El legado de este fotógrafo fallecido en 2003, presente en la colección del MoMA, se exhibe en BAphoto e integra la muestra Inventar a la intemperie en el Parque de la Memoria
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Arrodillada, acostada, parada. Vestida apenas con un par de medias, un calzoncillo blanco o una remera a rayas. Así retrató Alejandro Kuropatwa a Liliana Maresca para la legendaria fotoperformance Maresca se entrega a todo destino, cuya producción estuvo a cargo de un equipo de lujo integrado por Sergio De Loof, Sergio Avello, Roberto Jacoby y Kiwi Sainz. Su registro en catorce fotos se publicó en doble página con el teléfono de la artista en el número 8 de la revista El Libertino, en 1993.
Años después llegaría a integrar muestras en el Malba y en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y se incluye ahora en la exposición colectiva Inventar a la intemperie, en el Parque de la Memoria. Este rescate coincide con las fotografías que exhibe hasta hoy la galería Vasari en BAphoto: las de la serie Mujer, centrada en lo femenino y presentada en Ruth Benzacar en 2001.
Los labios carnosos pintados de rouge de esta última contrastaban con esa otra boca enmarcada por un bigote, la del propio artista, que cinco años antes había posado semiabierta ante la cámara. Sobre la lengua mostraba en primer plano una de las tantas pastillas que debía tomar para combatir el virus del Sida. Desde el 2000 esa obra integra la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, que le dedicó una muestra antológica dos años más tarde.
“Sus muestras enfocan desde los temas aparentemente más frívolos hasta los más intimistas y, sin embargo, sea cual fuere el objeto que elija, siempre logra adherirle un lujo ácido, despojado y sentimental, que termina por relativizar la importancia del tema”, escribió en 1998 en LA NACION Inés Katzenstein, actual curadora de Arte Latinoamericano del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). El mismo que el año pasado compró la serie Cóctel, luego de que se exhibiera en la feria Aipad.
Todo un símbolo en medio de otra pandemia y en la ciudad donde Kuropatwa contrajo el HIV, que provocaría su muerte en 2003. Tras formarse en el Fashion Institute of Technology y en la Parsons School of Design regresó en 1985 a la Argentina. Hizo tapas de discos, retrató a artistas diversos y fue premiado con el Konex de Platino. “Plasmó, como pocos, el temperamento de su época –escribió María Gainza en el catálogo del Malba-. La imagen de la Argentina postdictadura: de los excitados años 80, de la euforia creativa de esos días y –por sobre todo- de esas noches, y de cómo en los años 90 bajó la espuma, tanto que para sobrevivir no quedó más opción que reinventarse”.
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