A los 91 años, falleció en Madrid el escritor chileno Jorge Edwards
Figura clave de la literatura en español, el premio Cervantes fue reconocido además por su carrera diplomática y compromiso con la democracia y los derechos humanos; fue el primer intelectual latinoamericano en denunciar al castrismo
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Una vida consagrada a la literatura se apagó hoy en Madrid, a los 91 años, con el fallecimiento del escritor chileno Jorge Edwards. La noticia la comunicó, desde Chile, su hijo Jorge. El escritor, que se hallaba en la capital española junto con su hija Ximena, había estado internado en una clínica para hacerse unos controles, luego de un accidente doméstico y porque no se sentía bien de salud. Había nacido en Santiago el 29 de junio de 1931. Narrador, crítico literario, periodista, académico, diplomático y gran conversador, fue una figura clave de la literatura en lengua española y una voz comprometida con la democracia, la defensa de los derechos humanos y la libertad. En 1994, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en Chile y, en 1999, el Premio Cervantes. Colaboró en medios de su país y del mundo, entre ellos, LA NACION.
“La literatura es un espacio mental, una corriente, un río invisible que corre por el interior de todos nosotros, y la de Chile es una nota particular dentro del gran conjunto hispánico: una estrella lejana, periférica, y a la vez curiosamente cercana, entrañablemente familiar, dentro de la maravillosa constelación de nuestra lengua”, dijo Edwards al recibir el Cervantes el 23 de abril de 2000. Y agregó: “Hice muchas cosas, pero siempre la tarea principal, de noche, de madrugada, en espacios de tiempo robado, al margen de documentos oficiales, fue la de escribir ficciones, o la de introducir en la multiplicidad de los sucesos, en el enigma del pasado, en los recovecos de la memoria, una coherencia, una estructura narrativa que siempre, en definitiva, era imaginación, arte de la palabra”.
Edwards estudió Derecho y Filosofía en la Universidad de Chile y en la de Princeton. Entre 1957 y 1973, ocupó diversos cargos diplomáticos en América Latina y Europa. Su primera novela, El peso de la noche, se lanzó en 1965. Previamente, había dado a conocer dos libros de cuentos: El patio y Gente de la ciudad. La literatura de Edwards tomó distancia del ambiente rural y, bajo la influencia de la literatura rusa decimonónica y la literatura estadounidense del siglo XX, se adentró en los laberintos de la experiencia urbana. También fue un destacado cronista. “Fueron mis amigos editores de diarios los que adivinaron mi veta y me convirtieron en cronista a la fuerza, o me convidaron a pasar, quizá, de la narración y la reflexión oral a la escrita”, reveló en la extraordinaria colección de textos El whisky de los poetas, de 1994 (donde se incluyen, en palabras del autor, algunos “cuentos frustrados”).
En 1971 se lo expulsó de Cuba, donde se desempeñaba como encargado de negocios en la embajada chilena, por sus críticas al trato que el régimen castrista daba a los intelectuales disidentes. “Me demoré cuatro días en darme cuenta de que Cuba era una dictadura”. Gracias a esa experiencia publicó su libro de memorias Persona non grata en 1973, título clásico en su género y con la rara virtud de haber sido prohibido en Cuba y en su país natal. Después del golpe de Estado de Augusto Pinochet, se exilió en España, donde trabajó para la editorial Seix Barral; en ese sello y con esa temática sociopolítica, publicó en 1973 su segunda novela, Los convidados de piedra. Seguramente será homenajeado este año cuando se conmemore el 50° aniversario del golpe en su amado Chile.
Le siguieron, entre otras novelas, El museo de cera, La mujer imaginaria (protagonizada por una sumisa mujer de la clase media alta chilena, casada con un déspota, que se rebela cuando el día en que cumple sesenta años), El anfitrión, El origen del mundo (en la que un médico chileno de avanzada edad, por celos, inicia una pesquisa tras el suicidio de un amigo), El sueño de la historia (basada en la vida del arquitecto italiano Joaquín Toesca), El inútil de la familia, La Casa de Dostoievsky (Premio Planeta Casa de América; inspirada en la vida del poeta chileno Enrique Lihn), La muerte de Montaigne y Oh, maligna, sobre la relación que el escritor y diplomático chileno Pablo Neruda (del que Edwards fue amigo y joven secretario en la embajada chilena en París) mantuvo con la birmana Josie Bliss. El título proviene del primer verso del poema “Tango del viudo”, de Neruda (“Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia”). Fantasmas de carne y hueso agrupa ocho cuentos, bien vívidos, del autor.
Regresó a su país en 1978, donde bregó por la defensa de la libertad de expresión en plena dictadura. Con el retorno de la democracia en Chile, fue nombrado embajador ante la Unesco por el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-1996), y en 2010, el presidente Sebastián Piñera, a quien Edwards apoyó públicamente, lo designó embajador en París. En octubre de 2018, en una reunión con figuras tales como Felipe Kast, Ignacio Briones, Óscar Godoy y Hernán Larraín Matte, comenzó a militar en el partido Evolución Política (Evópoli). “El ultraizquierdismo y la revolución son enfermedades y son religiones”, declaró Edwards.
Lamentamos el fallecimiento en Madrid del escritor, Jorge Edwards, quien fue director de la Fundación Pablo Neruda y amigo de Pablo Neruda. Entre sus libros está «Adiós, poeta» dedicado al premio nobel chileno. Jorge es uno de los grandes escritores de los últimos años. pic.twitter.com/GJJWwc0xBj
— Fundación Neruda (@fundacionneruda) March 17, 2023
Publicó Adiós, poeta. Pablo Neruda y su tiempo, biografía del Premio Nobel chileno con la que obtuvo en 1991 el Premio Municipal de Literatura. En su opinión, Neruda no habría muerto por envenenamiento sino de cáncer. “No aguantaba más, estaba muy enfermo”, dijo sobre el autor de Canto general. También publicó Machado de Assis, sobre el destacado escritor brasileño, y La otra casa: ensayos sobre escritores chilenos.
Se considera a Edwards uno de los grandes memorialistas de las letras hispanoamericanas, por Los círculos morados, de 2012, y Esclavos de la consigna, de 2018. En 2012, reveló que a los once años había sido abusado sexualmente por un sacerdote del colegio San Ignacio. El tercer tomo de sus memorias quedó inconcluso.
“Pienso hoy en Jorge Edwards y me remonto a muchas décadas atrás, cuando lo conocí en su casa de Santiago -dice a la LA NACION la escritora Josefina Delgado, amiga personal del escritor-. Luego vendría su viaje a Cuba como enviado del gobierno de Salvador Allende y su gran libro Persona non grata, donde detallaría cómo se vivía en el ambiente intelectual de la isla. Volvimos e encontrarnos muchas veces: Buenos Aires, Barcelona, París, Puerto Rico y el congreso de la lengua, otras veces Chile. Fue con él que viajé a Calaceite, en el Bajo Aragón, a la casa donde había vivido nuestro común amigo José Donoso. Y pude acompañarlo a la casa de Borges, a quien no conocía, y donde ambos recitaron poemas de argentinos y chilenos olvidados. Enorme su obra: La Casa de Dostoievski, Adiós poeta, El sueño de la historia, y sobre todo La última hermana y Oh, maligna. Inolvidables sus anécdotas junto a Pablo Neruda”. En 2008, fue nombrado “visitante ilustre” de la ciudad de Buenos Aires.
Hoy ha muerto el escritor 🇨🇱 Jorge Edwards. Nos deja un novelista excepcional, un ensayista valiente y un periodista al tanto de todas las capas de la actualidad. Echaremos de menos su vitalidad y su altura moral.
— Instituto Cervantes (@InstCervantes) March 17, 2023
Dejó un legado en la #CajadelasLetras que se desvelará en 2035. pic.twitter.com/HWSKGhtsFH
“Las circunstancias me obligaron a escribir, algunas veces, en contra de la corriente, de la moda, del pensamiento al uso, y traté de hacerlo con naturalidad, sin pretensiones, sintiendo que la escritura, antes que nada, es una forma de fidelidad, la exigencia de un acuerdo consigo mismo, y que uno tiene el derecho y quizás hasta la obligación de transmitir la experiencia a los demás”, dijo Edwards al recibir el Cervantes. Desde hoy, reside en la “otra casa” de los escritores: la literatura.