Alberto Greco y la vida como arte
"Esta es mi mejor obra", escribió sobre la pared. Y en su mano izquierda, la palabra "fin" . Después dejó que los barbitúricos hicieran efecto.
Alberto Greco eligió morir como había vivido. Ese gesto performático fue uno más de los tantos que había realizado para poner en evidencia el "arte vivo", la pura realidad como obra de arte, que él se limitaba a señalar. Llevaba así aún más lejos el concepto deready-madede Marcel Duchamp, ya que su acción no implicaba ningún cambio de contexto.
"El arte vivo es la aventura de lo real. El artista enseñará a ver no con el cuadro sino con el dedo. Enseñará a ver nuevamente aquello que sucede en la calle. El arte vivo busca el objeto pero al objeto encontrado lo deja en su lugar, no lo transforma, no lo mejora, no lo lleva a la galería de arte. El arte vivo es contemplación y comunicación directa", sostuvo en el manifiesto que difundió en forma de afiches en las calles de Génova, en julio de 1962.
Meses antes, el artista argentino había sorprendido en París con su primer gesto de este tipo. Convocado por Germaine Derbecq para participar de la muestra Curatella Manes y 30 argentinos de la nueva generación, llegó a la galería Creuze-Messine diez minutos antes de la inauguración... con treinta ratas a modo de obra, que llamó 30 ratas de la nueva generación. Al día siguiente, el dueño de la galería le exigió que se llevara el "arte vivo" porque daba mal olor.
Poco después realizó en la misma ciudad su primera exposición de "arte vivo", que consistió en trazar un círculo con tiza alrededor del artista Alberto Heredia. Inició así una larga serie de señalizaciones y firmas de objetos, personas o situaciones que consideraba obras de arte, muy distintas de aquellos cuadros informalistas que había creado en la década anterior.
La más célebre fue la realizada en el pueblo español de Piedralaves, registrada en fotos por Montserrat Santa María. Fueron compradas hace tres años junto con el manifiesto por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), y consideradas por el curador Luis Pérez Oramas como "el registro de uno de los gestos fundacionales del happening a nivel mundial".
En 2018, el MoMA pagó el precio récord de 395.000 dólares por Besos brujos, novela que Greco escribió en carne viva por un amor no correspondido poco antes de morir. Fue exhibida en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que este año le dedicará la muestra más importante de su programación 2020.