A quince años de la muerte de Juan José Saer, una pluma fundamental de la literatura argentina
"Era simpático y amable pero nunca benevolente. Su mirada, no sólo la mirada que recuerdo, sino la que captaron las fotografías, tenía el destello de la curiosidad y la desconfianza. En las discusiones era agresivo y mordaz". Con esas palabras describe Beatriz Sarlo a Juan José Saer en un artículo que la ensayista escribió para LA NACION en junio de 2016, en conmemoración por los once años de la muerte del autor santafesino. Hoy, 11 de junio, se cumplen quince desde que Saer (Serodino, 1937-París, 2005) murió en la capital francesa, la ciudad donde vivía. Y este año se cumplen, también, quince de la publicación de su último libro de ficción, La grande, del que LA NACION publicó un anticipo en octubre de 2005.
Para Sarlo, autora del libro Zona Saer, publicado por la editorial chilena Diego Portales, "lejos de escribir como Borges, Saer se ve obligado a romper con él". La grandeestá inscripto en un corpus de obras que, según Sarlo, "prueba que hay una literatura argentina, después de Borges y libre del borgismo".
A la pregunta sobre cómo escribir después de Jorge Luis Borges, que durante buena parte del siglo pasado se hicieron tanto escritores como críticos literarios, hay al menos tres respuestas posibles y contundentes para la literatura argentina: a la manera de Osvaldo Lamborghini; a la manera de Manuel Puig; y tal vez la más ambiciosa, reflexiva y programática de las tres, a la manera de Juan José Saer.
"No hay otro escritor así en la literatura argentina, nadie que haya narrado el temblor de las hojas, la caída del agua, el avance de la noche en un patio cervecero. Tuvo el sentido de lo concreto. La novedad de sus relatos tiene que ver con este lugar insólito de la descripción y, naturalmente, con la capacidad perceptiva, inigualable. O, para decirlo de otro modo: Saer describe los movimientos de sus personajes y narra lo que, en una literatura menos singular, serían las descripciones. Describe la acción y narra la percepción", escribió Sarlo en el artículo citado.
La marca del litoral
Saer nació en Serodino, provincia de Santa Fe, el 28 de junio de 1937, de padres sirios y dedicados al comercio; más tarde vivió en la capital provincial, donde cursó sus estudios, y en Colastiné Norte, una pequeña localidad ubicada a cuarenta kilómetros de Rosario; en aquellos años trabajó como periodista, como docente de cine, frecuentó círculos literarios, conoció a figuras tutelares como el poeta Juan L. Ortiz y publicó cinco libros (tres de cuentos y dos novelas), antes de aceptar una beca que en 1968 lo llevó a Francia, país donde residió hasta su muerte.
Su obra, que cautivó primero a la crítica y a los entendidos y muy lentamente, a través de las décadas, fue creando a su público: abarca doce novelas, cinco libros de cuentos, cuatro de ensayos y uno de poemas.
Sarlo fue una de las primeras y más entusiastas lectoras de la obra saeriana y le dedicó tempranos artículos que fueron fundamentales para cimentar su lugar en en panorama de la literatura argentina. El 19 de junio de 2005, pocos días después de la muerte del autor, Sarlo escribió una despedida en LA NACION: "Sus años de éxito en la Argentina y relativa circulación fuera de ella, aunque hay traducciones de sus libros a casi todas las lenguas europeas, fueron precedidos por dos décadas de casi completa oscuridad. Saer escribió buena parte de su obra para un grupo de amigos. Sólo a mediados de los años ochenta, cuando había publicado más de diez libros, entre los que está quizás su mejor novela, Glosa, el periodismo se desperezó y le dedicó a Saer una atención que antes sólo había recibido en textos de circulación restringida al campo intelectual y crítico".
En diálogo con Télam, la ensayista remarcó: "Con El informe de Brodie, que se publicó en 1970, Borges dio un cierre a su obra. Saer es el gran escritor de esa década y las que siguieron. En El limonero real, de 1974, funda una zona, la del litoral santafesino, y un mundo de personajes donde se mezclan isleños e intelectuales sin que los aplaste el costumbrismo regionalista, la pretensión discursiva o los procedimientos, porque todo sucede sobre un fondo de ironía, pesimista y escéptico. Su lengua, sutilmente local, busca y alcanza la poesía. La originalidad de Saer prueba que hay una literatura argentina, después de Borges y libre del borgismo".
Después de haber publicado novelas fundamentales como Cicatrices (1969) y Nadie, nada, nunca (1980), a principios de la década de 1980 su obra comienza a ser leída y estudiada, en buena medida debido a las publicaciones de tirada masiva y comercialización en puestos de diarios que hiciera Susana Zanetti en el Centro Editor de América Latina, y a los trabajos críticos de María Teresa Gramuglio y de la ya mencionada Sarlo.
El reconocimiento de los lectores, aunque Saer nunca llegara a ser un autor de masas, llegaría a fines de los años 80 y principios de los 90, con libros como Glosa (1986), La ocasión (Premio Nadal en 1987 en España) y La pesquisa (1994).
Una lengua expandida y minuciosa
El escritor Hernán Ronsino, autor de libros como Glaxo, Lumbre y La descomposición, donde pueden advertirse ciertas huellas estilísticas en la estela de Saer (las pausas y el silencio, una sintaxis y una cadencia morosas y detallistas) opina sobre su lugar en la literatura argentina: "La profunda renovación estética que hace Saer sucedió de manera secreta y poco masiva. Pero creo que si bien hoy ocupa un lugar central indiscutible en el mapa contemporáneo, hay algo de esa periferia original que seguirá interpelando constantemente; hay algo de esa lengua expandida y minuciosa a la vez que funciona como si fuera una zona enigmática de su obra, una zona futura, que siempre está por develarse", explica.
¿Cuáles son los rasgos característicos de la obra saeriana que la hacen distinta y singular? "Una de las cosas que me parece interpelan más de la obra de Saer en esta época es su modo de trabajar el tiempo en la escritura", opina Ronsino. "En ese sentido, se desprende también un modo de leer a Saer: que supone poner el cuerpo y hundirse en la trama espesa del lenguaje. Es decir, leer a Saer implica poner el cuerpo en un tiempo que va a contrapelo del presente".
Cuatro años atrás, en junio de 2016, se inauguró en el Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Fe el llamado Año Saer, un programa que incluía disertaciones, exposiciones y publicaciones en torno al autor de libros como El entenado, La mayor y El concepto de ficción; y a principios de 2018 llegó a la Fundación Osde "Conexión Saer", una muestra que exhibía libros, cartas, fotografías, pinturas, mapas y objetos de Saer, sumados a la producción de otros artistas y las lecturas de su obra hechas por escritores y críticos.
A pesar de vivir desde 1968 y hasta su muerte en 2005 en Francia, y de su actividad docente en la Universidad de Rennes (donde enseñaría literatura hasta jubilarse), Saer vio de lejos y con reticencia el denominado "boom" de la literatura latinoamericana, y volvió con frecuencia a la Argentina, país del cual nunca decía haberse ido del todo.
Enfermo de cáncer de pulmón, Saer murió en París el 11 de junio de 2005 y fue sepultado en el cementerio del Père-Lachaise, donde descansan los restos de escritores como Marcel Proust, Oscar Wilde, Georges Perec y Albert Camus.
Con información de Télam
Otras noticias de Arte y Cultura
Más leídas de Cultura
Un honor. Mónica Cahen D’Anvers recibió el diploma de la Academia de Periodismo en un emotivo acto con la voz de Sandra Mihanovich
Del "pueblo de los mil árboles" a Caballito. Dos encuentros culturales al aire libre hasta la caída del sol
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
La Bestia Equilátera. Premio Luis Chitarroni. “Que me contaran un cuento me daba ganas de leer, y leer me daba ganas de escribir”