Alberto Bellucci: "Así como hubo una era de los shoppings, ésta es la época de los museos"
El arquitecto y director del Museo Nacional de Arte Decorativo analiza la transformación y el auge de las salas de exposiciones en el nuevo contexto económico del mercado del arte
Arquitecto, dibujante y viajero incansable, Alberto Bellucci lleva casi un cuarto de siglo gestionando museos nacionales. Es miembro de la academia argentina de Bellas Artes y fue varias veces premiado por la Fundación Konex. En diálogo con LA NACION, afirma que desde el punto de vista arquitectónico "ésta es la época de los museos", como lo fue antes de los countries y los shoppings y, en los sesenta, de los bancos. En momentos en los que el gobierno nacional impulsa una ley que regule la actividad cultural, él no se opone, pero le inquieta más que se cumplan las normas existentes.
En exclusiva adelantó a LA NACION que está trabajando en un libro de imágenes fotográficas tomadas por él mismo sobre lo que considera "la piel de las ciudades" y admitió que el Museo Nacional de Arte Decorativo, que dirige desde 1991, es un "híbrido", un "museo que se comió a una casa". En el edificio del Decorativo, además, funciona, aunque cerrado al público desde 2001, el Museo Nacional de Arte Oriental, cuya gestión Bellucci considera "un gran fracaso".
Durante tres años y medio, fue la "cabeza" de esos dos museos y, al mismo tiempo, del de Bellas Artes. Lo fue por el tiempo que duraron las intervenciones dispuestas por las autoridades de Cultura, entre 2001 y 2003.
-Usted fue protagonista y testigo de la vida museística argentina en las últimas dos décadas. ¿Qué le pasó al museo en estos años?
-El museo ha pasado de ser un organismo respetable y alejado de la gente, excepto en los grandes centros, a ser un organismo vivo, abierto y multipropósito, con todas las ventajas y riegos que esto supone. Además, el museo está siendo habitado cada vez más por expertos, sean restauradores, programadores o curadores, y se ha ido tecnificando y diversificando. En veinte años los museos han proliferado y ahora son testimonio también de culturas actuales. Por otro lado, hace dos décadas el arte no estaba tan unido al mercado ni despertaba tantas expectativas económicas. Como arquitecto, puedo decir que la década de los 60 fue la de los grandes bancos, después vinieron los countries y los shoppings, las burbujas de supuesta sanidad dentro de un tejido presuntamente enfermo. Y, desde fines de los 90 hasta hoy, es la época de los museos. A nivel local, pienso en el Malba y en los museos de Mar del Plata, Santiago del Estero, San Luis, Neuquén.
-El de Arte Decorativo entra en la categoría de museo casa; sin embargo, se puede ver muy poco de cómo vivían sus propietarios, los Errázuriz Alvear.
-Sí, este museo se ha convertido en un híbrido. Aquí el museo se comió a la casa. Si bien tenemos la colección más grande de América latina de pinturas miniatura europeas, todo el resto del museo tiene el doble juego de ser casa y de ser museo. La gente viene aquí queriendo, sobre todo, ver la casa. Poco a poco, hemos tratado de reciclar los espacios, pero hay un límite, porque no puedo rehacer cocinas que ya no existen. Cuando consiga que el Museo de Arte Oriental deje los dos locales donde está ahora, la idea es restaurar uno de ellos, que era la habitación de Josefina Alvear, y trasladar la oficina de administración de personal, que ahora funciona en lo que fue el baño.
-Es decir que ahora no se ve la habitación de la dueña de casa ni su baño.
-Tampoco se ven las cocinas, ni las habitaciones de la servidumbre en el segundo piso, ni las salas del subsuelo. Sin embargo, mantiene la atmósfera de la casa. El gran problema es que el crecimiento de los requerimientos del expertizaje hizo que haya más gente y menos espacio. Además, hay que recordar que, cuando el Estado adquiere esta casa, crea el Museo de Arte Decorativo y también la Academia Nacional de Bellas Artes y muda aquí la Academia de Letras, que se instala donde estaban las cocinas, en el segundo piso y en el subsuelo, donde estaban las salas de esgrima, de plancha y las bodegas. En los años 40, se hizo el pabellón de las academias, que da a la calle Bustamante y que hoy pertenece al Ministerio de Ciencia y Tecnología.
-¿Qué perspectivas ve a la reapertura del Museo de Arte Oriental, cerrado al público desde 2001?
-Yo estoy pidiendo que haya una sede para ese museo, porque no pueden estar cuatro personas atosigadas trabajando entre 3500 objetos. Además, sería la posibilidad de abrir un centro cultural que seguramente sería muy apreciado por el público.
-Sabemos que proyecta editar un libro con fotografías tomadas por usted sobre lo que llama "la piel de las ciudades". ¿De qué se trata?
-Es algo que estoy preparando y de lo que hasta ahora no había hablado públicamente. He visto la maravillosa diversidad que tienen las ciudades en su cáscara.
-¿A qué llama la "cáscara de una ciudad"?
-La cáscara es su arquitectura, el nido donde vive la comunidad, las superficies que todos pueden ver, aunque no las miremos.
-¿Qué diferencias ha encontrado?
-Hay diferencias, según las culturas. En general, las ciudades antiguas o históricas tienen sus pieles opacas, consistentes, volumétricas y están hechas de adobe, de piedra o de mármol. Hay desde pieles lisas, tipo piel de durazno, pasando por la piel de naranja y llegando a la piel de ananá, como es el caso del edificio donde funciona el Ministerio de Educación de la Nación, que tiene una serie de molduras tan fuertes como son las mujeres que sostienen los balcones. Es una piel de ananá o, si se quiere, una piel musculosa. Por ejemplo en la India vi chozas de adobe, una piel como de naranja con incisiones que la vuelven una piel grafitada.
-A diferencia de la antigua, ¿cómo es la "piel" de la ciudad moderna?
-En la ciudad contemporánea, la estética del vidrio transparente o traslúcido hace que esa piel refleje lo que hay adentro o transparente lo que hay afuera. Es una pantalla virtual donde lo que sucede en esa pantalla es como una película. Si hay una tormenta, una salida de sol, oficinistas adentro se reflejan afuera. Antiguamente no había esa continuidad entre el exterior y el interior que ahora permiten las vidrieras. Esta superposición entre lo que hay adentro y afuera tiene que ver con nuestra cultura de la imagen elaborada, la imagen imprevista.
-Otra de sus propuestas es la de hacer un museo de arte decorativo del siglo XX. ¿Es así?
-Sí, porque el siglo XX ha sido revolucionario en lo que hace al diseño utilitario, como se puede llamar el arte decorativo. Ha pasado por distintas fases y distintas expresiones en distintas culturas. Es importantísimo que no se demore un museo de diseño contemporáneo, desde la ruptura que significó el fin del siglo XIX y el principio del siglo XX hasta hoy.
-No hace mucho usted dijo que lo que más le interesa es "el arte y su aplicación para mejorar la calidad de vida". ¿Cómo el arte mejora la calidad de vida de alguien?
-El arte, según el diccionario, es la habilidad para hacer algo. Está el arte mayor, por ejemplo, la pintura y la escultura, y el arte menor, el utilitario. Si tengo sed, puedo tomar agua en una copa o un vaso con un diseño donde lo estético esté en relación con la función del objeto, o en un recipiente cualquiera. En la medida en que me rodee de artefactos confortables, se me va haciendo la vida más agradable. Después está el gran arte que uno ve en los museos y en el que hoy juegan mucho el mercado, el periodismo, los críticos que van estableciendo discursos que a veces responden a amistades o a intereses. Y, como la gente en general vive apresuradamente, los que pueden comprar arte muchas veces se dejan llevar por esos discursos para elegir qué adquirir.
-El Gobierno está promoviendo una ley federal de cultura. ¿Cree que es necesaria?
-Sí, pero no soy la persona ideal para establecer normas ni decir cómo debieran ser. Pienso que el andamio -la ley- ayuda a que el obrero pueda trabajar, pero el obrero es mucho más importante que el andamio. No es que descrea de las normas, sino que estoy acostumbrado a que las normas, buenas o malas, no se cumplan. Así como en el Decorativo el museo invade la casa, la práctica invade la ley y hay que reacomodar la ley a la práctica...
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