Alberto Manguel: “Argentina vive una pesadilla grotesca”
El autor, que vive en Lisboa, donde dirige el centro que alberga su biblioteca personal, dictó una conferencia en Madrid por el centenario de Kafka; “La pérdida de memoria en la humanidad la vemos hoy con el ascenso de la extrema derecha en Italia y ni hablar de la Argentina”, dijo
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MADRID.— Hay un lugar mítico en la ciudad donde rondan los fantasmas de Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel. La Residencia de Estudiantes, aquellas coordenadas donde sofisticados jóvenes de todo el país acudían antes de la guerra civil para perfeccionar su formación tras la escuela secundaria, sigue en pie. En el predio hay otros edificios, entre ellos, uno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, conocido mundialmente porque allí se rodó la serie La casa de papel. Aquel templo del saber evocaba la fachada de La Casa de Moneda y Timbre, donde se llevaba a cabo el gran asalto de la serie de TV. Hace algunas horas llegó a este espacio, desde Lisboa, un viaje de cinco horas en coche, Alberto Manguel, erudito de la literatura, ganador del Premio Formentor, exdirector de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en la Argentina y uno de los lectores personales elegidos por Jorge Luis Borges cuando fue condenado por la ceguera.
Manguel fue convocado para dictar una conferencia en el marco del centenario de la muerte del autor de La metamorfosis: “Kafka y la inminencia de una revelación”. Con una prosa exquisita, en un ejercicio de lúcida y sabia interpretación comparatista, Manguel hipnotizó a los presentes con su viaje retórico y argumentativo por la obra de Kafka, pero también por la narrativa de Borges y el Génesis. “La pérdida de memoria en la humanidad la vemos hoy con el ascenso de la extrema derecha en Italia y ni hablar de la Argentina”, decía Manguel después de su conferencia al público en la sala de la Residencia de Estudiantes. El escritor conversó con LA NACION sobre el antisemitismo en el mundo, el revisionismo histórico en la era de la ultracorrección, sus días en Lisboa, donde dirige su biblioteca —un tesoro de 50 mil ejemplares—, y aseguró que hoy “la Argentina vive una pesadilla grotesca”.
-¿Qué puede aprender el individuo del siglo XXI de Kafka? ¿Qué podemos aprender o advertir un siglo después de su muerte a partir de su literatura?
-No es lo mismo un lector de Kafka en la Argentina de hoy que un lector en la Argentina de principios del siglo XX. Las circunstancias sociales, políticas y culturales son tan distintas que eso que se convirtió en un adjetivo, kafkiano, toma otro significado en distintos momentos de nuestras historias.
-Hoy, lo kafkiano, según una acepción del Diccionario de la lengua española, es lo absurdo y lo angustioso.
-Sí. Cuando Borges leía a Kafka, no existía este adjetivo, porque el adjetivo kafkiano se crea después de la muerte de Kafka y empieza a significar lo pesadillesco, después adquiere la connotación de absurdo. Hoy en la Argentina, naturalmente, se convierte en grotesco porque la Argentina es un ejemplo de la pesadilla grotesca.
-¿La Argentina vive hoy una pesadilla grotesca?
-Sí, y desgraciadamente a lo largo de nuestra historia hemos visto momentos similares.
-Usted es un intelectual muy respetado internacionalmente, ¿alguna vez se sintió como un personaje de Kafka?
-Fuera del contexto que usted menciona. Públicamente uno lleva ciertas máscaras, entonces los adjetivos que recibimos vienen desde afuera. He vivido situaciones kafkianas personales, como todos, desde que decidimos, en la prehistoria, que para organizarnos en torno a una caza de mamuts teníamos que tener ciertas reglas. En ese gesto, positivo y creativo, nace al mismo tiempo el gesto destructor y negativo de la burocracia. Naturalmente es necesaria para no tener una anarquía. El problema ocurre cuando esas formas se convierten en el modo de acción sin justificativo y sin razón comprensible. Esa experiencia la he vivido en mi vida, a veces de forma trágica, a veces cómica. Uno de los ejemplos que ilustran esta idea está en Los aforismos de Zürau: un perro que recibe latigazos de su amo. Cuando su amo y el látigo desparecen, el perro sigue recibiendo esos latigazos. Estamos tan acostumbrados a esos efectos que ya no necesitamos las reglas para seguir las reglas.
-La familia de Kafka murió en los campos de concentración. ¿Advertía Kafka este sentimiento antisemita? Ricardo Piglia, en Respiración artificial, inventa un encuentro entre Kafka y Hitler. Un siglo después pareciera haber un resurgimiento del antisemitismo en el mundo.
-Esa creación de Piglia es válida. El antisemitismo en la teoría de George Steiner nace con la invención del monoteísmo. Cuando los judíos inventan el monoteísmo, las sociedades se revelan ante esa idea de un dios único, porque es más cómodo concebir la naturaleza como una multiplicidad de voces y presencias divinas. Para Steiner ese es el momento en el que empieza una larguísima tradición de antisemitismo para los judíos. El antisemitismo es una burocracia del prejuicio de acusaciones que se deshacen con la mera observación. Las características físicas son características si uno cree en las razas y, seguramente, hay algunos lugares del mundo donde se desarrollan ciertas características. En la película Maestro, el actor que hace de Bernstein [Bradley Cooper] se puso una prótesis para parecerse a Leonard Bernstein y no para parecer judío. La Asociación de Defensa de los Judíos contra el antisemitismo dijo la cosa más antisemita que he escuchado en mucho tiempo: “Si quería un actor con una nariz grande, por qué no eligieron a un actor judío”. Estos discursos de prejuicios son muy contagiosos y los vemos aparecer en todas partes, en diferentes circunstancias.
-¿Por ejemplo?
-Hay eventos en los que la sociedad confunde, en su ignorancia, a veces con las mejores intenciones, ciertas características, nacionalidades, con ciertas caricaturas. Soy canadiense, viví en Canadá 20 años, pero como nací en la Argentina, me preguntaban por qué no hablaba castellano o no tomaba mate. Esa es otra forma de prejuicio. Después de la Segunda Guerra Mundial estamos observado una epidemia de olvido y el resurgimiento del fascismo en todas partes del mundo.
-¿Por qué? ¿Cuáles son las causas de esta epidemia de olvido?
-Las personas que nacieron a fines del siglo XX viven en un presente constante debido a la electrónica, una tecnología extraordinaria que existe en el presente, no hay pasado en ella. Usted puede recuperar textos del pasado, pero están traducidos al presente. A eso contribuye no solo lo que los franceses empezaron a llamar a fines del siglo XX “la derecha sin complejos” (yo tengo mi idea y quiero decir mis ideas prejuiciosas, porque tengo el derecho), ahora vienen también de la izquierda que quieren limpiar los textos del pasado para ser leídos en el presente.
-Es el mundo del revisionismo histórico, de la ultracorrección.
-Lo más nocivo de esto es que Roald Dahl sea purgado, que Huckleberry Finn sea purgado de la palabra nigger. Esto hace que el lector de esos textos purgados se pregunte: “¿De qué estamos hablamos? Yo no veo en estos textos ningún problema”. Con más fuerza ocurre ahora con esas películas llamadas colorblind donde hay aristócratas negros. Eso es muy peligroso porque en el esfuerzo por evitar el insulto se evita también el recuerdo del insulto. En ese sentido, cuando no conocemos el pasado hace que confundamos islamista con terrorista, árabes y musulmanes. Ahora confundimos a Netanyahu y sus políticas, con los ciudadanos de Israel, con los judíos del mundo entero. Estando contra las políticas genocidas decimos “estamos contra los judíos”. Estamos perdiendo la capacidad de pensar. Nuestras sociedades son sociedades de consumo y necesitan consumidores y los consumidores no puede ser ciudadanos que razonen. Todas estas tecnologías están contribuyendo a construir esta estupidez generalizada.
-Judith Butler se pregunta en un famoso ensayo, ¿A quién le pertenece Kafka? (si a Alemania, a Israel, a Praga) ¿Cuál es su opinión? ¿Dónde debería localizarse su biblioteca?
-Esa es una pregunta del capitalismo. A quién pertenece la Tierra, las ideas, los beneficios de tu trabajo. Cuando Saul Bellow, criticando la falta de importancia de la literatura africana frente a la literatura europea preguntó quién es el Tolstoi de los zulúes, Chinua Achebe le contestó: “Es Tolstoi”. El Kafka de los judíos, de los alemanes, de los americanos, es Kafka.
-Borges tiene un famoso ensayo llamado “Kafka y sus precursores”. ¿Es Kafka también un precursor de Borges? ¿Leemos a Kafka a partir de Borges?
-Ese texto es fundador, creo, de la Literatura Comparada. Leemos un texto y traemos al texto nuestra capacidad de comprensión, construida por nuestras otras lecturas, nuestra cultura, nuestros prejuicios, nuestra edad. Todo eso constituye la ventana a través de la cual leemos un texto. Lo que ocurre es que cuando leemos un cierto texto y vemos ecos o reflejos de conocimientos anteriores, solo pertenece a nuestra cronología que nos sirve para filtrar el nuevo textos que leemos. Inventamos un diálogo entre los autores que leímos.
-Si usted hubiese sido Max Brod, ¿habría desoído el pedido de su amigo de quemar toda su obra?
-Depende del amigo. Si el amigo es Paulo Coelho, lo haría alegremente. También sospecho que hay un elemento de gran vanidad en ese pedido: “Mi obra es muy importante”.
-¿Cómo es hoy un día en su vida?
-Le cuento un poco. La burocracia tiene raíces en las mejores sociedades. Portugal es una democracia, de las pocas que quedan en el mundo. Cuando en 2020 el alcalde me propuso aceptar la donación de mi biblioteca para crear un centro cultural, yo acepté. Me sorprendió que esa oferta fuera tan práctica, no solo aceptar la biblioteca, sino ofrecer un edifico para ubicarla y un presupuesto para renovarla y para contar con seis bibliotecarias. Desde entonces el proceso es muy lento. Esperábamos inaugurar este año, para el 25 de abril, la biblioteca, pero los trabajos posiblemente comiencen el otro año. Hacemos algunos eventos porque quiero que el público reconozca la existencia del centro. Y también traduzco.
-¿Qué ha traducido recientemente?
-Los crímenes de Alicia, de Guillermo Martínez, del español al inglés.
-¿Cómo imagina que continuará el legado de Borges tras la muerte de María Kodama?
-Afortunadamente la literatura no depende de estas legalidades, testamentos y cosas absurdas. Una viuda puede quemar los manuscritos de su marido, como hizo la viuda de Byron, otras pueden retocar dedicatorias, pero la obra sigue existiendo.
-Si le ofrecieran dirigir la Fundación Borges o el Museo Borges, ¿lo haría?
-No. No quiero dirigir nada más. Dirijo el Espacio Atlántica en Lisboa porque se trata de la biblioteca que yo doné y esa es la condición. Seguiré los dos o tres años de vida que me quedan.
-No diga eso.
-Sí, no somos inmortales. Es algo que tenemos que aprender desde la cuna.
-No somos inmortales, pero hay gente que deja huella…
-Huellas buenas y malas.
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