A los 93 años, murió la escritora irlandesa Edna O’Brien
Sus primeras novelas, consideradas pornográficas y antirreligiosas, fueron censuradas en Irlanda y la autora debió instalarse en la capital de Inglaterra; también fue guionista, dramaturga y biógrafa de su admirado coterráneo, James Joyce
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Este sábado, según informaron ayer la agente literaria Caroline Michel, de PFD, y la editorial Faber, falleció la escritora irlandesa Edna O’Brien. Tenía 93 años. La autora había nacido el 15 de diciembre de 1930 en la localidad rural de Tuamgraney, en Irlanda.
Fue educada en una escuela conventual. Tras completar sus estudios en Farmacia, se casó en 1954 (contra la voluntad de su estricto padre) con el escritor Ernest Gébler y se mudó a Londres, desde donde retrataría el ambiente conservador, atrasado y machista que imperaba en su país en la célebre trilogía de la amistad femenina iniciada en 1960 con Las chicas del campo, y continuada con La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas, de 1962 y 1964, respectivamente. El matrimonio con Gébler, como cuenta en uno de sus libros de memorias, no fue precisamente feliz y se separaron en 1964 (el marido rivalizaba con ella y le hacía endosar a su nombre los cheques de O’Brien). Sus hijos son el escritor Carlo Gébler y el arquitecto Sasha Gébler.
“He conocido la alegría y el dolor extremos, el amor correspondido y el no correspondido, el éxito y el fracaso, la fama y el vapuleo; he leído en la prensa que ya estaba caducada como escritora y, peor aún, que era una ‘Molly Bloom de baratillo’, y sin embargo y pese a todo he seguido escribiendo y leyendo, he tenido la fortuna de sumergirme de lleno en esas dos actividades intensas que han apuntalado mi vida entera”, se lee al inicio de Chica de campo, su extraordinario libro de memorias de 2018. Desde el comienzo, O’Brien recibió reconocimientos; entre otros, ganó los premios Kingsley Amis, el Europeo de Literatura, el Nabokov y el David Cohen.
Fue también guionista de cine y dramaturga; entre otras obras, es autora de Virginia, sobre las relaciones sentimentales de la escritora Virginia Woolf, que protagonizó la actriz británica Maggie Smith (cuando se estrenó en Nueva York, en los años 1980, Jackie Onassis quiso conocer a la autora y se hicieron amigas). La chica de ojos verdes fue llevada al cine en 1964 por el director británico Desmond Davis, que en 1983 estrenó Las chicas del campo. O’Brien también escribió una biografía sobre su admirado James Joyce y otra sobre Lord Byron.
“Edna O’Brien fue una de las más grandes escritoras de nuestra época -se lee en el comunicado de Faber-. Revolucionó la literatura irlandesa, capturando la vida de las mujeres y las complejidades de la condición humana en una prosa luminosa y sobria, que tuvo una profunda influencia en tantos escritores que la siguieron. Edna, un espíritu desafiante y valiente, se esforzó constantemente por abrir nuevos caminos artísticos, por escribir con sinceridad, desde un lugar de profundo sentimiento. La vitalidad de su prosa era un espejo de su entusiasmo por la vida: era la mejor compañía, amable, generosa, traviesa, valiente”. En español, la mayoría de sus libros fueron publicados por Errata Naturae.
Statement by President Michael D. Higgins on the death of Edna O’Brien https://t.co/UUfpbBK75N pic.twitter.com/nqxIE2XGQF
— President of Ireland (@PresidentIRL) July 28, 2024
El presidente de Irlanda hizo una declaración al conocerse la noticia de la muerte de la escritora. “Aunque la belleza de su obra fue inmediatamente reconocida en el extranjero, es importante recordar la reacción hostil que provocó entre aquellos que deseaban que la experiencia vivida de las mujeres permaneciera lejos del mundo de la literatura irlandesa, y sus libros fueron vergonzosamente prohibidos desde su temprana publicación”, recordó Michael D. Higgins.
Las chicas del campo estuvo prohibida en su país natal por “antirreligiosa y pornográfica” y O’Brien fue declarada “enemiga de Irlanda” por iniciativa de las autoridades de la Iglesia católica en su país. El ministro de Cultura irlandés la acusó de difamar la “feminidad irlandesa”. Sus siguientes seis libros correrían la misma suerte. Por la publicación de Agosto es un mes diabólico, de 1965, debió enfrentar (además de la censura) un juicio iniciado por su exmarido por la tenencia de los hijos. Los niños, que al principio no estaban conformes con el resultado del juicio, cambiaron de idea cuando Paul McCartney visitó a su madre en Londres, en señal de apoyo.
Como presidente, Higgins le confirió a O’Brien el máximo galardón de las artes de Irlanda, el Saoithe in Aosdána, en 2015, y el Premio Presidencial al Servicio Distinguido en 2018. Fue amiga de escritores tan destacados como ella misma (Samuel Beckett, el Nobel Harold Pinter y Gore Vidal, entre otros) y su obra recibió elogios de John Banville, Philip Roth y Alice Munro. Después de la publicación de la novela House of Splendid Isolation, de 1994 y en la que un terrorista del IRA se refugia en la residencia de una mujer postrada, Hillary Clinton la invitó a la Casa Blanca.
“Hace muchos años cayó en mis manos un cuento de Edna O’Brien, ‘Paradise’ -recuerda la escritora y traductora Inés Garland-. Una mujer se va de vacaciones con su amante a la casa de un grupo de gente de esa que critica y condena a los demás, especialmente a las mujeres, especialmente a las jóvenes y su sexualidad; los dueños del deber ser, de lo correcto, de la moral, los dictadores de las mores. Ella no va a la playa con ellos, se queda en la casa aprendiendo a nadar en la pileta. Es lo que tiene que hacer para no ahogarse en las convenciones sociales, en la jaula donde quieren encerrarla”.
“En sus cuentos, en sus novelas, desde la genial trilogía Las chicas de campo, donde acompaña a Caithleen y Baba, dos chicas irlandesas de campo educadas en el catolicismo que se mudan a Dublín y cuenta sus vidas desde la pubertad hasta la adultez, hasta en su Girl, de 2019, donde narra el calvario de una adolescente secuestrada por Boko Haram, la mirada de O’Brien está enfocada en las maneras directas e indirectas en que las sociedades reprimen el despliegue luminoso de la energía femenina -remarca Garland-. Las escenas que elige, las protagonistas que nos presenta, las madres, los padres, los hombres, los entornos, O’Brien es implacable, lúcida, hiriente. Su escritura es tan filosa que corta de cuajo las intenciones de mirar para otro lado, la lectura es imparable, despierta una reacción, el deseo del alma de la libertad negada. Le agradezco el coraje, la maestría, la voz. Nos pone frente al espejo y nos dice: ‘Se están ahogando. Aprendan a nadar’. Y nos muestra a todos los que se pierde cuando oprimimos la fuerza nutritiva y trascendental de lo femenino”.
“Pienso que el caso de O’Brien es un claro ejemplo de cómo la sensibilidad de una autora se adelanta y presta voz a lo que pasa interiormente en una sociedad -dice la escritora Mercedes Giuffré a LA NACION-. Es clara la necesidad de autonomía que debe tener quien escribe, incluso con respecto de sus contemporáneos”.
En redes sociales, escritores como Margaret Atwood, Bill Bufford y Alan Gilsenan expresaron su pesar por la muerte de O’Brien.
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