A los 81 años, murió Silvia Calero, “profesora de profesores”, investigadores y escritores
Se la reconoce por su compromiso docente y su reivindicación del acto de leer
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Una apasionada por la literatura y la enseñanza, que supo transmitir a los estudiantes esa pasión, falleció ayer a los 81 años en la ciudad de Buenos Aires, de cáncer. Silvia Calero (Buenos Aires, 1941), reconocida por su compromiso docente y su reivindicación del acto de leer, fue profesora de escritores, investigadores, docentes y editores como Elsa Drucaroff, Isabel Vassallo, Jorge Warley, Daniel Link, Adriana Fernández, Martina López Casanova, Graciela Villanueva, Carlos Mangone, Diego Di Vincenzo, Susana Aime, Silvana De Ingeniis y muchos otros. “Fui su alumna durante la dictadura, cuando nos daba a leer textos críticos de autores prohibidos sin otra precaución que sacar sus nombres de las fotocopias -dice Drucaroff a LA NACION-. Tuvo una coherencia extraordinaria toda su vida, no se agachaba, no dejaba de dar ningún contenido que consideraba que tenía que enseñar”.
Calero había egresado del Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, donde dio clases de Literatura Hispanoamericana y Expresión Oral y Escrita. Junto con la profesora Elvira Arnoux, en la década de 1990 creó un espacio de reflexión dedicado a las problemáticas de la enseñanza de la lectura y la escritura en todos los profesorados del “Joaquín”, que dio lugar a la formación de los talleres de expresión oral y escrita. Dirigió el Departamento de Castellano, Literatura y Latín y, como tal, coordinó en 1986 las primeras jornadas de la carrera realizadas en esa institución. Siendo profesora, cursó la Maestría en Ciencias del Lenguaje (fundada por Arnoux) e hizo su trabajo final con otro grande de la enseñanza del español y la literatura: Nicolás Bratosevich. Fue docente en el Instituto de Educación Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández, la Universidad Nacional de la Pampa, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y en escuelas de nivel secundario (entre ellos, el Colegio Nacional de Buenos Aires).
“Fue una amiga entrañable, una amiga de toda la vida; la conocí como profesora mía de Literatura Hispanoamericana, en el Instituto del Profesorado -dice Vassallo a este diario-. Después fuimos compañeras en cursos de postgrado, colegas, y cultivamos, a lo largo del tiempo, un vínculo de complicidad, cariño profundo, diálogo intelectual y estético, inquietudes compartidas y amor por la docencia. Pero un amor capaz de problematizar y problematizarse, unido a una fe profunda en lo que sucedía o hacíamos suceder en las aulas. Se anticipó a los estudios poscoloniales y decoloniales, y tenía una visión siempre global de los problemas políticos. Era un permanente motor de acciones en los espacios en los que se desempeñaba. Siempre surgían, de su actividad e iniciativas, equipos de jóvenes docentes, grupos de estudio”.
La profesora y escritora Andrea Donnini también cursó con Calero. “Fui alumna de Silvia a mis tempranos veinte años -dice-. En el momento protesté ante un programa de Literatura Latinoamericana compacto y enorme, gobernado por lo que ella llamaba ‘lo negro y lo indio’, sin más vueltas. Pero la maravilla fue, en esas épocas tiernas, de tanto amor y voluntad de formación, llegar a relacionar a Shakespeare con la literatura del Caribe: la revuelta de que ese Calibán al que había llegado hacía tan poco fuera reinventado. Saber que mi lectura asombrada de la autobiografía del poeta cubano José Luis Manzano, que nació esclavo durante el periodo colonial, fue un germen a mi interés por esas literaturas del yo que no paré de investigar después. Todo era descubrimiento y asombro de la mano de una mujer buena, una docente amorosa, ¡y tan rigurosa! Sólo agradecimiento para Silvia”.
“Gracias infinitas por tus clases inolvidables de Literatura Hispanoamericana -escribió en Facebook la profesora Elina Giménez-. Gracias por hacer fluir la literatura, por no sacralizarla, por socializarla como lo que es, un discurso, un acto de comunicación, diferente, pero acto de comunicación, siempre”.
Calero publicó ensayos sobre escritores como sor Juana Inés de la Cruz, José Martí, Darcy Ribeiro, Alejo Carpentier, Aimé Césaire, Octavio Paz, Ernesto Cardenal, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Roberto Fernández Retamar, Graciela Perosio y su querido Bratosevich. También participó de la elaboración de manuales tanto para la escuela primaria como media. Entre sus proyectos, que tal vez ahora deberán retomar sus allegados a modo de homenaje, figuraba la escritura de una memoria de sus años de estudiante en el Joaquín V. González.
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