Adiós a Jorge Migliora, periodista de la intuición y la urgencia
Con la licencia que confieren las viejas amistades, y la fidelidad al retrato póstumo de una vida, podría decirse que Jorge Migliora fue un secretario de Redacción de LA NACION que adscribía a esencias firmes del “sentimiento nacional y popular”.
No era así precisamente porque hubiera actuado en el peronismo o cosa parecida. Migliora era el típico votante radical esperanzado en “votar lo menos malo”. Militaba en aquella corriente definida por razones vocacionales de orden vario, ajenas en absoluto a las inconstancias de la política, y sobre manera, a la corrupción innata en la política, que detestaba. Era un bailarín de tango consumado, adepto con devoción a Osvaldo Pugliese, fervoroso (y resignado) hincha de Atlanta, amante de las carreras de automovilismo y gourmet que dominaba el mapa exhaustivo de las cantinas de Buenos Aires.
Había entrado en LA NACION en 1969 después de haber sido por años cronista de asuntos gremiales en el diario El Mundo. Tenía el nervio de los periodistas de raza. Distinguía sin vacilaciones la punta de lo que podía constituirse en primicia valiosa y no soltaba la presa hasta coronarla, después de riguroso examen, en noticia que atraparía a lectores y oyentes.
Fue sobre todo un periodista intuitivo. Lo que se diría un pura sangre del oficio por naturaleza, que había salteado las etapas de la formación académica. Observación que puede señalarse por su carácter de excepción y no como ejemplo para imitación de los vienen marchando. De lo contrario, se desmerecería el sentido de las casas de estudios especializados que han uniformado en los últimos cuarenta años la formación profesional de los miembros de este oficio, que antes se confinaba, con suerte, a lo que aportaran disciplinas más tradicionales: derecho, letras, filosofía, algún profesorado en esto o en aquello.
En pocos colegas se apreciaba tan claramente como en Migliora el sentido de la urgencia –“ya”- con la cual debe avanzar a diario el periodismo como expresión apremiante de la actualidad. De no haberlo conocido, y apreciado entre otros de sus valores por el piso alto de honradez profesional con el que actuaba, alguien habría conjeturado que Migliora había madurado en una agencia de noticias. O sea, en el espacio donde el tiempo siempre se ha mensurado por minutos, incluso por segundos, en la competencia interminable con los demás colegas. El día que se comprenda a rajatabla que las versiones on line, que desde hace años se editan por diversas plataformas, cumplen para los diarios no poco de aquel viejo papel de las agencias que fueron tan importantes desde mediados del siglo XIX, seguramente se afianzará aún más para ellas el número de quienes suscriben de manera paga a sus servicios.
Migliora continuó en LA NACION la cobertura de los temas gremiales con la que había debutado en El Mundo en 1959, con sólo 18 años. Por diez años, entre 1972 y 1982, se desempeñó en los noticieros de las madrugadas de Radio Belgrano. Dejaba LA NACION a medianoche y se instalaba hasta las 7 de la mañana en las oficinas de la emisora. A partir de 1982 se concentró exclusivamente en nuestro diario. Fue cuando se le confió la jefatura de la sección Políticas, cargo que ejerció por seis años hasta pasar a integrar la mesa de secretarios desde la que se conduce la Redacción. En su veteranía de cronista político había pasado por situaciones tan delirantes, y trágicas, como la de tomar nota, cuerpo a tierra, junto a un grupo de músicos extrañamente convocados para la ocasión, de lo que sucedía en medio del brutal tiroteo del 20 de junio de 1973, en Ezeiza, entre hampones de la Triple A y criminales de bandas subversivas que se disputaban el recibimiento frustrado de Juan Perón al cabo de dieciocho años de exilio.
Hombre de pocas pulgas y corazón de oro. Un periodista íntegro a quien se podía confiar a ciegas el cierre de cada edición porque sabía que su papel era el de custodio de la identidad de un diario y de garante de las expectativas de quienes lo leen, pudiendo por libre decisión leer en cambio otros. Entre el dilatado repertorio de música típica de que disponía Migliora en la casa de Palermo, en el barrio de toda la vida, acaso algún ángel haga oír en su homenaje “La Yumba”, de Pugliese.
Jorge Migliora estaba casado con Elvira Mabel Biasoti. Había nacido en Buenos Aires el 10 de abril de 1941.