Alana S. Portero. “Quién no ha tenido miedo en la vida o dudas sobre quién va a llegar a ser”
“La mala costumbre” se titula la novela “almodovariana” de la poeta española, que generó un suceso editorial; cuenta la historia de una niña trans nacida en una familia obrera de un barrio con nombre de santo, pero dejado de la mano de Dios
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Éxito editorial en España desde su lanzamiento, durante la primavera boreal, La mala costumbre (Seix Barral, $ 7500), primera novela de la escritora, medievalista y directora teatral Alana S. Portero (Madrid, 1978), narra en primera persona la historia de una niña trans nacida en una familia obrera que habita en San Blas, “barrio con nombre de santo pero dejado de la mano de Dios”, como apunta la vivaz protagonista. La novela sigue sus pasos desde los años del posfranquismo en España, en compañía de un elenco de parientes, vecinos, amigas, amantes y los infaltables villanos.
El suyo fue uno de los libros por el que los editores internacionales mostraron gran interés en la reciente edición de la Feria del Libro de Fráncfort; La mala costumbre será publicada en Estados Unidos, Francia, Italia, el Reino Unido, la República Checa y Holanda, entre otros países. “Me siento algo sobrepasada porque en poco tiempo he pasado de cero a cien”, grafica la autora.
“La novela ha salido hace seis meses, lo que en lógicas editoriales es mucho tiempo al menos en mi país, y sigue con una fuerza muy parecida a la que tuvo en su lanzamiento”, dice en diálogo con LA NACION. Su novela recibió elogios de críticos, escritores y artistas como el cantautor Ismael Serrano, las escritoras Elena Medel y Belén Gopegui y los escritores Gustavo Pecoraro y Franco Torchia, que conversó con Portero el jueves pasado en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. La autora siguió su gira sudamericana rumbo a la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP), en Brasil.
“Es la primera vez en Buenos Aires -dice la autora, que ha escrito en varios medios de su país sobre las circunstancias que viven las mujeres trans-. Estoy muy feliz, me llevo una impresión maravillosa y tengo ganas de regresar sin tantos compromisos; apenas he rotado la ciudad. Llegué en este momento convulso como el que hemos vivido en España hace tres meses. También en España hay un brote de ultraderecha”, dice en alusión a La Libertad Avanza. “Pedro Sánchez ha sido confirmado nuevamente como presidente de España, pero hasta llegar aquí ha sido un tumulto. Han atacado la librería Alberti, de Lola Larrumbe, que es una institución en Madrid, una librería clásica y maravillosa. Mientras se acercaba el proceso constituyente han sido muy violentas las calles en Madrid”.
-¿Cómo vivís la repercusión que tiene la novela?
-Con mucha alegría y con mucha sorpresa porque para mí era inesperado por completo. Y algo sobrepasada también porque de alguna manera en poco tiempo he pasado de cero a cien. Una escribe nerviosa o tranquila en su casa, en su vida pequeña y en su espacio reducido y de repente explota de una manera como esta. Voy a Brasil al FLIP ahora y en enero a Colombia, a Cartagena de Indias y pasaré también por Medellín. Tengo muchas posibilidades para conversar.
-¿Te llevó mucho tiempo escribirla?
-Estuve acumulando notas y escribiendo fragmentos de la novela durante cuatro años. Y dándole muchas vueltas y trabajando en la estructura y recolectando fragmentos, pero la redacción duró exactamente un mes, con todo lo que tenía y las mil vueltas que le había dado en la cabeza hasta llegar a lo que yo quería. Fue una escritura compulsiva de un mes desde muy temprano hasta muy tarde.
-¿Tus libros de poesía se van a reeditar debido al éxito de La mala costumbre?
-Hay un proyecto de reedición de mi último libro de poesía, La habitación de las ahogadas, con algunos de libros anteriores. Está la idea y me encantaría. Ese libro me gusta mucho, pero me dejó un sabor agridulce porque fue una edición muy pequeña que tuvo un movimiento local, muy madrileño. Le tengo mucho cariño y me gustaría que tuviera una segunda oportunidad.
-En tu novela hay un lenguaje poético muy elaborado, culto y a la vez popular.
-Es parte de mi música interna. Cada persona que escribe tiene su propia música; la mía proviene de la poesía y no quiero que deje de ser así. Creo que hay una mezcla de poesía y de teatro que conforma esta nueva melodía narrativa mía. Hay una intencionalidad que sale de forma natural y que procuro que quede patente. Es una novela muy de personajes que se puede separar por escenas sin ningún problema.
Háganse el favor de leer esta hermosa novela. Y si pueden, gente de Buenos Aires, vayan a la presentación. De verdad. https://t.co/tkkYZmFgp9
— Ismael Serrano (@SerranoIsmael) November 8, 2023
-También aparecen notas ensayísticas sobre la identidad trans.
-El componente es la suma: quería reflejar la historia de una chica trans obrera en el tiempo que le toca vivir, el posfranquismo. Hay una mezcla que resulta en una aproximación bastante transversal con diferentes ejes. Lo trans es importante, pero pretendía que lo obrero fuera tan importante como eso. He escrito mucho sobre la identidad trans. Supongo que se ha decantado en la narración de modo natural porque he escrito mucho y en los últimos años me lo han pedido y es inevitable que quede como un rasgo narrativo. También es llamativo porque no hay mucho personaje trans contado de esta manera, con un recorrido tan largo desde la infancia. No es tan habitual en la novela contemporánea. No era premeditado, pero se decantó al escribir sobre una experiencia humana que conozco y sobre la que puedo crear una buena ficción y buena literatura.
-¿Pensás que has narrado una experiencia universal?
-Tengo muy claro que reivindico mi derecho a ser universal y rechazo por completo que una historia, porque sea una historia femenina, y además trans, sea una historia específica y que no tenga derecho a su porción de universalidad. En definitiva es una niña que nace en un barrio y que tiene dudas sobre quién va a terminar siendo y cómo se desarrollará su vida. Es muy fácil reconocerse en esta historia, no hace falta ser trans para eso. Quién no ha tenido miedo en la vida o dudas sobre quién va a llegar a ser o qué es lo que le espera. Una pregunta que todos nos hemos hecho en la vida es qué va a ser de nosotros.
-La protagonista tiene sus aliados en San Blas y en Madrid, y una familia que la acompaña, a su modo.
-Con respecto de la familia, quería explorar narrativamente las posibilidades de que la incomprensión no siempre está ligada al rechazo. Esta familia no comprende muy bien lo que sucede con su hija pero no la rechaza. En su caso, la familia se constituye como un cuarto seguro para ella, pero necesita más, necesita salir, encontrarse a sí misma, y eso en la casa no lo puede hacer. Por eso era importante para mí no contar la enésima historia de rechazo, que ya entra en la historia del trauma trans, sino las historias que va encontrando. El proceso de desarrollo personal es social. Somos quienes nos quieren, quienes nos aman y nos odian, somos de la manera en que nos acarician y que nos golpean. No somos exactamente quienes creemos que somos sino cómo nos moldea lo que tenemos alrededor y las personas con que contamos mientras crecemos. Y las alianzas para esta protagonista son fundamentales, actúan a modo de oráculos casi homéricos que la impulsan a continuar con su historia y su viaje, saliendo de esa Ítaca callejera en San Blas, a la que al final vuelve.
-¿Tu familia leyó la novela?
-Están muy felices. Está siendo una experiencia familiar muy hermosa, y también con los vecinos de San Blas que se preguntan si son ellos o no los que aparecen. Mis padres viven allí todavía.
-¿Dónde vivís ahora?
-En una localidad que queda muy cerquita de Madrid, Móstoles, una ciudad dormitorio. Viví muchos años en el barrio de Chueca, a partir de 1998.
-¿Y fue divertido?
-Mucho. Sobre todo a finales de los años 90. Anduve por allí desde los inicios de esa década y vi la transformación del barrio, muy deprimido entonces y que se parecía mucho a mi barrio de origen. Lo vi transformarse en la meca de la cultura LGBT europea, en un barrio prestigioso y seguro. Asistí a ese cambio y crecí con el barrio.
-¿La lectura y la literatura fueron tus aliadas, como le pasa a la protagonista?
-Completamente. La cultura es un refugio para todo el mundo, pero para quien tiene una dificultad o algún obstáculo para relacionarse con naturalidad con lo que le rodea la cultura es una isla, un oasis, un lugar en el que se puede descansar, porque una puede dejar de ser para vivir las historias que otros proponen. Ha sido fundamental. Les debo tanto a las personas vivas que han interactuado conmigo y me han ayudado a crecer como a toda esa literatura de gente que ha muerto o que no conoceré en mi vida. Son mi educación personalísima. También la música, las estéticas pop, dark y gótica, y la literatura clásica, todo eso es quien soy.
-¿Hay una transición hacia una literatura menos machista en tu país?
-Sí. Ahora mismo hay voces de mujeres poderosísimas y que tienen un lugar importante. Es verdad que los números finales aún no arrojan paridad ente hombres y mujeres. Cerca del 70 por ciento de lo que se publica en España son libros escritos por hombres. Las voces de las mujeres se están elevando de una manera justa, es imparable y es lo que tiene que ser, la inercia natural de lo que debería ser la cultura universal, por lo mínimo paritaria.
-¿Leíste a otras autoras LGBTQI+?
-A Camila Sosa Villada, que es un referente absoluto; no la conozco en persona pero la leo con devoción. Procuro estar al día. Kim de l’Horizon es una persona no binaria alemana que ha escrito Libro de sangre. Leo a las compañeras con muchas ganas y con mucho interés. Se ocupa el lugar que se tiene que ocupar, la única manera de convivir es incorporarse a lo humano y eso solo se hace a través de la cultura.
-¿Se adaptará la novela al formato audiovisual?
-Con mi agente, María Cardona [a quien está dedicada La mala costumbre], estamos en ese proceso exacto con algunas ofertas. Me han dicho muy a menudo que es una narración muy visual. Ha habido algunas productoras que han mostrado interés. Empecé a escribir una nueva novela el mismo día en que presenté La mala costumbre, es una mezcla de novela histórica con novela gótica, una mixtura un poco personal.
-¿Cuánto de material autobiográfico tiene la novela?
-Menos del que parece. Para ir sobre seguro y para construir una ficción con la que me quedase contenta, necesitaba sostenerla sobre algunos ejes que conozco en primera persona, para pavimentar el suelo sobre el que construyo. El barrio es mi barrio y hay muchos personajes que son destilados de los que he conocido en mi vida. Muchas mujeres que he conocido en la calle, con trocitos de todas he compuesto a las tres moiras, por ejemplo. O las vecinas de cuando yo era niña. Sobre todo hay un paralelismo geográfico, San Blas y Chueca, que responde a mi experiencia. La ciudad es un personaje más y quería contarlo desde mis ojos. Pretende ser una carta de amor y despedida de la Madrid que yo conocí y ya no existe. Por lo demás hay mucha ficción.
-Incluye muchas referencias al poder de la música y la cultura pop.
-Muchas. El ejemplo aquí mismo en Buenos Aires fue Taylor Swift que mostró el poder de movimiento y la capacidad organizativa y el lenguaje en común que desarrollan las fans. Ahora hay muchísimos referentes. La diferencia es que en los años 80 y 90 las estrellas era más inalcanzables, menos humanas, se transformaban de un disco a otro y parecían criaturas mitológicas; se decía que Madonna se reinventaba y es verdad, parecía otra mujer de un disco a otro y era fascinante. Hoy hay muchas artistas grandiosas, los jóvenes tiene mucha suerte porque tienen de donde elegir.
-¿Eso ayuda a la construcción de una identidad y a la salida del clóset?
-Absolutamente. Para mí las estrellas del pop y los personajes literarios de ficción actuaron como un santoral. Era casi una cuestión de fe. Figuras a las que encomendarse y a las que quería parecerme, pero sublimadas en algún punto al que no podías llegar, y eso era bueno porque las hacía supraterrenales. Esa constelación cumple la función de la religión y le debo una construcción importantísima de mi identidad que todavía perdura. Empecé a escribir después de leer las letras que escribían Lou Reed y Jim Morrison, con esa manera de explorar la palabra absolutamente libre y mágica. Eran elegantes, oscuros, enigmáticos y atractivos.
-¿Y los artistas españoles?
-Pedro Almodóvar para mí es educación básica. Forma parte de la novela y se nota; hay muchos homenajes a Almodóvar que no son voluntarios pero están ahí. Han definido La mala costumbre como una obra almodovariana y eso para mí es un orgullo. Y figuras como una banda llamada Parálisis Permanente con un muchacho que murió muy joven y es el Jesucristo de las góticas españolas, Eduardo Benavente, que me influyó mucho, y Tino Casal, cantante andrógino y fabuloso que inspira al personaje del vecino que ella tiene.
-Y mencionás a Cris Miró.
-La descubrí a través de la prensa del corazón. Ella fue mi primer referente de que las mujeres trans podíamos ser hermosas y tratadas de una forma que no fuese a través de la burla. Fue la primera mujer trans que me alimentó con la belleza. La belleza era posible. Murió al poco tiempo, y lo sentí como una tragedia horrible. Fue una manera de confirmar esa profecía de que solo podemos rozar la belleza en un instante pero luego hay que pagarlo.
-¿Esa fatalidad ha ido cambiando?
-Sí. Ese fatalismo con el que mi generación creció se va diluyendo y eso es maravilloso. Entiendo que mi generación va a ser presa de ese fatalismo siempre, o yo lo voy a ser. Una se ha construido así y siempre estoy temiendo el castigo, desgraciadamente.
-¿Cuál es tu opinión sobre la tan mentada cultura de la cancelación?
-Casi todas las personas que enuncian ser víctimas de cancelación lo hacen desde tribunas muy poderosas, lo cual es absurdo. Lo que sucede es que las personas que se sienten canceladas están incómodas con el derecho a réplica de los demás. Antes había menos vías para hacer llegar tu opinión y ahora lo puedes hacer muy directamente. Y hay mucha gente a la que no le gusta que le repliquen. Puedo entender que en ocasiones nos hemos vuelto demasiado reactivos y se piensan menos las cosas, pero es una cuestión de inmediatez que tiene que ver con cómo funcionan los medios de comunicación y las redes sociales. Pero no creo que la cultura de la cancelación exista. Hay una cultura de llevar mal que otras personas te digan lo que opinan. Las figuras que dicen ser canceladas están en todas partes hablando de que son canceladas, es extrañísimo. Cada quien tiene que crear lo que quiera crear, el reino de la creatividad es completamente libre, pero tiene que estar dispuesto a soportar que alguien le diga que eso no sirve, que lo hiere o es una crueldad. Si no estás dispuesto a recibir eso, dedícate a otra cosa, a vender seguros de vida.
-¿Compartís con la protagonista la “mala costumbre” de emocionarse y llorar a escondidas?
-Nunca la tuve realmente, siempre he podido llorar acompañada, mi entorno ha sido siempre una fiel y cariñosa compañía, tanto la familia como los amigos y amigas. Cuando lo he hecho a solas ha sido voluntariamente, por necesidad y hasta en eso me han acompañado, dejándome hacerlo tranquila.
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