A los 76 años, murió el escritor y gestor cultural Cayetano Zemborain
En 1989 fundó la Asociación de Poetas Argentinos, dirigió revistas literarias y promovió actividades en escuelas, cárceles y hospitales psiquiátricos con la poesía como eje
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Se fue un “Quijote” de la poesía. Este domingo, a los 76 años y a causa de un accidente cerebrovascular, falleció en la ciudad de Buenos Aires el escritor y abogado Julio César Cayetano Zemborain. Había nacido en Quilmes el 3 de septiembre de 1946. La información la difundió un comunicado de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), donde se lo define como “un incansable activista de la creación y difusión de la poesía”.
Zemborain fue el gestor, en 1989, de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA), que tuvo entre sus primeros integrantes a María Rosa Lojo, María Rosa Maldonado, Adalberto Polti y Carlos Weisse, y uno de los miembros fundadores de la SEA, de la que redactó su primer estatuto. Era además miembro activo de la Federación del Arte y la Cultura de la República Argentina, entidad que presidió hasta su muerte.
Ayer 15 de enero de 2023, partió Cayetano Zemborain. Abogado, poeta y gestor cultural. Se nos fue un ser de luz, absolutamente necesario, humilde, solidario, un altruista que llevó adelante un apostolado al servicio de la difusión de la poesía y el acompañamiento a los poetas. pic.twitter.com/mA4BRilPMj
— LA DESTERRADA (@Ladesterrada) January 16, 2023
“Yo vivía en Quilmes, estudiaba Derecho y escribía poesía -le dijo Zemborain al escritor Edgardo Lois acerca de APOA-. Conocí gente. Podía haberla fundado antes, pero no quise hacerlo en dictadura. Al final fue el 1 de diciembre de 1989, un año paradigmático: la caída del Muro de Berlín, la implosión de la nueva Rusia”. Promovió encuentros de poesía en unidades penitenciarias y en hospitales psiquiátricos; en escuelas y en centros de jubilados.
Organizó el Festival Nacional de Poesía en 2005, al que asistieron autores como María Teresa Andruetto, Carlos Rojas, Olga Zamboni y Jorge Leónidas Escudero. Fue cofundador y codirector de revistas literarias como El Búho, Poetas y La Isla de Barataria. Para Zemborain la poesía era un asunto social; impulsó las Olimpíadas Colegiales de Poesía para estudiantes de escuelas primarias y secundarias, las Jornadas Itinerantes de Poesía, los talleres de poesía para docentes y el trabajo de los escritores jóvenes. Como buen abogado, se ocupó de defender los derechos de los escritores mayores. “En este mundo de caos, la poesía ordena y sensibiliza, y la gente instintivamente lo sabe -dijo en 2001 a LA NACION-. Si no se venden más libros es solo por una cuestión de marketing”.
Fue autor de los ensayos La insensible poesía y El recorrido en el poema, y de los poemarios El reloj manuscrito y Extrañas poesías, con el que ganó el premio “Puma de Oro” de la Fundación Argentina para la Poesía. En su “patria chica” -Quilmes- fue homenajeado en abril de 2015, cuando se proyectó el documental Cayetano realizado por el Centro de Producción Audiovisual Quilmes y se le entregó un pergamino que reconocía “su incansable labor como gestor cultural y promotor de las expresiones artísticas”.
“Julio César Cayetano Zemborain, ‘Caye’, como lo llamábamos todos, fue una persona amable y querible, quien lejos de hacerse notar, trataba de pasar desapercibido y de mantener un bajo perfil -dice la escritora y actual presdidenta de la SEA, Graciela Aráoz, a LA NACION-. ‘Gestor cultural’ sería la forma apropiada para retratarlo. Además de los cientos de actividades organizadas por APOA, resaltan las actividades llevadas a escuelas, a la organización de Olimpíadas, y la revista de APOA, La Guillotina. Era un ser excepcional, solidario con todos, siempre atento para colaborar con quien lo necesitaba. APOA fue más que un proyecto, se diría un amor al que le dedicó una parte importante de su vida junto con su esposa Teresa, con quien armaban las típicas cenas de fin de año, memorables. Solíamos tener largas charlas telefónicas donde hablábamos de la poesía y sus ambientes, pero también siempre estuvimos el uno y el otro cercanos en momentos difíciles de nuestras vidas. Me quedarán para siempre esas palabras que me dijo durante una caminata; volveré a hacerlas mías los días sin sol. Las conservo en mi caracola de nácar”.
“Cayetano pertenecía a los que piensan en los demás más que en sí mismos -destaca el escritor y editor Víctor Redondo, desde Tafí del Valle-. Su generosidad fue inmensa porque desde la institución que creó, APOA, de la que soy socio honorario, promovió actividades con un espíritu de gran inclusión, sobre todo abriendo las puertas de la poesía a los más jóvenes, yendo a buscarlos a las escuelas primarias y secundarias. Era un abogado laboralista que se transformó en un organizador incansable de actividades poéticas. La SEA, a la que pertenezco, le debe muchísimo a su aporte en las cuestiones legales”.
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