Alain Touraine, un célebre cronista de los cambios del mundo en el siglo XX
El sociólogo francés murió en la madrugada de hoy a los 97 años; era reconocido no sólo por su profunda visión de Europa y su país, sino también de América Latina
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PARIS.– “Los cambios del mundo no son solo creación y progreso. Son siempre, antes que nada, descomposición y crisis”, afirmaba Alain Touraine. El célebre sociólogo francés, autor de “La sociología de la acción”, investigador y director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y uno de los mayores especialistas de América Latina falleció en la noche del jueves al viernes, a los 97 años.
Intelectual de izquierda, pero apreciado por la derecha, Alain Touraine firmó una prolífica obra donde describió las dinámicas de los cambios sociales a partir de la segunda mitad del siglo XX. Apasionado por la historia y la economía, ese gran intelectual tenía la preocupación permanente de poner en práctica sus teorías, sin dudar jamás en lanzarse en el terreno político.
En sus comienzos, Touraine centró sus trabajos en la clase obrera. Su tesis de doctorado tuvo como objeto de estudio los obreros del constructor de automóviles Renault. Después de Mayo del 68, dirigió su atención hacia los “Nuevos Movimientos Sociales” (NMS) que llevaban en su seno otros temas que los del obrerismo socialista.
“Es necesario salir de la calma tranquilizadora de las utopías y las profecías, aunque estas sean catastróficas, para descender al movimiento, desconcertante pero real, de las relaciones sociales”, aseguraba. En “La Voz y la Mirada”, obra de síntesis sobre la sociología de esos movimientos (estudiantiles, regionalistas, feministas, etc.), escrita en 1978, se preguntaba si acaso “no había terminado el tiempo de las luchas sociales y la lucha de clases”.
Desde esa perspectiva criticó con energía la masiva huelga de diciembre de 1995 en Francia contra la reforma de la Seguridad Social que, a su juicio, no planteaba las buenas preguntas, focalizándose en la defensa de los asalariados.
Hijo de un médico, Touraine nació en Hermanville-sur-Mer, cerca de la ciudad normanda de Caen, el 3 de agosto de 1925. Diplomado en Historia de la prestigiosa Escuela Universitaria Normal Superior, investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de 1950 a 1958, creó en 1956 el Centro de Investigación en Sociología del Trabajo de la Universidad de Chile. Viudo de la científica chilena Adriana Arenas Pizarro, fallecida en 1990, tuvo con ella dos hijos, Marisol, ex ministra socialista en el gobierno de François Hollande, y Philippe, profesor en Medicina.
En 1960 fue nombrado director de estudios de la EHESS. Doctor en Letras en 1965, enseñó de 1966 a 1969 en la Universidad de Nanterre, en las afueras de París, antes de dejar el puesto a en 1993 a Michel Wieviorka.
“Era un profesor abierto, dispuesto a discutir, que no se asustaba cuando interveníamos, a veces en forma virulenta, que adoraba debatir. Toda su vida cultivó esa curiosidad, esa capacidad para comprender la evolución de nuestras sociedades. Sin jamás dejarse acaparar por la facilidad, sin huir de las contradicciones. Para mi hubo dos grandes pensadores de nuestra época: Edgar Morin y Alain Touraine”, asegura Daniel Cohen-Bendit, histórico líder de Mayo del 68, que fuera uno de sus alumnos en Nanterre.
Todos aquellos que lo conocieron lo confirman: Alain Touraine no se interesaba por las cosas simples, las explicaciones hechas, los modelos fijos, los “solo basta…”. Todo le interesaba, desde América Latina hasta Solidarnosc. Su mirada se fijaba en la agitación. A su juicio, las sociedades nunca se detienen. Para él, los Nuevos Movimientos Sociales eran precisamente eso. Junto a Wieviorka, fue uno de los primeros en interesarse en el feminismo, la ecología o la nuclearización. Sin jamás temer transgredir los límites fijados por la ideología.
Considerado uno de los mayores expertos en América Latina, Touraine nunca fue complaciente con el peronismo en Argentina, que visitó en más de una oportunidad. Señalando el “déficit democrático” del país gobernado por ese “partido dominante”, aseguraba en 2011 en una entrevista: “El peronismo nunca fue un partido: es un conglomerado dentro del cual conviven alas de extrema derecha y de extrema izquierda, fuerzas conservadoras, representantes de factores de poder, intereses económicos, sindicatos y grupos mafiosos organizados. Este enorme abanico, que ocupa todo el espectro ideológico y social, impide la existencia de un verdadero sistema político”. A su juicio, desde el retorno de la democracia en 1983, solo existía en el país “una pseudo democracia: una máscara, que permite creer que hay una representación simbólica. Lo único de sistema político que hay en Argentina es la formación de dirigentes que se enriquecen”, agregó.
Esa libertad de pensamiento también lo llevó a criticar la Venezuela de Hugo Chávez y, en Francia, el movimiento de los Chalecos Amarillos. También apoyó la elección de Emmanuel Macron, en quien veía la posibilidad “de superar la estupidez de los campos ideológicos atrincherados”, recibiendo por eso las críticas acerbas de toda la izquierda.
Además de su célebre Sociología de la acción (1965), su pletórica obra -ampliamente traducidos, algunos de sus libros fueron best seller en la Argentina- incluye El movimiento de Mayo o el comunismo utópico (1968), La Sociedad post-industrial (1969), Crítica de la modernidad (1982), ¿Qué es la democracia” (1994) y ¿Cómo salir del liberalismo? (1999).