Adiós a las redes: el escritor Fernando Aramburu deja Twitter para dedicarse por completo a la literatura
La tribuna de las redes pierde una voz cultivada; mientras tanto, otros autores de todas las latitudes participan activamente de la conversación virtual y militan causas
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En un mensaje de menos de 280 caracteres, ayer a la tarde el escritor español Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) le dijo adiós a sus seguidores de Twitter. “Me despido de esta red para centrarme exclusivamente en la escritura. En adelante, @TusquetsEditor gestionará este perfil y dará cuenta de mi obra y todo lo que a ella afecte”, escribió el autor de Patria. Aramburu, que reside desde hace varios años en la ciudad alemana de Hannover, se había unido a la red en noviembre de 2011. En ese periodo y con toda justicia, creció su fama como narrador, poeta y lector. “Descansa y crea. Abrazos respetuosos”, le respondió, entre tantos otros, su compatriota, el periodista y escritor Juan Cruz Ruiz. No es un mal consejo para quienes se dedican a las letras. El perfil del escritor -donde desde este miércoles se lee “cuenta oficial del escritor Fernando Aramburu. Gestionada por @TusquetsEditor”- tiene 89.000 seguidores.
Me despido de esta red para centrarme exclusivamente en la escritura. En adelante, @TusquetsEditor gestionará este perfil y dará cuenta de mi obra y todo lo que a ella afecte.
— Fernando Aramburu (@FernandoArambur) September 22, 2021
Durante 2020 y parte de 2021, la cuenta de Aramburu en Twitter funcionaba como una curaduría de libros y lecturas, con imágenes de portadas de títulos del ruso Nicolai Gogol, el rumano Paul Celan, la alemana Esther Kinsky y el español Joan Margarit, entre otros, y ayudaba a sus seguidores a pasar de modo más amable la experiencia pandémica. También compartió noticias sobre la repercusión, en su país natal y en el mundo, de sus libros. Colegas de Aramburu, como Arturo Pérez-Reverte, Rosa Montero y Jorge Carrión, interactúan en Twitter con frecuencia y se expresan sobre cuestiones literarias y extraliterarias.
Semanas atrás, Aramburu dio a conocer su nueva novela, Los vencejos (Tusquets), escrita en 2020. Según informa el diccionario de la Real Academia Española, un vencejo es un pájaro pequeño que anida en los tejados (similar a las golondrinas) y, también, un tipo de lazo o ligadura. En la novela, el protagonista, Toni, un profesor de filosofía de escuela secundaria de 55 años, decide darse un plazo de doce meses hasta quitarse la vida. Mientras tanto, escribe una crónica con los personajes que lo rodean en Madrid: Amalia, Nikita, su amigo Patachula, Águeda y Pepa, su perra.
“Los vencejos es una novela flaubertiana en el sentido de totipotencia que comporta su infinita capacidad de segregar sentido de sus inagotables entrañas imaginativas -dice a LA NACION el escritor venezolano Rafael Rattia-. El autor de esta espléndida novela se adentra en temas universales que sirven al novelista para abordar la experiencia del hombre sobre la tierra. La compasión, el amor, el sexo, el sentimiento de los celos y el rencor derivado de ellos, el ideal altruista, la imposibilidad de vivir y la necesidad de forjarse un sentido que justifique la prórroga de la presencia del hombre entre sus semejantes”. Para Rattia, la nueva novela de Aramburu puede leerse como un “tratado de suicidología pero no en sentido académico-formal como lo habría estudiado Émile Durkheim sino como una enmarañada y compleja y discreta apología de la muerte voluntaria desde una visión de mundo lírica, lo que no es poco decir”.
Alzar la voz
Rattia, que fue perseguido por el gobierno de Venezuela luego de la publicación de un artículo periodístico sobre un exfuncionario, señala que las redes sociales son útiles para denunciar injusticias y abusos de poder. “Es por ello que los regímenes autoritarios se apresuran a censurarlas y crear leyes mordazas como la ley del odio en Venezuela”. También por redes y con un video, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez denunció la persecución (enmascarada de proceso judicial) del gobierno de Daniel Ortega y su esotérica esposa, Rosario Murillo. De inmediato, el Premio Cervantes 2018 recibió el apoyo de escritores, periodistas e intelectuales hispanoamericanos, como Mario Vargas Llosa, Beatriz Sarlo y Juan José Sebreli.
En la Argentina, los escritores que toman posiciones públicas recurren a veces al candado para evitar insultos y descalificaciones en sus cuentas de Twitter. Se puede mencionar el caso de Claudia Piñeiro, agredida durante el debate por la ley del aborto en 2018 y 2020, y que en las últimas semanas también recibió críticas por sus declaraciones luego del estreno de la serie de Netflix El reino, al responder a un comunicado de la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina. También se le achacan a la autora de Catedrales los traspiés del gobierno nacional. “Estoy entrando a Twitter después de una hora y media y voy corriendo el TL con cuidado como si estuviera en un campo minado”, escribió la semana pasada, cuando todavía resonaban los ecos de la derrota del oficialismo en las elecciones primarias y algunos veían a un “culpable” inesperado: el movimiento feminista.
En Estados Unidos, escritores como Stephen King, Joyce Carol Oates y Scott Turow criticaron en la red del pajarito políticas del gobierno de Donald Trump, desde las rebajas de impuestos a los ricos hasta la impiadosa separación de padres e hijos en la frontera con México, sin mencionar los incesantes insultos contra las mujeres y la comunidad LGBTQ por parte del exmandatario, que fue “castigado” por Twitter con un bloqueo por tiempo indeterminado por sus llamados a la violencia luego de perder las elecciones en noviembre de 2020 contra Joe Biden. Con Aramburu, la tribuna de las redes pierde, tal vez por un tiempo, una voz cultivada.
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