A los 81 años, murió el filósofo francés Jean-Luc Nancy
El pensador, de procedencia católica, se convirtió en uno de los referentes de la filosofía deconstructiva; entre los temas de su profusa obra se hallan el cuerpo, el arte, la comunidad y lo sagrado
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Este lunes a la noche, en Estrasburgo, murió el filósofo Jean-Luc Nancy. Había nacido en Burdeos en julio de 1940 y en 1968 se instaló en la capital alsaciana, donde desarrolló su fructífera carrera como pensador y académico. “Hablé con él por teléfono el miércoles pasado, acababa de dar los toques finales a dos textos”, comentó la directora Simone Fluhr, que recientemente le había dedicado un film documental titulado El hombre, ese viejo animal enfermo. El filósofo forjó una estrecha amistad con Philippe Lacoue-Labarthe, con el que trabajó en libros como El absoluto literario, El mito nazi y El pánico político; ambos autores escribieron bajo el influjo (que no inhabilitaba el debate) de Jacques Derrida. También se publicó un libro de conversaciones con el filósofo Alain Badiou, al que lo unía su amor por los pensadores alemanes, de Kant a Heidegger, pasando por Hegel y Schelling.
Nancy hizo de la filosofía su destino. Una cuestión dominante en sus obras -muy a tono con los cambios políticos en Europa- es la noción de comunidad como meta de la democracia. Tanto en La comunidad inoperante como en La comunidad revocada invita a pensar la comunidad como una obra en producción, un acontecimiento en transmisión, que debe comunicarse y que nunca termina de realizarse. Luego de una operación a corazón abierto en 1992, se mantuvo activo y siguió publicando a buen ritmo. Entre otros títulos, se destacan Corpus y El intruso, que llevó al cine la directora francesa Claire Denis, y donde el autor reflexiona sobre su experiencia luego de que le hicieran un trasplante de corazón a los cincuenta años. “Yo (¿quién ‘yo’? esta es precisamente la pregunta, la vieja pregunta: cuál es ese sujeto de la enunciación, siempre extraño al sujeto de cuyo enunciado es forzosamente el intruso y sin embargo forzosamente el motor, el embrague o el corazón)”.
“De cuño heideggeriano (su estilo escriturario es claramente deudor de las construcciones lingüísticas del ‘segundo Heidegger’), la filosofía de Nancy pivotea frente a diferentes problemáticas de la filosofía política, la ética y la estética contemporáneas -dice el doctor en Filosofía y profesor Luis Diego Fernández-. Su pensamiento se mueve en una lógica deconstructiva que le permite hacer emerger conceptos tales como singularidad plural, arealidad, carnación, entre tantos. El pensamiento de Nancy es una filosofía del cuerpo, y la publicación de Corpus lo situó en un territorio clave para la concepción de una corporalidad densa y compleja, que no cae en las divisiones dicotómicas. El cuerpo de Nancy se define por una dinámica del ‘entre’, por una materialidad plástica”. El pensador francés escribió: “Un cuerpo es una tensión. Un cuerpo es un tono. Ser un cuerpo es ser un cierto tono, cierta tensión. El alma es un nombre para la experiencia que el cuerpo es”.
A mediados de 2020, presentó un libro sobre la pandemia de coronavirus con un título de resonancias nietzscheanas: Un virus demasiado humano. Para el filósofo, la pandemia había revelado que el mundo experimentaba “el desconcierto de una mutación profunda” y de alcances todavía impensados. “Diría que el pueblo es la mayoría, evidentemente -se lee en las páginas de su anteúltimo libro-. Eso es lo que define nuestra civilización. Es el número más grande. Entonces, si es todo el mundo, o mejor dicho, la mayoría, esa mayoría está sufriendo. Está sufriendo cada vez más. Y no solo por la pobreza o el hambre, sino también por las enfermedades. Y la pandemia incrementa las desigualdades”.
En 2021, publicó Mascarons de Macron, donde intenta (sin éxito, según confiesa en la introducción) “desenmascarar” al presidente francés Emmanuel Macron. En varios de sus escritos buscaba el núcleo de lo sagrado -siempre abierto a definición- en la humanidad. “Lo que es ajeno a lo humano demasiado humano, el sentido de lo inconmensurable, el sentido de que nosotros mismos somos inconmensurables, irreductibles tanto a los valores del mercado como a los derechos y conocimientos que acumulamos”, declaró en una entrevista. Él también deja una obra inconmensurable y viva, que todavía tiene mucho para ofrecer a los lectores.