Adriana Rosenberg: "Proa era un ovni frente al Riachuelo, pero trajo público al barrio"
Será declarada hoy "ciudadana ilustre de La Boca" y revisa los 20 años de Fundación Proa, que preside; "la institución podría funcionar sin mí", dice
Ciudadana ilustre de La Boca. A 20 años de la inauguración de Fundación Proa en la Vuelta de Rocha, Adriana Rosenberg recibirá hoy un título que reconoce su trabajo al frente del centro de arte contemporáneo. Y, por extensión, en el desarrollo del barrio como distrito artístico con la llegada de nuevas galerías, el impulso a inauguraciones conjuntas para atraer más y nuevo público, la organización de espectáculos en la calle como los fuegos artificiales del artista chino Cai Guo-Qiang y el regreso de teatro Caminito, entre muchas otras acciones promovidas por la presidenta de Proa.
Hincha de Boca y vecina de San Isidro, Rosenberg atraviesa todos los días la ciudad para llegar a su oficina en Proa. Elegante, poco amiga de posar para las fotos, se coloca gafas negras a la hora de mirar a cámara y ya no se las saca durante toda la entrevista en la cafetería del primer piso con vista al viejo puente de La Boca. Responde amable, aunque rehúsa hablar sobre sí misma. Define su tarea en Proa como un "gerenciamiento" y a la institución como una "casa de cultura", en el sentido europeo: un espacio de arte contemporáneo donde conviven variadas disciplinas. No es un museo (porque no tiene colección) ni una galería (porque no vende obra). Desde hace una década, cuando se inauguró el edificio actual con forma de barco vidriado que sumó restaurante y librería, Proa dio lugar al cine, al teatro, la música, las charlas y presentaciones. De las primeras grandes muestras (Rufino Tamayo, Marcel Duchamp) a la próxima inauguración de la demorada muestra de Kazimir Malévich, Rosenberg repasa los últimos 20 años y adelanta dos proyectos para 2017: una retrospectiva de Yves Klein y una gran muestra documental sobre la izquierda en la Argentina, cuando se cumplan 100 años de la Revolución Rusa y 50 de la muerte del Che Guevara.
-¿Qué es eso de la República de La Boca?
-Hace 146 años, que se festejan hoy, se declaró la independencia de la República de La Boca. Hay varias versiones sobre ese hecho, pero lo cierto es que se continúa con la tradición y se celebra el Día de La Boca. Más allá de ese acontecimiento simbólico, yo reconozco que La Boca es una república en el sentido de que tiene una variedad de convivencias culturales, ideológicas, políticas. Una de las tres casas donde se levantó Proa fue sede del grupo anarquista. Hoy, se instituyó el Distrito de las Artes, que tiene que ver con la tradición porque recupera el legado de Benito Quinquela Martín y la idea del arte como revolución social.
-Si La Boca es una república, ¿Rosenberg sería la ministra de Cultura?
-¡No! (risas) Una ciudadana ilustre. Hoy voy a ser distinguida por la Fundación Museo Histórico de La Boca. No hay que confundir con el título de ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires. Cuando decidimos abrir Proa, no había salas en el país que pudieron recibir grandes muestras internacionales. Nosotros lo hicimos. Desde el punto de vista de la arquitectura, Proa era como un ovni frente al Riachuelo. Y tuvimos que hacer mucho trabajo para la incorporación, porque La Boca tiene su folklore, su estética, su bohemia. Creo que Proa aportó público de otros lugares a un barrio que estaba muy marginado. Hoy, todavía hay gente que viene a Proa y dice que es la primera vez que viene a La Boca.
-¿El vecino de La Boca se convirtió en habitué o no viene a Proa?
-Ahora sí, antes no. Hay diferentes momentos de la inserción de Proa en el barrio y en el mundo del arte. Al principio, al programa fue traer grandes nombres para que el público se acercara a Proa. Me acuerdo que cuando trajimos más de 20 cuadros de Frida Kahlo muchos creían que eran falsos, porque había un menosprecio de lo que se podía exhibir en el país. Los primeros años no pudimos dedicarnos tanto al barrio porque primero había que fundar la institución. Te diría que a los diez años, cuando cerramos la Proa viejita y pudimos inaugurar este edificio, salimos a la calle a seducir a los vecinos y los chicos. Empezamos con el programa de talleres y visitas educativas.
-¿Funciona el Distrito de las Artes más allá de las inauguraciones?
-El Distrito es una decisión importante porque recupera una tradición. Claro que para que la gente venga hay que tener un programa. El problema que tiene el Distrito es que estamos muy alejados. La Boca es grande. Estamos haciendo acciones conjuntas. A diferencia de Villa Crespo, donde se están concentrando otras galerías, acá la presencia es más institucional: está Proa, el IUNA, Usina del Arte, Prisma, Barro. Mi sueño sería que La Boca fuera un lugar de experimentación, de lo nuevo, donde la ciudad permite ver el futuro.
-¿Cómo es el detrás de escena de su trabajo y cómo cambió en veinte años?
-Hoy, Proa es una institución con un estilo y una estructura que podría no depender de mí. Se consolidaron muy bien los departamentos. Proa es una pequeña estructura gerencial, que toma muchos profesionales externos. El 80 por ciento del presupuesto se gasta en actividades y no en personal. El auditorio nos abrió un campo enorme de experimentación con otras disciplinas como el teatro y la música.
-¿Cómo se arma el programa de exhibiciones, con qué criterios?
-Como principio, todos los años tenemos una gran muestra de un gran artista con obras de primerísima calidad. Si no, no se hace. Debe ser un gran maestro consagrado por la Historia del Arte. Dependerá de las posibilidades. Ahí está la astucia. Este año, por ejemplo, es Malévich. La muestra está armada exclusivamente para Proa. No aceptamos exposiciones que no tengan obra destacada del artista. Por ejemplo, el Cuadrado negro, de Malévich. Cada artista aportó un granito de arena a la Historia del Arte: ese granito de arena es lo que uno tiene que mostrar. Proa se ocupa de eso. La responsabilidad institucional radica en que lo que vas a mostrar sea fundamental para las futuras generaciones. Esa es una decisión que yo defiendo.
Esperando a Malévich
- Son días extraños en Proa. Las salas de exhibición están vacías a la espera de las obras de Malévich. En un recorrido con Rosenberg, la presidenta indica dónde estarán colgados los cuadros, dónde se exhibirán los videos. "Estamos en plena negociación por Malévich. Hubo un problema legal en Rusia que impidió la salida de las obras que pertenecen al Museo del Estado ruso, que custodia todas las obras rusas, y por eso se demoró la inauguración. Estamos a la espera de una firma para que puedan salir las obras", cuenta.
- La demora se debe a una amenaza de embargo por parte de un multimillonario ruso que fue expropiado y encarcelado por Putin y, al quedar libre, comenzó una lucha para recuperar los bienes. La Argentina está suscripta a un convenio internacional que garantiza que no se pueden embargar las obras de arte. Como el Estado tiene que demostrar que dará las garantías correspondientes, tuvo que intervenir el ministro de Cultura, Pablo Avelluto.
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