Aires de narconovela
Los reyes de lo cool, de Don Winslow, es un thriller que explora los más vertiginosos escenarios de la droga
El narcotráfico, además de producir millonarias ganancias y miles de muertos, ha generado una suerte de subgénero literario: la narconovela. Tal vez México es el país que reúne el mayor número de escritores que se ocupan de ese tema. "Si Sicilia es la Mafia, nosotros somos el Narco", apuntó Rafael Lemis en un texto donde rinde cuenta de los muchos autores mexicanos que modulan sus relatos a partir del tráfico de drogas y de sus consecuencias. En el otro lado de la frontera también se ha hecho un culto de esta literatura y Don Winslow (1953), neoyorquino que vive en San Diego, es, acaso, uno de sus más destacados sacerdotes. Supo ser detective privado y guía de safaris, hasta que decidió dedicarse de pleno a la escritura. Publicó cinco novelas que tuvieron por protagonista a Neal Carey, un investigador privado que operaba esencialmente en Nueva York. Un día Winslow eligió cambiar de geografía, abandonó a Carey y ambientó sus nuevas historias en la frontera con México, con el narcotráfico como tema esencial. Así aparecieron Isle of Joy (1996), Muerte y vida de Bobby Z (1997), California: fuego y vida (1999), pero recién con El poder del perro (2005) el autor logró categoría de best seller . En esa novela recorre a fondo los múltiples escenarios de la droga y presenta a sus perturbadores protagonistas. Aunque la mayoría de ellos carga con más de una muerte sobre sus espaldas, hay excepciones: por ejemplo, el veterano de Vietnam y agente de la DEA, Arthur Keller, y el padre Parada, un sacerdote católico empeñado en impedir que los niños desamparados se conviertan en pequeños killers .
En las narconovelas posteriores a El poder del perro ya no hay ni policías que no sean corruptos ni curas bondadosos: todos sus protagonistas son ajenos a lo que se entiende por moral y buenas costumbres. En Salvajes (2010), conocemos a Ben, Chon y O(felia), un trío que recuerda a Butch Cassidy and the Sundance Kid , la célebre película de George Roy Hill (ellos lo reconocen en algún momento de la novela), pero que en lugar de asaltar bancos comercia marihuana de altísima calidad, que producen en gran escala a partir de la semillas que Chon, marine de Estados Unidos, trajo de Afganistán. El trío vive en Laguna Beach, uno de los rincones más confortables de California, y todo funciona de maravilla hasta que un poderoso cartel mexicano secuestra a O. Entonces, Ben y Chon deberán enfrentar a los sicarios del cartel para rescatar a la única mujer que aman. Triunfan en la misión, gracias a su propio ingenio y a la eficaz ayuda de Dennis Cain, un corrupto policía de la DEA.
En Los reyes de lo cool, el lector se vuelve a encontrar con Ben, Chon y O, aunque en esta oportunidad los veremos algo más jóvenes: Los reyes de lo cool también tiene por escenario Laguna Beach, pero sucede algunos años antes que Salvajes , por lo que, mientras transcurre la aventura, empieza a entreverse de qué modo Ben y Chon montaron el imperio que ahora sustentan y cómo fue que nació ese compartido amor por O; incluso se puede comprobar que Dennis Cain no siempre fue un policía corrupto: bastaron cuatrocientos cincuenta mil dólares para hacerlo cambiar.
Un crimen y un enigma no bastan para producir un buen texto policial. El mérito de Winslow no está en la violencia que narra sino en el modo en que la narra: una escritura vertiginosa, concisa y cortante, que se apoya en diálogos sarcásticos y certeros, que recuerdan las mejores líneas de James Ellroy.
Los reyes de lo cool
Don Winslow
Mondadori
Trad.: Óscar Palmer
337 páginas
$ 119