A quince años de la muerte de Fontanarrosa, se reeditan sus libros y se publican inéditos
El Grupo Planeta avanza con un plan de reediciones y lanzamiento de textos inéditos; en Rosario, donde se organizaron homenajes, sigue pendiente la creación de un museo que resguarde su valioso archivo
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Con homenajes en su patria chica, se conmemora este martes el decimoquinto aniversario de la muerte del escritor, humorista gráfico y distinguido hincha de Rosario Central, Roberto “el Negro” Fontanarrosa (1944-2007), uno de los íconos de la cultura nacional. En el tradicional bar El Cairo (Santa Fe 1102) que inspiró, entre otros, el célebre relato “La mesa de los galanes”, se presentará este martes a las 18 la Biblioteca Fontanarrosa del Grupo Planeta, que acada de reeditar El mundo ha vivido equivocado y La mesa de los galanes, y publicó una selección de relatos futbolísticos, inéditos en libro, Quiero verte otra vez.
Los galanes y anfitriones de la presentación son el actor Mex Urtizberea y el dibujante e historietista Miguel Rep. También se desarrollará “Tinta Negra. Semana Fontanarrosa”, un encuentro nacional del cuento, el dibujo y la ilustración organizado por la Universidad Nacional de Rosario, que incluye una muestra de trabajos que representan la trayectoria del autor de Best Seller, proyecciones, performances y una feria de ilustradores. Tendrá lugar desde este martes hasta el sábado 23 de julio, de 15 a 18, en el Espacio Cultural Universitario (San Martín 750). Lamentablemente, el proyecto de fundar el Museo Fontanarrosa en Rosario sigue pendiente.
Junto con Franco, hijo de Fontanarrosa, Gabriela Mahy, que fue pareja del escritor, es la heredera de su legado. “Trabajamos en la difusión de la obra conjuntamente -dice Mahy a LA NACION-. Ambos, con la colaboración de las personas encargadas del área editorial de Planeta, Adriana Fernández principalmente, fuimos evaluando el material inédito y el ya editado para definir los títulos de este nuevo período. Este mes salieron títulos que ya están en librerías y un inédito, Quiero verte otra vez, que contiene predicciones y crónicas de las eliminatorias y partidos de dos mundiales de fútbol, los de 1998 y 2002, y que tienen como protagonista a una vidente rosarina, la ‘Hermana Rosa’”.
Los relatos de Quiero verte otra vez fueron publicados semanalmente en Clarín entre enero de 1997 y noviembre de 2001, cuando la selección argentina le ganó a la peruana 2 a 0; en ellos, la Hermana Rosa recorre Barranquilla, París, Quito y Santiago de Chile, se encuentra con distintos astros futbolísticos (Diego Maradona y “la Brujita” Verón incluidos) y acierta y falla en sus vaticinios. La mentalista debate con otros personajes rosarinos, entre los que se destaca el “filósofo, encuadernador y pensador contemporáneo especializado en temas de fútbol” Juan José Serenelli, parodia del escritor Juan José Sebreli. “A lo largo de lo que queda del año, y en 2023 y 2024, saldrán otras reediciones y otros libros inéditos con un valioso material gráfico y literario que estaba guardado en el archivo”, anticipa Mahy.
“Planeta, aparte de hacer llegar a librerías y poner en valor la obra de Fontanarrosa, tiene un plan editorial de inéditos, del que Quiero verte otra vez es el primero -dice la directora editorial de Planeta, Adriana Fernández-. La edición está a cargo del escritor y periodista Miguel Russo. Nos interesa situar a Fontanarrosa en el sistema de la literatura argentina, con sus componentes propios, entre ellos, el recurso del humor, pero sin que el humor sea una excusa para sacarlo de ese sistema”.
Amor con acento rosarino
Dónde sino en un bar de Rosario, Mahy y el “Negro” se vieron por primera vez en 1999, si bien la relación de pareja comenzó tiempo después. “Le encantaba comer afuera todas las noches”, revela. Ella acompañó a Fontanarrosa durante su enfermedad: tipeaba textos y conferencias, evaluaba tratamientos médicos y, a la vez, organizaba presentaciones a las que el escritor quería asistir, como su inolvidable defensa de las malas palabras en el Congreso de la Lengua Española, en Rosario, en noviembre de 2004.
-¿Cómo fue vivir con Roberto Fontanarrosa?
-Una relación de encuentro pleno, colmada de alegrías, satisfacciones y muy divertida. Nos reíamos mucho, tomando el humor como vía de complicidad. Los primeros síntomas de su enfermedad empezaron a ensombrecer, al principio tenuemente, nuestros días; de todos modos tratábamos de que la risa burlara la realidad. A partir de ese momento la vida se presentó con dos aristas, la maravillosa y otra muy dura. A pesar de que es difícil luchar contra el avance de un mal tan implacable [esclerosis lateral amiotrófica, ELA], siempre había en carpeta un nuevo tratamiento cuando el que estaba en curso no daba resultado; la esperanza de un milagro de la medicina siempre estuvo. De hecho, la segunda semana de julio le realizaron el implante de células madre, tratamiento que se había empezado a hacer en Israel. La esperanza es lo que lo alentó a seguir trabajando hasta el final. Escribir y dibujar eran el motor de su vida y canalizaba las emociones a través de su creatividad y de actividades como viajes y conferencias que lo ponían en contacto con el público.
-¿Qué mirada tenía él sobre su obra literaria y su obra gráfica? ¿Alguna de las dos era su preferida?
-El Negro era una persona extremadamente humilde, lo que lo inducía a minimizar el valor de su obra. Se consideraba algo así como un relator de la realidad que lo circundaba, el soporte era principalmente la palabra, el dibujo acompañaba. Se conformaba con los comentarios positivos de sus lectores sin magnificar para nada la trascendencia que sus libros y publicaciones tuvieron en los últimos períodos de su vida. Sobre sus trabajos como dibujante, no se consideraba entre los mejores, al menos no destacaba demasiado sus cualidades a pesar de la evidencia de su excelente trazo y capacidad de síntesis.
-¿Estaba contento con el reconocimiento público que logró a nivel nacional e internacional?
-Los homenajes de los últimos años lo ayudaron muchísimo a superar la angustia y la zozobra por los avances de la enfermedad. Fueron para él una caricia al alma, tan oportuna y necesaria en momentos difíciles. Y no solamente los grandes homenajes, sino en especial el aliento de la gente en la calle. Eso fue algo increíble, no solo en el país, también en el extranjero, Colombia, México, incluso en Israel cuando fuimos a hacer el tratamiento de células madre.
-Ya existe un centro cultural con su nombre en Rosario, pero ¿habrá un Museo Fontanarrosa en su ciudad?
-Aunque parezca mentira hace cinco años que estamos intentando avanzar con el proyecto del museo sin que haya habido avances significativos. Es cierto que la coyuntura no es la más propicia y las organizaciones estatales deben atender cuestiones urgentes que muchas veces obligan a dejar de lado lo importante. Sostengo, sin duda, que un museo con la obra del Negro sería muy valorado por los rosarinos y los visitantes de la ciudad. Me ha ocurrido en muchas oportunidades comprobar el asombro y la decepción de personas que vienen de afuera por no encontrar lugares que hagan referencia al Negro y su obra, salvo el bar El Cairo y el centro cultural, que según entiendo están tratando de reflotar después de un periodo de deterioro, aunque igualmente no cuenta con mucho más que el nombre Fontanarrosa. Seguiremos intentando, es una pena que su obra esté archivada en mi casa cuando podría ser motivo de disfrute para tanta gente. Lo que el Negro hubiera querido es que estuviera al alcance de sus seguidores, que era para quienes creaba.
-¿Qué conocías de la obra de él antes de ser su pareja y qué actividades les gustaba compartir?
-Además de haber leído varios de sus libros, salvo los de fútbol, seguía sus publicaciones de tiras y viñetas. Me maravillaba, y me sigue maravillando, su humor tan sutil, tan agudo, y la manera tan ocurrente y tan inteligente, brillante, de comunicar, de contar las historias.
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