. Leer es una forma compleja de dialogar; de poner en contacto lo dicho con sus posibilidades y con sus asociaciones. Los problemas de comprensión surgen cuando los interlocutores hablan pensando en contextos distintos.
En el actual debate público internacional (tanto en las redes sociales como en los medios masivos) se tiende a leer la Historia de manera a-histórica: es decir, sin remitir al contexto en el que tal o cual hecho sucedió. Más que tratar de comprender lo que sucedió en el pasado ahora se tiende a juzgar (por lo general, de manera moral) las conductas de otras épocas.
No solamente no se lee la Historia sin intentar dilucidar el marco conceptual de aquellos momentos históricos ni comprender las razones materiales que llevaron a que tales fuerzas sociales o tales individuos actuaran de la manera en la que lo hicieron, sino que al juzgárselos desde el presente, se termina considerando que las ideas y los valores actuales son la cima de la perfección ética e intelectual.
"Nietzsche era machista." "Julio César fue un asesino." "Sarmiento es despreciable porque odiaba al pueblo." "Mozart era maníaco, procaz y erotómano." "Jefferson era esclavista." Estas frases no son dichas sólo por gente inculta en Twitter (todo el estercolero del pensamiento humano puede encontrarse en Twitter, además de algunas ideas sublimes). Se las proclama como lo más destacable en las gacetillas de las nuevas biografías que ahora se ocupan de denunciar "el costado oculto" de los grandes personajes del pasado.
La tendencia ya tiene un par de décadas. El chismógrafo norteamericano, James Miller, escribió a comienzos de los 90 una biografía de Michel Foucault en la que acusa al filósofo francés de haber contagiado a propósito con el VIH a sus parejas sexuales. La acusación -que es falsa- no tiene otra fuente que su propia suposición. Para el puritano Miller, que Foucault, además de ser homosexual, practicara el sadomasoquismo en los saunas de San Francisco ya era prueba suficiente de su intención asesina.
Leer sin contexto era una tendencia fuerte antes de que existiera Internet. Ahora, la masificación de las redes sociales (y mecanismos como los retuits, que permiten leer una frase aislada de una argumentación que suele ser más compleja) acostumbró a la mayoría a reaccionar indignada ante cada signo que contradiga sus prejuicios.
Estamos yendo a un mundo sin pasado ni contexto, en el que la indignación es la emoción masiva, anulando toda capacidad reflexiva. Nos estamos volviendo incapaces ya, no sólo de comprender el contexto, sino de recordar (al menos los que alguna vez lo hicimos) cómo se dialogaba.
El autor es crítico cultural
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