A los 87 años, murió el filósofo italiano Gianni Vattimo
El autor de “El fin de la modernidad” estaba internado desde mediados de agosto en Turín; la noticia de su fallecimiento la anunciaron con consternación los medios italianos
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ROMA.- A los 87 años, murió este martes el prestigioso e influyente filósofo italiano Gianni Vattimo -conocido en todo el mundo y especialmente en la Argentina-, comunista, cristiano y gay, y en los últimos diez años, gran admirador del papa Francisco.
La noticia de la muerte del padre del concepto de “pensamiento débil”, una crítica a la metafísica tradicional, fue difundida por su asistente y compañero, el brasileño Simone Caminada, de 38 años, pasadas las 22 italianas del martes, según medios de prensa italianos. Con un estado de salud precario en los últimos meses y al centro de un disputa legal sobre su tutoría legal, al agravarse sus condiciones, en los últimos días Vattimo había sido internado en el sector de nefrología del hospital Rivoli de Turín.
Nacido en esta ciudad capital de la región del Piamonte, en el noroeste de Italia, el 4 de enero de 1936, Vattimo saltó a la fama en Italia y el mundo no sólo por su pensamiento anti-dogmático por excelencia, sino sobre todo por la capacidad de hacer comprensible a un público medianamente culto su refinada elaboración teórica. Y por su estilo abierto, polémico y provocador.
Tal como destacó el Corriere della Sera, Vattimo tenía una forma de escribir y divulgar sus ideas “límpida” y “sugestiva”, como reflejó en su momento la autobiografía a cuatro manos “No ser Dios”, que escribió junto a Piergiorgio Paterlini en 2006. Siempre proclive a participar en diversas iniciativas, se animó incluso en un momento a bajar a la arena política y fue durante largo tiempo diputado en el Parlamento europeo, siempre en el marco de diversas agrupaciones de izquierda.
Hijo de un policía calabrés que había emigrado a Turín que murió de pulmonía cuando el futuro filósofo tenía apenas 16 meses, Vattimo nació en una familia humilde. De hecho, siempre reivindicó su origen proletario. Fue su madre costurera quien sobrellevó la carga familiar y administró la escasez de aquellos años. Buen alumno en la escuela y también formado en un oratorio católico, a los dieciocho años se convirtió en delegado de los estudiantes de la Acción católica, movimiento del cual fue expulsado por sus posiciones críticas hacia las autoridades eclesiásticas.
Aunque en 1955 entró a trabajar en la RAI (Radio Televisión Italiana) junto a su amigo Umberto Eco, allí sólo se quedó un par de años. Enseguida entendió que su pasión era lo académico. Vattimo se doctoró en 1959 en Filosofía con una tesis sobre Aristóteles y en 1964, cuando tenía apenas 28 años, comenzó a enseñar “estética”. Entonces, ya había escrito un libro sobre Heidegger, filósofo que junto a Nietzsche y Gadamer, fue unas de sus grandes referencias. Fuertemente influenciado por estos pensadores, reinterpretó la posmodernidad como una “liberación” de la metafísica totalizadora.
Vattimo, que en la década de 1970 fue rector de la Universidad de Filosofía de Turín y luego firma del diario La Stampa, marcó la escena filosófica con una serie de obras importantes, una de ellas, “El fin de la modernidad” (1985), en la que indagó sobre la superación de la racionalidad moderna y el surgir de la post-modernidad. Junto a Pier Aldo Rovatti, en 1983 presentó “El pensamiento débil”, una obra que introdujo el concepto homónimo como crítica a los fundamentos de la metafísica. Amplió ulteriormente esta idea, tal como recordó La Repubblica, en “Más allá de la interpretación”, en la que Vattimo puso sobre el tapete el rol central de la interpretación en la filosofía contemporánea. También se ocupó de temas de fe y religión, como demostró en “Creer que se cree”, obra en la que propuso un “cristianismo débil” para la época post-moderna. En “Después de la cristiandad”, en cambio, puso la lupa sobre la relación entre la post-modernidad y la religión, destacando las transformaciones de la fe en el contexto actual.
Vattimo nunca ocultó su homosexualidad, así como sus experiencias de vida privada llenas de dolor. En 1992 perdió por Sida a una de sus parejas, Gianpiero Cavaglia, a quien acompañó hasta el final. En 2003, a otro compañero, Sergio Mamino, que murió, enfermo de cáncer, en un vuelo que lo llevaba de Estados Unidos a Europa, cuando ya había optado por la eutanasia. En los últimos años, debió soportar un escándalo judicial en torno a su relación con su compañero y asistente, Simone Caminada, condenado por delito de plagio.
Vattimo -que tuvo a Alessandro Baricco como a uno de sus alumnos más importantes-, visitó regularmente a la Argentina durante cuatro décadas, para dar conferencias, recibir premios, presentar libros. La primera vez, cómo él mismo recordó en una entrevista con La Nación, fue invitado en 1980, al final de la dictadura militar, por Jorge Glusberg.
Hablaba perfectamente castellano y, desde que fue electo Francisco al trono de Pedro, pasó a ser un gran admirador de ese primer papa del fin del mundo, a quien visitó más de una vez en el Vaticano. “Yo mismo como creyente me siento más creyente con Francisco que con los dos papas anteriores”, dijo a La Nación en una entrevista que concedió en 2014, en la que también se mostró convencido de que Jorge Bergoglio, la voz de los sin voz, la voz de los más débiles, podía considerarse “un punto de coágulo de una visión del mundo alternativa a la de los capitalismos de los países desarrollados”.
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