Al infinito y más allá: el despegue “intergaláctico” de Gyula Kosice
El Malba inaugura el jueves una muestra que busca destacar su rol pionero y su aporte en el contexto internacional del arte de posguerra; se exhibirá luego en los museos PAMM de Miami y MFAH de Houston
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“El hombre no ha de terminar en la Tierra”, escribió Gyula Kosice en el único número de la revista Arturo, lanzado en Buenos Aires en el verano de 1944, cuando el artista aún no había cumplido veinte años. A un siglo de su nacimiento en la ex Checoslovaquia, el Malba se dispone a presentar el jueves la instalación inspirada en aquella idea, en la que invertiría seis décadas de trabajo. Un conjunto de más de veinticinco piezas conforma La ciudad hidroespacial, su esbozo arquitectónico de un nuevo modo de organización social que flotaría a 1,5 kilómetros sobre la superficie terrestre.
“Estaba obsesionado con esta idea, preocupado porque la humanidad estaba destrozando el planeta –dijo a LA NACION Mari Carmen Ramírez, cocuradora junto con María Amalia García de la exposición monográfica Gyula Kosice Intergaláctico-. Fue a la NASA a presentársela a los científicos, pero le dijeron que en términos prácticos era imposible concretarla”.
Aquella maqueta de un sueño que desafió, según Ramírez, “las nociones de propiedad privada, con espacios para nutrir la mente, el intelecto y el alma”, es el clímax de un recorrido por más de ochenta obras producidas entre 1950 y 1980. “Es la primera muestra que se realiza en ausencia del artista”, fallecido en 2016, aclara García.
No es un dato menor. Ambas coinciden en que ese artista experimental, escultor, poeta y teórico, cofundador de la revista Arturo (1944) y del grupo de arte constructivo rioplatense Madí (1946) y figura destacada de la vanguardia internacional posterior a 1945, “quiso imponer su propio discurso”. Frustrado por la forma en que su obra visionaria era recibida en el medio local, “manejó la información sobre su obra y no permitió el análisis objetivo de otras personas”.
“Es una paradoja –opina Ramírez-. Porque hizo aportes muy importantes y tuvo visibilidad: sus obras fueron adquiridas por museos y colecciones privadas en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Pero hoy no es reconocido dentro de la narrativa global del arte de posguerra. La periferia, el control de su propia narrativa y una sed de protagonismo que le generó enemigos lo condenaron a no poder imponer su visión”.
Esta muestra podría cambiarlo todo. Porque si bien La ciudad hidroespacial pertenece al Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH), donde se exhibe en forma permanente y con sala propia desde 2020, ahora integra un panorama más amplio que se alojará allí entre octubre de 2025 y enero de 2026, luego de pasar por el Pérez Art Museum Miami (PAMM) desde abril hasta septiembre de 2025.
Ante un público internacional se demostrará, así, que Kosice fue entre otras cosas uno de los primeros artistas que incorporaron el agua en sus obras. A tal punto que creó su propio sistema lingüístico, con neologismos como “hidrociudadanos” o “hidroamor”. “Yo soy el agua”, decía el hombre que había llegado en barco a la Argentina, a los cuatro años.
“En la actualidad el agua nos convoca; la sustentabilidad ecológica, la posibilidad de la vida en los próximos años es tema fundamental de la contemporaneidad –destaca García en uno de varios textos que integrarán el catálogo, editado en inglés y español en colaboración con el Centro Internacional para las Artes de las Americas (ICAA-MFAH)-. Como buen profeta, Kosice auguró este momento. Su interpelación acerca del agua sintoniza con nuestras preocupaciones actuales sobre el planeta y su habitabilidad”.
Entre los artistas que encontraron inspiración en su legado se cuenta Tomás Saraceno, tucumano radicado en Berlín que conquistó el planeta con su artivismo: acciones creativas que buscan marcar una diferencia en el cuidado de la atmósfera y el medioambiente. Un mundo libre de combustibles fósiles, con vuelos impulsados por energía solar y “ciudades Nube” flotantes es el sueño de este arquitecto egresado de la UBA, que realizó trabajos interdisciplinarios con instituciones como el MIT, la NASA y la Sociedad Max Planck.
“La investigación que da sustento a la exposición buscó quebrar ciertas lecturas estancadas de la obra de Kosice y abrir perspectivas que actualicen la vitalidad de su producción”, destacan las curadoras. Eso incluye no sólo el relevamiento integral de su archivo, con la colaboración del Museo Kosice, sino también un análisis sobre su utilización del plástico a cargo de un equipo especializado que incluye a profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y del Instituto Getty de Conservación (GCI) de Los Ángeles.
“Sospechamos que inventó nuevas maneras de usar el plástico. En sus primeras experiencias usaba el horno de su casa para modelarlo”, anticipa Ramírez. El resultado está a la vista: la transparencia que aportaba este material maleable fue clave en su búsqueda de reconceptualizar la escultura, de alejarse de la forma tradicional del bloque y la masa para concentrarse en el espacio como un ente autónomo.
Así, después de realizar piezas interactivas como Röyi y Escultura articulada en bronce, ambas en 1944, comenzó a experimentar con los materiales y las formas hasta llegar a un arte “hidrocinético” que incluye movimiento, luz y agua. El fascinante resultado puede verse en este recorrido del Malba, que seguramente será uno de los destinos más codiciados durante las vacaciones de invierno. Incluye un divisor transparente de ambientes con gotas creadas por él en 1978, muy reproducido en los medios locales de la época, en notas que contribuyeron a “la construcción del propio mito”.
En esto, también, fue un pionero. La autopromoción y la construcción de un personaje formaban parte de su proceso creativo, tal como ocurrió después con Rogelio Polesello, Marta Minujín y Federico Jorge Klemm. Según García, Kosice “no solo buscaba seducir con la inventiva de sus producciones, sino también con su performance corporal”. “En los años 70 realizó una sesión de fotos desnudo en su taller –agrega la curadora-. En algunas se hace explícito el voltaje erótico; otras son risueñas poses junto a sus obras. Kosice encarnaba al genio canónico asociado a la virilidad masculina y la creatividad como sublimación de sus energías sexuales”.
Tres años después de que falleciera su mujer, Diyi Laañ, artista porteña cuya obra quedó opacada por las del marido que ella misma promovía entre los coleccionistas, Kosice publicó una autobiografía en la que narraba sus aventuras sexuales extramatrimoniales. Ya habían pasado más de cuatro décadas desde aquella foto que acompañó el catálogo de la exposición en la galería Bonino, en 1967, que lo mostraba junto a una ventana mirando el paisaje, fumando con la camisa semiabierta. “Tenaz, confiado de sí mismo y de su producción –observa García-, asume la pose de galán de cine”. Así, seguramente, querría ser recordado a un siglo de su nacimiento.
Para agendar:
Gyula Kosice Intergaláctico, desde el 5 de julio hasta el 4 de noviembre en Malba (Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415). Inauguración: jueves 4 a las 19, luego de la conferencia inaugural (a las 18 con cupos limitados y transmisión en vivo por YouTube).
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