Alec Oxenford: "Coleccionar tiene más que ver con la pasión que con los millones"
Una mina de oro que aguarda ser descubierta. Con esas palabras definió la escena del arte contemporáneo argentino Alec Oxenford, presidente de arteBA Fundación, coleccionista y cofundador de OLX y Letgo. Un entusiasmo similar al que motiva a decenas de curadores y representantes de museos internacionales a visitar Buenos Aires para recorrer la 27° edición de arteBA , que abrirá al público pasado mañana en La Rural.
-¿Cómo ves la escena actual del arte argentino?
-El arte contemporáneo está pasando por un momento excelente en la Argentina. Hay un récord de muestras en los tres distritos principales de la ciudad de Buenos Aires: el Distrito de las Artes, Villa Crespo y Recoleta. Y en el mundo nuestro país también está mucho más demandado que en otros momentos. Art Basel Cities está llegando a Buenos Aires, la primera ciudad elegida para este programa. Después tenemos el Mamba, que se va a relanzar con su ampliación, y la inauguración de PROA21, en La Boca. Además, tres mujeres que están empezando a protagonizar lo que ocurre en relación con el arte latinoamericano: Inés Katzenstein, que fue nombrada directora del Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros y curadora de arte latinoamericano del MoMA, en Nueva York, que es probablemente la institución más importante del arte en el mundo. Claudia Fontes, que ya nos representó muy bien en la Bienal de Venecia, ahora está invitada para cocurar la Bienal de San Pablo. Y Ana Longoni fue contratada por el Museo Reina Sofía, en España, como directora de políticas públicas.
-Y también está Marta Minujín, que estuvo en la Documenta de Kassel y acaba de ser premiada en Estados Unidos.
-Marta es un ejemplo de lo que es la posibilidad de reinvención de una persona. Es totalmente contemporánea, vital, irreverente. El Partenón de libros prohibidos fue la obra más comentada de Kassel, que probablemente sea el espacio más prestigioso para mostrar arte. Creo que nuestro arte hoy está pasando un momento extraordinario y está empezando a integrarse al mundo.
-¿Cómo ves el apoyo público y privado al arte en el país?
-Mi visión coincide en un 100% con la del ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro. Una visión de largo plazo, de construir instituciones y un marco que sea conducente a que se produzca más cultura y se acerque a la gente. Desde la Nación también veo muchas iniciativas positivas. En el caso de arteBA, una de las novedades de este año es arteBA para niños, y eso viene impulsado por el Ministerio de Cultura de la Nación.
-¿Con qué presupuesto hay que iniciar una colección?
-Hay obras de todos los precios. En el Barrio Joven de arteBA se pueden conseguir desde aproximadamente cien dólares. Y las obras de arte son más como las casas que como los autos; con el paso del tiempo se revalorizan.
-¿Hay coleccionismo corporativo en la Argentina?
-Tímido. Lo bueno del arte contemporáneo es que se puede comprar algo lindo y relativamente barato, que energice el espacio. Hay estudios que demuestran que la exposición al arte genera cosas positivas. Tiene un efecto muy parecido al de estar expuesto a la luz. Activa las neuronas, genera pensamientos optimistas, te hace cuestionar las cosas, ser más preciso, más agudo, relaja... Y además, estás ayudando a los artistas a producir cultura. Creo que muchas compañías deberían darse cuenta de que con un presupuesto chiquito pueden armar una colección en cinco años. Y si diez o veinte empresas lo hicieran darían vuelta el sector. Pasó en Alemania, en Estados Unidos.
-Vos invertiste mucho en arte. ¿Qué hizo el arte por vos?
-Me refrescó. Yo tengo mi pasión, que es ser emprendedor en Internet, y eso consume mucho esfuerzo. Viajo mucho. Y el arte es un balance muy lindo. Te permite reciclar la energía, te enfrenta con una realidad más sutil y te permite interactuar con los artistas, que son las personas más sensibles de la sociedad, quienes reúnen la esencia de la vanguardia, lo que está en la punta de nuestro tiempo. Por eso cuando queremos estudiar un período histórico estudiamos el arte de esa época. Porque los artistas sintonizan lo que está pasando.
-¿Por eso hay tantos hombres de negocios importantes a nivel mundial que se vinculan con artistas, como François Pinault, por ejemplo?
-Sí, François Pinault es un ejemplo espectacular. Él va al extremo al decir que no se puede ser un empresario exitoso en una industria competitiva sin tener conexión con el arte, por esta necesidad de entender hacia dónde van las cosas. En otros casos, es por filantropía: hay muchos empresarios a quienes les parece que preservar obras culturales es una manera valiosa de dejar un legado. Y también están los que simplemente se vanaglorian. Las motivaciones están en cada uno, pero que lo hagan es importante.
-¿Cuáles son los desafíos para que la escena siga creciendo?
-Tender más puentes entre lo público y lo privado. En el mundo entero los Estados participan. Por ejemplo, cuando el MoMA expande su edificio, la ciudad de Nueva York aporta cien o doscientos millones de dólares a una institución que no es pública. Lo mismo pasa con Art Basel en Miami. Y en Europa prácticamente toda la cultura está financiada públicamente. Es un balance: el Estado tiene que apoyar, pero la iniciativa privada tiene que ser sustentable y de calidad. Otro desafío es seguir desarrollando coleccionistas comprometidos, que generen el círculo virtuoso. Muchos de los más importantes coleccionistas del mundo son profesionales que han ahorrado un poquito de plata cada mes y comprado obras de artistas emergentes, en cuotas. A veces tiene mucho más que ver con el cariño, la pasión y el foco que con los millones.
Otras noticias de ArteBA
Más leídas de Cultura
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
Marta Minujín en Nueva York. Fiestas con Warhol, conejos muertos y un “banquete negro”