Alberto Goldenstein: sensibilidad contemporánea a través de fotos
Hasta el 27 de mayo hay tiempo para ver en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires una de las muestras de fotografía contemporánea más (valga la redundancia) acordes con la sensibilidad contemporánea. La mirada de Alberto Goldenstein (Buenos Aires, 1951) captó como pocas el aire de época en este y en otros momentos históricos, y su trabajo como docente educó, de una manera desprejuiciada, los modos de ver de muchos fotógrafos y artistas argentinos como Jorge Miño, Déborah Pruden, Kiwi Sanz, Miguel Mitlag y Magdalena Jitrik, entre otros. En 1995, creó la Fotogalería del Centro Cultural Ricardo Rojas, donde expuso un centenar de fotógrafos argentinos de distintas generaciones. Goldenstein aún continúa como asesor de ese espacio que ayudó a modificar la manera de hacer y de mirar fotos.
En Alberto Goldenstein. La materia entre los bordes. Fotografías 1982-2018 se expone un conjunto de fotografías en diferentes formatos y presentaciones. "Acá está la copia analógica en blanco y negro; la proyección, que es la foto como slide, la foto en su estado virtual; la fotografía como copia sola en las mesas inclinadas; la fotografía semimontada, la de las ciudades con dos barras de aluminio que la sostiene como si fuera un banner, y está la publicación de Miami, que es una revista de fotos. La fotografía no es solo un ‘cuadrito’, sobrepasa eso", comenta en el primer piso del museo porteño. Al cuidado de Carla Barbero, la exposición se conjuga en tiempo presente con varias muestras de fotografía en Buenos Aires e incluso la propia ciudad es objeto de atención del "fotógrafo paseante". "Me encanta Buenos Aires. Me encanta y no la soporto, claramente. Me encanta Buenos Aires, me encantaría irme de Buenos Aires. Las dos cosas", confiesa Goldenstein. La primera muestra retrospectiva de su obra también reúne trabajos hechos en otras ciudades del mundo: Miami, Berlín, Boston, Río de Janeiro y la inolvidable serie de imágenes de Mar del Plata.
-Me decías que te gustó cómo quedó la muestra.
-Estoy contento, sí.
-¿Cuánto tiempo trabajaron con la curadora?
-Fueron tres meses intensos, tres meses y medio intensos. De octubre a los primeros días de marzo. Esto estaba en el aire hace un año y medio. Miramos centenares de fotos.
-¿Es la primera retrospectiva de tu vida?
-La primera de mi vida, exactamente. Y yo, en realidad, tenía ganas. En un punto, la única muestra que se me ocurría hacer era una "para adelante". No muestro muy seguido. Pienso que tiene que haber algo, una razón…
-¿Como cuál?
-Algo. Algo que me pida la obra, que me lo pida el trabajo. No es un mero acto de exhibición. Para mí la muestra es un hecho artístico. Y la verdad es que sentía que mi trabajo se veía de manera parcial, como en pedazos. Lo sentía así y siempre tenía la paranoia de que no se entendiera el fotógrafo que soy. Todos estos años me resultó más fácil decir qué fotógrafo no soy que qué fotógrafo soy. Porque ni yo mismo me podía definir.
-¿Y ahora sí?
-Bueno, no. Sigo sin poder definir cuál soy pero estoy entendiendo algo. Primero, que los demás están entendiendo algo, que es lo que más me importa. Porque en definitiva no se trata de lo que yo pueda decir, sino que los demás puedan. Y no hace falta ni que lo digan, con que lo vean es suficiente. Pero estoy viendo que esta muestra me está como aclarando más cosas acerca de mí mismo. Acerca de mi relación con la fotografía, mi relación con lo fotográfico, mi relación con la fotografía argentina, mi relación con mi edad en general. Siempre me sentí un outsider de todo y ahora me siento medio como un insider de todo.
-¿Por qué? ¿Sentís que recién ahora tu mirada fotográfica tiene lugar y se define como contemporánea?
-Sí, tal vez tuvo que pasar todo el tiempo que pasó y yo tuve que sostener mi compromiso con mi propia producción y mi propia relación con la fotografía. En momentos me sentí presionado (por mí mismo porque nadie me presionaba) a hacer otra cosa diferente de la que hacía, como irme más a los formatos o a los gestos de los fotógrafos contemporáneos o de los artistas que usan la fotografía, ponerme más a la moda. Y cada vez que pensaba hacer eso, hacía todo lo contrario: me radicalizaba más. O sea, por un lado siempre me interesó todo lo que pasa en el arte contemporáneo; es lo que más me interesa. Y al mismo tiempo, cuando llegaba, tomaba todo eso y cuando me iba a mi mundo a producir me volvía más radical, me volvía más el fotógrafo sin tema. El fotógrafo sin tema que, para mí, es omnitemático porque no tener temas es tener todos los temas. Todo es tema para mí. Porque mi tema es la fotografía, en última instancia.
-Cuando hablás de "radicalización", ¿qué querés decir?
-Quiero decir que cuanto más intentaba hacer la foto ícono, la foto pintura, la foto postfotográfica, la foto no sé qué, más terminaba yéndome de viaje y reaccionando a la gente en los museos, a la escultura, al personaje en medio de la ciudad, a la luz, al mundo, a mi vida, a mi modo de ser solitario. A todo ese tipo de cosas.
-¿La fotografía aclara también tu relación con las personas?
-La fotografía es mi relación con el mundo, directamente. No me gusta usar la palabra "expresión". Odio la palabra "expresión", pero yo diría, sin embargo, que "expresa" mi relación con el mundo.
-¿Cómo es esa relación?
-Bueno, a veces me siento lejos. O, mejor dicho, más que "cerca" o "lejos", me siento como detrás de un vidrio, que podría ser la lente, la metáfora o el símbolo de ese vidrio que me separa. En el sentido de que veo el mundo como espectáculo y pienso el mundo como un espectáculo. Es como cuando ves una película o leés un libro. Es algo que lo vas viendo, pero no sabés exactamente ni lo que pasa ni lo que va a pasar. Es algo de lo que solo podés ser un espectador e ir recibiendo algo. No es que vos ya sabés algo, sino que eso se va desarrollando por delante. Y vos estás viendo ese desarrollo y no sabés a dónde va. Eso es el mundo para mí. La diferencia está en que como observador soy activo. Como espectador, decido, tomo decisiones en el transcurso del espectáculo y decido reaccionar.
-¿Y las elecciones qué son? ¿Encuadres, temas, puntos de vista?
-Yo diría que es lo que señalo. Para mí tiene algo de dramático eso, algo dramático o epifánico, una manifestación significativa aunque nada de eso lo comprendo. No es algo que yo entiendo; es un proceso.
-¿Por qué o cuándo decidiste convertirte en fotógrafo?
-Hay dos cosas ahí: siempre digo que la fotografía me encontró o me atajó casi a los treinta años. Antes hacía otras cosas. Me fui a Estados Unidos. Sospechaba que iba a estudiar fotografía, tenía algunos antecedentes que me hacían pensar en eso pero no estaba muy seguro. Pero allá encontré, cuando empecé a estudiar, con el fotógrafo que ya era. Ya era fotógrafo, ya miraba como fotógrafo, ya tenía esa relación con el mundo. De hecho, mis fotos en blanco y negro tuvieron una madurez inmediata. Y tal es así que siento que nunca maduré mucho más allá de eso y que solo jugué con esa experiencia en diálogo con lo que va pasando, las tecnologías y demás. Pero la experiencia nunca maduró: es siempre lo mismo. Y mis razones para fotografiar nunca cambiaron. Pero me di cuenta en ese momento, apenas se me destapó esa olla y me encontré con el fotógrafo que era, de que sería un artista fotográfico.
-¿Un artista fotográfico?
-Sí. Yo sabía que iba a ser "artista fotográfico". No sabía bien qué quería decir. Sabía que de lo que estaba hablando era de una relación de intimidad y libertad con la fotografía. O sea que no iba a ser un fotógrafo profesional sino que iba a ir por otro lado y no sabía por dónde me iba a llevar ese camino.
-¿Y pudiste vivir todos esos años como tal?
-No. Durante varios años viví de otras cosas: trabajé como empleado, como vendedor. Cuando volví a la Argentina, aproveché el inglés. Trabajé como vendedor en inglés en una librería especializada y en una casa de ropa de cuero que les vendía a extranjeros. Me permitía ganar mejor porque en esa época, en los años ochenta, no todo el mundo hablaba inglés como ahora. Después, a partir de 1991 empecé a dar los talleres que, para mí, desde siempre fueron parte de una construcción de mi obra. No lo pensé como algo laboral porque estaba dispuesto a seguir trabajando como empleado; para mí, el taller era una forma de crear interlocutores porque quería hablar de fotografía y no encontraba con quién hablar de lo que me importaba.
-¿En qué lugar diste ese primer taller?
-En el Centro Cultural Rojas. En abril del 91 hice mi primera muestra individual en el Centro Cultural Recoleta, en el Fotoespacio que curaba Eduardo Gil, y di mi primer taller en el Rojas. Simultáneamente, las dos cosas. Y a partir de ahí no volví a trabajar en otra cosa que no fuera fotografía: talleres, después la curaduría de la Fotogalería del Rojas, y después sobre el 2000 empezó a circular la venta de obras.
-¿Te sentís como un maestro de fotógrafos?
-Me reconocen como tal pero no era la intención. No era la intención. Y con el correr de los años, cada vez que hablo de fotografía, hablo de mi experiencia. No hablo de cómo la fotografía debería ser, ni cómo sacar una buena foto, ni nada que se le parezca. Hablo de mi experiencia y nada más. Eso les sirve a otros. Hasta ahí llega la historia. Reacciono con libertad ante el trabajo de los demás, como cuando fotografío. No mido.
-¿Cómo ves tu trabajo en el panorama de la fotografía argentina?
-Yo me siento… por empezar, voy a decir un poco de pavadas. Por un lado, me doy cuenta de que soy un fotógrafo argentino. Parecería que un fotógrafo argentino se ocupaba de ciertos temas y hay ciertos temas que no son de los que se tiene que ocupar. Un fotógrafo argentino es argentino, es latinoamericano. Entonces yo no sabía cómo sentirme y me autotitulaba "fotógrafo americano", que tampoco es mentira. Tal vez por mi formación, mis gustos, mi poco nacionalismo. No soy nacionalista. No tengo sentimientos nacionalistas o lo que se entiende por eso. No soy un "vendepatria" pero tampoco lo contrario. Entonces digo "¿seré un fotógrafo argentino?" y me doy cuenta de que soy un absolutamente argentino y soy argentino y si me apretás un poco más soy un "fotógrafo porteño", completamente porteño, porteño del puerto de Buenos Aires, de una ciudad cosmopolita que mira al mundo, que se bajaron todos de un barco, para el cual el mundo tiene algo mítico porque lo conoció por revistas y series de televisión. La mezcla, la aspiración, el piolín corto, aspirar a mucho y que no te dé el piné; siento que todo eso está en mi fotografía. Siento que está todo lo que yo quisiera hacer y no puedo. Y eso me parece que es algo muy argentino.
-¿En la fotografía local hay demasiada opinión?
-Hay temas. Los temas, las preocupaciones, las opiniones. Yo no tengo opinión, no tengo preocupación. No tengo ninguna opinión. No tengo una idea mejor para ofrecer al mundo. Creo que el mundo tiene muchas cosas horribles pero no tengo una idea mejor para dar. Me siento argentino, me siento contemporáneo, me siento fotógrafo, me siento artista, me siento un montón de cosas. Hago lo que hago y confío en que todo lo que siento las fotos lo cuentan. Confío. Y siento que hago algo que alguien, al fin y al cabo, tiene que hacer. Ese es mi aporte.
-¿Cuántas fotos creés que sacaste en tu vida?
-Menos que Aldo Sessa, seguro. No soy un fotógrafo compulsivo.
-Ahora que todos somos fotógrafos, ¿cómo afecta eso a un fotógrafo profesional?
-Mucho. Mucho. Es un lío. Muchísimo. A los fotoperiodistas más. Realmente más porque les complicó la vida. Y muchas veces con cierta injusticia pero es la tiranía de la nota, digamos. Si te la sacó alguien con el teléfono, lo lamento. Y eso es algo horrible. Pero en términos generales me parece que sí. La fotografía está en manos de todo el mundo. A la vez yo pienso en lo que pasó en el 1900, a principios de siglo XX, cuando aparece la cámara portátil, cuando se produce esa democratización de la fotografía, ya ahí empieza a pasar algo enorme que mueve a la fotografía de otra manera, que la desarrolla de otra manera. Las tecnologías en la historia de la fotografía siempre hicieron que se diera paso hacia la democratización de la fotografía, a la pérdida de límites en ese sentido. Así que la historia de la fotografía es la historia de democratización de la fotografía. Y los problemas de los fotógrafos tuvieron que ver con eso y siguen teniendo que ver. No es nada nuevo. Ahora la gente muestra la foto que toma. Eso sería el giro por sobre lo que pasó en el siglo XX; la gente antes hacía sus álbumes y ahora los álbumes son públicos. Ese es el tema. Pero es un nuevo problema para transar y es una nueva crisis de sentido que, para mí, es positiva. Porque los fotógrafos tenemos que pensar más, no basta con que la foto sea buena, porque las razones de una obra cambiaron; las razones para hacer una obra cambiaron. Yo siempre digo que no hace falta una sola foto más, no hace falta una sola imagen más. Sigo pensando eso. Entonces, la decisión de hacer una obra fotográfica tiene que tener una razón que no pase solo por el narcisismo, ni siquiera por las buenas intenciones. Tiene que interesar.