Ahora le toca a Ramona: un raro ejemplar de la “femme fatale” de Berni aparece en el Rockefeller Center
A una semana del récord de Juanito, una obra del otro célebre personaje del artista rosarino, “La apoteosis de Ramona”, se expone en Nueva York; nunca antes había sido vista en público y su historia lleva directamente hasta el taller de su creador, en un petit hotel de la avenida Rivadavia
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La apoteosis de Ramona, un objeto de arte realizado en técnica mixta por Antonio Berni en 1966, se exhibe ahora mismo en uno de los salones del Rockefeller Center de Nueva York como parte del conjunto que la casa de subastas Christie’s pondrá a la venta mañana en el remate dedicado al arte latinoamericano. Son cien obras que van del período colonial al modernismo y el arte contemporáneo y cuyo despliegue en el edificio del Midtown Mahattan es introducido por dos esculturas en estilo Op Art del argentino Rogelio Polesello, tasadas en 90 mil dólares. El objeto de Berni, una Ramona construida en materiales mixtos, dispuesta en una caja que hace de recámara, se puede ver, pero no comprar, al menos durante la subasta pública. Su venta se negocia en privado por un precio que, según pudo saber La Nación, estaría cerca del récord alcanzado para esta serie de Berni por el assemblage Ramona Espera (1962), que compró Amalita Fortabat en 1997, a 717.500 dólares. Según reconstruye Christie’s en la ficha de la obra, esta pieza rara e inédita de Berni (nunca antes había sido exhibida) permaneció en la misma colección desde fines de los 70 cuando fue comprada a la galería Don and Christa Rose de Chicago, que ya no existe.
La procedencia de esta Ramona, que aparece a menos de una semana de que Juanito Dormido quebrara el récord del otro personaje del maestro rosarino con 441 mil dólares, es notable. La galería de Chicago la había adquirido en la casa Parke-Bernet (luego Sotheby’s) en marzo de 1976 y llegó allí desde una de las mejores colecciones de arte contemporáneo de la poderosa ciudad del Medio-Oeste Norteamericano: la de Robert B. Mayer y su mujer Beatrice Cummings Mayer. Según la reconstrucción hecha por el departamento de Arte Latinoamericano de Christie’s (que remató esta colección en 2019), los Mayer estuvieron en Buenos Aires en 1967 y le compraron a Berni la obra de impronta pop el 2 de junio de ese año por un precio seguramente mucho menor al que Christie’s le vende ahora (solo pensar que entonces la galería porteña Rubbers vendía serigrafías de Warhol a 1500 dólares).
En el reverso de la obra consta que la compra fue hecha directamente al artista por lo que se desprende que los Mayer y Berni tuvieron una reunión en el taller que el artista tenía en el fondo del petit hotel de la Avenida Rivadavia al 4000 y que era propiedad de Nélida Gerino, su segunda pareja. José Antonio Berni, hijo del pintor y Gerino, había perdido el rastro de esta pieza, pero reconoció su autenticidad cuando verificó en el soutien de la femme fatale berniana la terminación de los cortinados estilo siglo XIX de la casa de su niñez y adolescencia. “Recuerdo haber visto esa obra, pero nada de la visita de esos coleccionistas o que el viejo lo hubiera comentado como un éxito o algo semejante. No era muy locuaz sobre sus asuntos”, le dijo ayer a LA NACION. También señaló que La apoteosis de Ramona había sido publicada en una producción de la revista Gente donde vedettes porteñas se entremezclaban con el personaje de Berni, cuya popularidad estaba en ascenso tras la retrospectiva en el Instituto Di Tella vista por 40.892 personas en menos de un mes. Acaso como reemplazo de esta que ya no volvería a suelo argentino, Berni realizó otro assemblage con el mismo nombre que fue adquirido en los ’70 por una colección belga que tenía especial predilección por el artista. Hoy es parte de la colección permanente del Museé des Arts Contemporain de Hornu, 78 kilómetros al sur de Bruselas, y pudo verse en la gran muestra de Juanito y Ramona organizada por el Museo de Bellas Artes de Houston y Malba, en 2014.
Para cuando los Mayer visitaron a Berni, en 1967, su colección de arte impresionista y modernismo afianzada en los años 50 había dado un vuelco total al arte contemporáneo de los Estados Unidos, representado por la corriente pop. Contaban con piezas notables de los 60 como Bufallo II, de Robert Rauschenberg, que había formado parte del envío oficial a Venecia en 1964, Kiss III, de Roy Lichtenstein, y el legendario retrato de Liz Taylor de Andy Warhol. Es difícil saber cómo es que los Mayer llegaron al maestro rosarino, aunque se puede especular con la notoriedad que Berni estaba teniendo en París y Europa patrocinado por Pierre Restany, uno de los críticos más influyentes entonces. Las primeras obras de la serie “Ramona Montiel” se vieron, de hecho, en una galería de la capital francesa antes que en Buenos Aires y con diferencia de pocos meses del estreno de la serie de Marilyn de Warhol en Nueva York. El mismo Berni, tras su rutilante éxito en la Bienal de Venecia del ’62, le había escrito en una carta personal a Rafael Squirru sobre su nuevo personaje: “Será una mezcla de Milonguita y Marilyn Monroe”. Milonguita, un mitologema del tango antiguo, y Marilyn, un ícono de la cultura pop. Restany llamó a esas obras de Berni y a la producción de los artistas que habían pasado de la galería Lirolay al Di Tella “pop lunfardos”, estableciendo para Buenos Aires un lugar alternativo entre la neovanguardia de Nueva York y la de París. También puede deducirse que los Mayer conocieron a Berni en la muestra itinerante New Art From Argentina, que incluyó Ramona Montiel Faces Life (1963), y pasó por Minneapolis, Akron, Atlanta y Texas entre setiembre de 1964 y marzo de 1965.
"José Antonio Berni, hijo del pintor, había perdido el rastro de esta pieza, pero reconoció su autenticidad cuando verificó en el soutien de la femme fatale la terminación de los cortinados estilo siglo XIX de la casa de su niñez."
Como fuera, el récord reciente para un Juanito Laguna y esta aparición inesperada de una Ramona formulada desde la idea de objeto ponen el nombre de Berni de nuevo en consideración internacional, ahora con la perspectiva de su decisiva influencia en el arte contemporáneo como uno entre los grandes nombres del pop art, aunque su origen e intenciones hayan sido bien distintas.
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