A los 93 años, murió el poeta Alejandro Nicotra
Fue profesor de enseñanza media y terciaria y director de Cultura en Villa Dolores, donde escribió una obra poética marcada la intimidad, el misterio y un carácter meditativo; era miembro de la Academia Argentina de Letras
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A los 93 años, murió el lunes en Villa Dolores, Córdoba, el escritor y académico Alejandro Nicotra, autor de una reconocida obra poética. Había nacido en Sampacho, en el Departamento de Río IV, el 25 de marzo de 1931. Era licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y, entre otros medios gráficos, había colaborado con LA NACION con reseñas y poemas. Trabajó como profesor de lengua y literatura en escuelas secundarias e institutos terciarios y se desempeñó como director de Cultura de la Municipalidad de Villa Dolores, donde se lo despidió con emoción y respeto.
Por su obra recibió, entre muchos otros reconocimientos, el Premio Nacional Iniciación, en 1951; el Premio Regional de Literatura (1957-1959); el Premio Arturo Capdevila; el Premio Leopoldo Lugones, de la UNC, por su hermoso libro Detrás, las calles; el Premio Esteban Echeverría, de Gente de Letras, en 1991; el Premio Konex de Poesía, por el quinquenio 1984-1988, y el Primer Premio Consagratorio de Letras, en junio de 2003. A los 90 años, en 2021 fue distinguido con el Gran Premio de Honor por la Fundación Argentina para la Poesía.
Desde 1990, era miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras (AAL), donde había sido presentado por Federico Peltzer, Rodolfo Modern, Antonio Pagés Larraya y Ofelia Kovacci. Nicotra era el padre de los escritores y profesores Esteban Nicotra y Pablo Anadón (este poeta usa el apellido materno, de Olga Anadón).
“Intimista por su temática, pero impresionista en su concreción, y hasta esotérica por su cuota de misterio, la poesía de Alejandro Nicotra es una solitaria expresión de las más puras corrientes que alimentaron el siglo XX: por su policromía, el posmodernismo; por su sensibilidad para sugerir, el simbolismo; por su captación de lo trascendente a partir de lo circunstancial, la intimidad machadiana; por su precisión sintáctica puesta a interrogar el misterio, el hermetismo europeo de entreguerras -dice el escritor y miembro de la AAL Rafael Felipe Oteriño a este diario-. Pero por encima de todo, y dando legitimidad a su voz, sobrenada en ella un paisaje absolutamente reconocible –la acuarela de ocres, morados y apagados azules del Valle de Traslasierra cordobesa– elevado a una condición metafísica que lo aleja de todo pintoresquismo, pero del que no podemos sustraernos si queremos referir la presencia de una toponimia. Lo mismo que ocurre con la Aix-en-Provence de Cézanne y con los estudios del paisaje cordobés de Fernando Fader, pintores con quienes cabe emparentarlo”.
Para Oteriño, la poesía de Alejandro Nicotra intenta capturar lo inasible. “Transita esa cuerda, aun a riesgo de parecer antihistórica -señala-. Es que la historia no está en su propósito, como tampoco lo está la mera cronología de los hechos. Su ambición está del lado de compartir, haciéndolos visibles, significativos y con estatura humana, los testimonios diarios del universo cotidiano, en la certidumbre de que es parte de un orden sagrado. Con su aliada, la música, que nos recuerda que lo esencial es inapresable, sus temas parten de circunstancias temporales –plaza, trino, Cruz del Sur, noche, día– hasta alcanzar una intemporalidad que los rescata del desgaste. Como si se tratara de raptos, los poemas parecen estar construidos a partir de destellos de una totalidad, con la certidumbre de que ella está allí, entera y autosuficiente, y que solo en lo fortuito, único e irrepetible es donde permite su intercesión con lo humano”.
“Alejandro Nicotra representa una de las voces poéticas más destacadas de Córdoba -sostiene la escritora y profesora Eugenia Cabral-. En la segunda mitad de los años 50, despuntó el renuevo que sucedería al canon liderado localmente por Arturo Capdevila. Nicotra evoluciona desde sus primeras influencias de poesía española hacia ser ‘poeta de la sobriedad, la contención […] rozando los bordes del silencio’, para citar la opinión de Félix G. Flores. En 1982 comienza a circular entre los poetas jóvenes de Córdoba su Lugar de reunión, publicado en Buenos Aires un año antes. Ya el solo título nos conmovía al nombrar lo que, precisamente, por entonces no teníamos, pero queríamos encontrar. Quienes lo hayamos visto leer sus poemas, fumar su pipa, recordaremos la serenidad, la mesura y la maestría poética de Alejandro Nicotra ‘entre una ola y otra ola del aire’”.
Además de los títulos mencionados, Nicotra publicó Cuaderno de Córdoba, Nuevas canciones, El tiempo hacia la luz, Puertas apagadas, El pan de las abejas y otros poemas, Desnuda Musa, Hogueras de San Juan, El anillo de plata y De una palabra a otra.
Un poema de Alejandro Nicotra
Lugar de reunión
El hombre que ahora escribe,
con mano que se cierne mortal,
escribe para los ojos de su muerte.
---
Busca un lugar de reunión.
---
Árboles desaparecidos y futuros,
las fuentes que no cesan, circulares,
tus ojos y su boca:
¿hay una plaza
sin nombre, a donde dan todos los
días?
---
Busca un lugar de reunión,
escribe para los ojos de su muerte.
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