A los 80, chab apuesta al color
Inauguró una muestra con sus collages recientes, en los que superpone telas
No hace mucho, un amigo le hizo notar a Víctor Chab que con las obras de estos últimos tiempos está volviendo al principio, a sus 14 años, cuando trabajaba en el negocio de su padre, un comerciante de telas. Son grandes, medianos y pequeños collages de acentuada carga matérica, en los que el artista superpone telas de distintos colores y texturas combinadas con los trazos del acrílico. Telas que ahora compra y que en su infancia ayudaba a vender. En estos trabajos abundan el color, las formas que juegan con el límite entre la figuración y la abstracción en un espacio en el que se desplazan con gran libertad. Son obras que transmiten cierta alegría.
Fue también a los 14 años cuando Chab tuvo que enfrentarse a su familia para dedicarse al arte. "Para mi familia, yo debía ser comerciante como mi padre y seguir la tradición, cosa a la que me opuse terminantemente; tuve mis buenas luchas con mis familiares." Así recuerda en una entrevista con adnCULTURA el pasado 6 de septiembre, día en que cumplió 80 años y fecha que la galería Azur eligió para inaugurar una exposición con sus collages recientes.
A la decisión de ser artista vendría poco después el conocimiento y la adopción, en la década del 50, del método del automatismo psíquico que caracteriza al surrealismo. Entonces leyó a Sigmund Freud y aprendió francés para leer de primera mano a los grandes surrealistas, como André Breton y Louis Aragon. En la Argentina se puso en contacto con Battle Planas y su grupo de alumnos, entre los que estaba Roberto Aizenberg y quien sería su mejor amigo, Juan Andralis.
En 1922 realizó su primera muestra, en la galería Plástica. Desde entonces participó en múltiples exposiciones y obtuvo premios. Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia de 1956. Al año siguiente, reunió al grupo Siete Pintores Abstractos, integrado por Rómulo Macció, Clorindo Testa y Kasuya Sakai, entre otros. Luego formó parte del grupo Boa, organizado por el crítico Julio Llinás, vinculado con el surrealismo. En 2002, el Palais de Glace le dedicó una retrospectiva.
-Cuando se observa su trayectoria, por un lado se distinguen etapas bien diferenciadas y, por otro, se percibe cierta continuidad que las emparenta.
-Yo cambio mucho; sin embargo, pareciera que hay un sello por el cual se me reconoce, cosa que a mí me sorprende.
-¿Siempre tuvo mucha convicción sobre lo que hacía?
-Sí, siempre. A los 30 años ya estaba totalmente ubicado en la pintura que me interesaba hacer.
-Alguna vez dijo que Bach le enseñó a pintar. ¿En qué sentido?
-Soy fanático de Bach y de la música clásica. Bach es para mí el músico más grande de todas las épocas. Hay algo en la sonoridad, en sus combinaciones geniales, que me da pautas pictóricas. No lo puedo explicar, pero tengo la sensación de que Bach fue mi maestro de pintura.
-¿Quiénes son sus referentes en pintura?
-Max Ernst fue uno, pero el gran maestro para mí fue Picasso. Tengo una gran colección de 7000 libros de arte, de los cuales mil son sobre Picasso.
-En estos últimos años ha vuelto al collage.
-Trabaje mucho el collage , pero en los de ahora hay más materia, y la gran diferencia respecto de los collages que venía haciendo desde 1970 es que estoy trabajando por primera vez con tela pegada.
-Hay mucho colorido también en estas obras recientes.
-Es el período más colorido de toda mi historia.
-Incluso los fondos son claros.
-Sí, yo siempre había trabajado con fondos oscuros.
-En varios trabajos pareciera que las figuras vuelan y se percibe una gran libertad.
-Yo trabajo con total libertad.
-¿Qué vigencia tiene hoy el surrealismo?
-Tiene total vigencia pese a que, desde el comienzo, tuvo sus detractores. El primer manifiesto de Breton es de 1924 y un año después ya lo daban por muerto. Sin embargo, no ha muerto porque todavía hay muchos pintores surrealistas importantes en el mundo. Es un venero que no tiene final.
© LA NACION
FICHA. Víctor Chab-80 años