A los 65 años, murió el poeta y editor cordobés Alejandro Schmidt
Ayer a la mañana, en el hospital Ferreyra de la ciudad de Córdoba, murió el poeta Alejandro Schmidt, a los 65 años. Por problemas cardiacos y un agravamiento de su estado de salud, estaba internado desde hacía quince días. Había nacido en Villa María el 3 de mayo de 1955 y desde octubre de 2018 vivía en un hotel en la ciudad de Río IV, cerca de sus amigos, los poetas y editores Pablo Dema y José Di Marco. Publicó su primer libro, Clave negra, a los veintiséis años. En 1984 apareció Tajo en la piedra, al que seguirían muchos otros, como Elegías y epitafios (1985), Dormida, muerta o hechizada (1991), El diablo entre las rosas (1996), El patronato (2000), Esquina del universo (2001), Oscuras ramas (2003), La vida milagrosa (2005), Mamá (2007), Videla (2009), 60 poemas breves (2009), Verdad de lo evidente (2011), Nace tu lámpara (2012), Romper la vida. Antología existencial (2013), Otros rayos (2016), El ángel dijo sí (2018), La espina del faraón (2018), Lejos de todo (2019) y Problemas con la vida (2020), entre otros. Escribía poemas desde los trece años y, según informó Dema, coeditor de Cartografías, dejó una gran cantidad de obra inédita.
A partir de 1982, fundó y dirigió varias revistas literarias, como Luna Quemada, Huérfanos, El Gran Dragón Rojo y La Mujer Vestida de Sol. De 1992 a 2007, estuvo a cargo de la editorial Radamanto en la que se editaron plaquetas, folletos y libros de poetas argentinos. También editó la colección de páginas de poesía Alguien Llama y revistas murales. En 2019, se estrenó en la ciudad de Córdoba su obra teatral Tres mujeres. Schmidt colaboraba en medios locales con artículos sobre su materia predilecta, la poesía, y la vida cultural. Publicó más de cincuenta libros y plaquetas de poesía. En uno de sus blogs, “Romanticismo y verdad”, se pueden leer poemas sueltos y “cuestionarios Schmidt” a otros poetas. Una de las preguntas de ese cuestionario (“De los poetas que conociste, ¿cuáles te parecieron que unían su vida a sus palabras?”) se podía responder con su propio nombre. Quienes lo trataron saben que podía ser tierno y chúcaro, hostil y sentimental. “Hay gente que considera un trabajo escribir poesía, otros quieren salvarse, otros sufren, muchos creen que el arte les debe algo. Qué raro, ¿no?”, declaró en una entrevista del escritor Carlos Schilling.
La escritura de Schmidt tenía un carácter epifánico: lo revelado aludía tanto a la belleza como a la crueldad, a lo sagrado y a las experiencias profanas. El entorno de la llanura proveía de imágenes a su literatura. “La poesía es una fuerza que sostiene al mundo”, dijo. Como la de otros grandes poetas de las provincias, su obra aún no trascendió tanto como merece, pero, como él opinaba, “la poesía nunca debe, siempre cobra”. Huérfano de padre (un sacerdote luterano) a los seis años, vivió con su madre en Villa María desde esa edad. Le interesaban las “cosas brujas”. “La literatura deviene oficio, plan, comercio y un montón de cosas tristes -dijo-. Por esta videncia se me ha tratado, a lo largo del tiempo, de impostado, héroe, obispo, místico, ermitaño y halagos parecidos”.
Sus poemas fueron traducidos a varios idiomas y aparecieron en antologías publicadas en América y Europa. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Municipal de la Ciudad de Villa María (1982); Premio Selección Concurso Nacional Ediciones del Dock (1990); Primer Premio Selección del Primer Concurso Nacional de Poesía de la Asociación de Escritores Argentinos (1990); Primer Premio Municipal de Villa María (1992) y el Premio Alberto Burnichon Editor al libro mejor editado en Córdoba (1998) por El libro de las dos versiones, de Edith Vera, del sello Radamanto.
La escritora María Teresa Andruetto definió a Schmidt como un “poeta inmenso”. Otra escritora cordobesa, Leticia Ressia, destacó que solo un gran lector como él podía convertirse en “un escritor tan versátil y prolífico”. “No la creo a la noticia; lo mastico y te seguiré viendo en esa biblioteca barco de poesía, remando palabra a palabra hasta la eternidad”; así se despidió en su muro de Facebook el poeta pampeano Sergio Di Matteo de una de las grandes voces de la poesía argentina.
Su arte poética
Un poema debe asumir el riesgo, la desprolijidad, el exceso. Prefiero los recortes, lo que se deshecha, borrones, tachaduras… no el objeto acabado, la conclusión, el punto final, sino los pedazos vivientes, los sueños, los tumultos de la sangre… Amo los balbuceos, el desorden, las dudas, los espacios en blanco, las reiteraciones… ¿no opera acaso así nuestro corazón, nuestra cabeza? No el artificio, la artesanía, por sublime que sea, y sí esa pulsión de tinieblas y sangre y toda nuestra vida deshecha allí aconteciendo, acompañándonos. Muy pocos llegan hasta el final y hasta el final no se llega con prudencia, astucias, disciplina, se llega con otra cosa que está contra la mano propia, contra los principios, las ideologías y sobre todo contra el temor. Corrijo un poema con otro y con otro… desde los trece años estoy buscando el poema verdadero, ¿por qué no habría de divertirme mientras tanto? Escribo casi todos los días, ceniza, perlas, florcitas de plástico y también mi lírica de dolor y de veneno…va saliendo la poesía, va saliendo de esa tripa y uno no sabe qué es, ni maneja ni controla nada, salvo alguna corrección inevitable, alguna prudencia en publicar, alguna música.
Un poema de Alejandro Schmidt
Oscuras duran las vacas
marrones en Alcira Gigena
en Elena
un perro dorado
las ilumina
por el medio del campo en medio de las
llanuras
buscando algo
de perro
de ser en la naturaleza
en el colectivo leo autores de Río Cuarto
Dema, Michelotti
¿Qué sabrá
al fin
la poesía?
y este mar más amarillento que verde
en terrones tan pocas veces contados
sin otra nobleza que la inclemencia
soledad soledad
voy pasando.
Otras noticias de Arte y Cultura
Más leídas de Cultura
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
“Enigma perpetuo”. A 30 años de la muerte de Liliana Maresca, nuevas miradas sobre su legado “provocador y desconcertante”
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
De regreso al país. Sergio Vega, un coro de loros y el camino que va del paraíso al antiparaíso