Alegría previsible
CHANCHADAS Por Marie Darrieussecq (Alfaguara)
LA famosa objeción que Borges tenía para las alegorías ("error intelectualista", "arte que remeda a la ciencia") tal vez era demasiado absoluta, al punto de que convendría distinguir entre dos tipos de alegorías: por un lado, las abiertas, de múltiples simbolismos; por el otro, las unívocas o estrechas, que sólo funcionan en torno de una exclusiva correspondencia.
Chanchadas, la historia de una joven empleada de perfumería que sufre una crisis de bulimia y lentamente se va convirtiendo en cerda, pertenece a ese tipo de alegorías estrechas en que cada imagen o cada intuición parece obrar como sinónimo o emblema necesario de tal o cual idea; en este caso, para peor, de ideas tan poco originales como lo instintivo en el hombre ("el animal que llevamos adentro"), la tiranía de la belleza o el culto a lo fashion.
"La racionalidad es lo que pierde a los hombres", dice la joven convertida en chancha. En efecto, esta novela de Darrieussecq trabaja la tensión entre instinto y razón, y quizá la imagen que mejor condensa esa tensión sea cuando la chancha apresa con sus dientes un libro de Knut Hamsun, a la vez un autor de rasgos fabulistas (en su novela Pan, un perro se llamaba nada menos que Esopo) y un ideólogo, en su tiempo, del retorno a la naturaleza.
Lejos, muy lejos de otras obras en que el tema también es la metamorfosis de un ser humano en animal, Darrieussecq no ofrece ni la sugestiva ambigüedad de los rinocerontes de Ionesco ni el humor negro del hombre-lobo de Vian, por citar ejemplos. Más aún, hay algo paradójico en Chanchadas: mientras que en el plano de la ficción se impone lo instintivo-animal, esto no ocurre en el plano de la escritura.
La protagonista y narradora de esta novela, tal como en el El asno de oro de Apuleyo o en La metamorfosis de Kafka, no pierde del todo la conciencia humana, por lo menos hasta cierto momento de quiebre que presentan las últimas páginas, sin duda las mejores por dos razones: primero, porque la autora da lugar a la poesía y rompe el tono de confesión hasta allí monocorde; segundo, porque entra en acción un personaje inesperado, un hombre-lobo, y por algunos párrafos somos testigos del triunfo del instinto en ambos planos. Es que, a diferencia de la chancha, el hombre-lobo encarna deseos animales como el robo y el homicidio. Estamos ante la figura de la bestia. Estamos ante una licantropía. Y si en las alegorías la significación está antepuesta a la expresividad, en el terreno fantástico que instala fugazmente el hombe-lobo sucede lo contrario.
Más allá de estos buenos pasajes la atmósfera general de Chanchadas es la de una educada animalidad. Gente que se saluda olfateándose el trasero, deseos de comer flores o de arrojarse al pasto, y un submundo de prostitución apenas encubierta. Lo peor de la novela, sin embargo, es su escenario vagamente futurista. Ocurre que la autora, en un gesto que tiene bastante de orwelliano, ha imaginado para su fábula una sociedad antiutópica que no es sino un catálogo de lugares comunes: un político de ultraderecha que expulsa a los árabes de Francia y envía a los gendarmes a perseguir psiquiatras, un Servicio de Censura, una deshonesta propaganda política.
Marie Darrieussecq, autora de Chanchadas, nació en 1969 e integra junto con Marie Barthelemy, Marie NDiaye y la muy elogiada Virginie Despentes un lote de jóvenes escritoras francesas cuya edad oscila entre los veinticinco y los treinta años. En la edición en castellano de Chanchadas no se dice que Darrieussecq escribió esta primera novela en un mes y medio, que trabaja como docente universitaria en Lille, ni tampoco que tiene un ensayo sobre la autobiografía en la obra de Georges Perec y Michel Leiris. En cambio se informa que el director Jean-Luc Godard adquirió los derechos del libro para el cine y se define Chanchadas como "la novela más audaz de los últimos tiempos", algo que por supuesto es una exageración. (Traducción de Cristina Piña; 196 páginas).
Eduardo Berti
(c)
La Nacion
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