Adiós a Fermín Eguía, creador de personajes fantásticos y paisajes de inspiración literaria
El artista murió anoche a los 82 años; en una entrevista con LA NACION se había definido como “un romántico grotesco”; sus acuarelas “entre jocosas y serias” están pobladas de referencias culturales: “Me inspira la literatura, como el Dante o El Quijote”, decía
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“A la muerte hay que sentársela en las rodillas, para no tenerle miedo. Miedo se le tiene siempre, la pucha. Hay que cuidarse”, le dijo Fermín Eguía a LA NACION en una entrevista realizada por María Paula Zacharías en noviembre de 2018. El artista se refería entonces a su manera irónica de encarar el arte y la vida: “Si no, es bastante amarga. En mis obras aparecen cosas tétricas también, un esqueleto o la muerte. Pero siempre en joda”.
El pintor que se autodefinía como “un romántico grotesco” murió anoche en Buenos Aires. Tenía 82 años. Había nacido el 22 de enero de 1942 en Comodoro Rivadavia, Chubut. Creció en Buenos Aires, donde se formó en la Escuela Municipal de Artes y Oficios y en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano. En 1972, fundó el Grupo Manifiesto con Gabriel Levinas y Diana Dowek, entre otros artistas. Expuso en Estados Unidos, Venezuela, Francia, Madrid y Londres.
A la gran ciudad había llegado a los doce años. Así lo recordaba: “Fue muy duro para mí, además del desarraigo significó una caída de clase. Mi familia materna era muy humilde, de gauchos correntinos, muy pobres. Mi abuelo hablaba guaraní y español. En Comodoro Rivadavia mi papá era técnico de YPF, y todo era de YPF pero vivíamos con todas las comodidades, con coche, teléfono, casa. Cuando murió papá, consiguieron un chalecito en Banfield y trabajo a mamá. Todavía cuando me peleo con Carmen, le digo ¡me voy a Banfield! Tenía una parte muy linda, y era toda gente trabajadora. Yo salía a caminar por los alrededores”.
En la misma entrevista, realizada a propósito de la inauguración de la muestra Concierto campestre, en la galería Sara García Uriburu, Eguía contó una etapa de su vida en la que sufría por no tener más tiempo libre para pintar: “Cuando trabajé en el INTA como cartógrafo, durante nueve años, era la peor época: estaba nueve horas ahí adentro. Había estado en cana por política, pero alguien me lavó el prontuario y pude entrar en el Estado. Había caído dos veces en calabozo, por pavadas que hace un pibe de 20 años: pegar carteles, pintar consignas, tirar volantes. Eran el Movimiento de Liberación Nacional de los hermanos (Ismael y David) Viñas, el grupo Contorno (entre 1953 a 1959 un grupo de jóvenes conformó una de las revistas emblemáticas de la nueva izquierda intelectual argentina). En realidad empecé escuchando a los viejos anarquistas, que lo eran porque habían participado en la Guerra Civil Española o en la italiana. No hablaban de nada actual, pero me encantaba escucharlos. ¡Se peleaban! Íbamos con mi amigo Iván Sagarduy, otro anarco… bahh, un burgués, como yo. Íbamos a las reuniones de corbatita y chaleco. Después me pasé a los nacionalistas de izquierda porque entró mi novia, y la seguí para que no me la robasen. Cuando se empezó a poner pesada la cosa, que decían de ir a hacer ensayos de tiro me fui: no era para mí. Nos habíamos casado y teníamos hijos. Vinieron esos años terribles de la dictadura y los pasé ahí, encerrado en el INTA haciendo mapas. Cuando volvía a mi casa pintaba hasta que veía amanecer. Mis hijos y mi mujer dormían y yo pintaba con mucho entusiasmo. Era joven”.

En aquella exhibición había 24 acuarelas con personajes fantásticos y paisajes surrealistas y sus recurrentes autorretratos. “También diversas escenas de Simbad el marino... Y paisajes de una finca de ladrillos de adobe que está en la entrada de Cachi, Salta, donde estuve hace unos años, de la que tenía croquis y fotos que saqué. Hay dos obras de una madre que entra al dormitorio del chico y lo encuentra caminando por el techo; en otra es la madre la que está caminando por el techo. Y hay un nuevo personaje que flota en el aire, el fantasma de la derecha, que vendría a ser el hijo de Bolsonaro. Temas muy diversos, con las características de los trabajos que hago siempre. Son obras entre jocosas y serias, porque es escrupulosa la técnica. Tomarme en solfa las cosas. Me inspira la literatura, como el Dante o El Quijote, y el cine también me interesa, por ejemplo El gabinete del doctor Caligari. Los libros infantiles también: no me gustaba leer de chico, pero ahora leo hasta la guía de teléfonos”.
Cultor extraordinario de la figura, fue también un paisajista notable que tomaba los motivos directamente de la naturaleza. En 2019, había recibido el Gran Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes.
El velatorio es hoy hasta las 21 en Thames 1164, CABA.
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